Extra V

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Camila estaba en un gran aprieto. Vaya que sí, sentía la necesidad de quedarse dormida una eternidad y huir de la realidad. ¿Qué le sucedía? Lo mismo de siempre. Era muy obvio: Lauren Jauregui. La chica más irritante, tierna y lenta del mundo. Todos en el instituto pensaban que Camila la odiaba, antes era así o al menos eso creía ella, ahora no estaba tan segura.

Según Vero, su mejor amiga había descubierto lo que le sucedía por andar de chismosa en su diario, decía que era una confusión. Camila debería quemar ese jodido cuaderno, tal vez. Una confusión, se repetía ella, le repetía su amiga, le decía incluso internet. Por qué si, Camila había buscado en Google (incluso en Yahoo respuestas Perú) como saber si estabas enamorada de una chica cuando también eras una.

¿Útil? La verdad, no. Decía lo mismo que esperaba ella, que seguramente era una confusión hormonal común a su edad. Camila al principio se lo creía, pero ella no era tonta. Iba más de una atracción física. La forma de pensar de Lauren, con las pocas veces que habían compartido ideas en la biblioteca, sus increíbles notas en Biología, o con solo ver los libros que leía, le parecía maravillosa.

Como la ojiverde era tan amable con todos, trataba con cariño y afecto a sus amigas, le hacía sentirse enternecida. También lo lenta y adorable que parecía algunas veces cuando no comprendía Inglés, era mucho que soportar para la castaña (y para todas la Harmonizer)

Además, Lauren dibujaba espectacular. Captando el arte en un objeto simple o creando dibujos que cualquier otro nunca pensaría. ¿Cómo lo sabía? La ojiverde de vez en cuando dibujaba en la biblioteca, algunas veces parecía tan absorta que podía acercarse con sigilo y observar el dibujo a sus espaldas. Sobra decir que el arte de Lauren atrapó a Camila. Incluso cuando le peleaba era astuta, siempre sabía con qué responderle para molestarla y salirse con la suya.

Después estaban sus ojos. Joder, sus ojos. Le quitaban el sueño a Camila dejándola perdida en un mar verde azul. Siempre sentía ganasde solamente verla durante horas, su cabello, su nariz, sus cejas. Lauren era perfecta.

Oh, claro que Camila no era idiota. Ella sabía que esto era más que una confusión, mucho más. Querer besar a alguien sólo por encontrarla tierna, sin sentir algún deseo sexual, o darle abrazos todo el día no era normal. Camila ya lo sospechaba, llevaba tiempo desde que tuvo una conversación con su madre. Pero no quería aceptarlo, y ahora que pensaba en la posibilidad, sentía miedo hasta la médula.

Posiblemente, tal vez, Camila gustara de Lauren. Y puede que un indicio, uno muy pequeño, de enamoramiento hacia la ojiverde. Aunque no estaba del todo segura, creía. Obviamente no pensaba decírselo a Verónica aún, esta sufriría un ataque cardiaco y Camila no estaba segura de que tuviera seguro médico.

¿Qué has echo, Cabello? En qué momento, no podías fijarte en el  repartidor de pizzas sexy y moreno ¿verdad?

O sea ¡Era el lote completo! Hermoso, alto y amaba la pizza. El chico soñado. Pero nooooo. Debía fijarse en una chica ¡Vaya royo! Y además, una chica que la detestaba. Maldecía el día en que cruzó palabras con la perfección que conformaba Lauren Jauregui. También maldecía el día en que se interesó en conocerla quedándose en la biblioteca, pensando que así la superaría, tuvo el efecto contrario y terminó enamorándose.

—¿Todo bien?—Normani, una de sus amigas, la sacudió en el pasillo.
Camila había estado observando a la nada, pensando en su desgracia
de vida. Ella estaba con Ally y la chica de piel negra, acompañando a la rubia mientras recogía sus libros.

—¿Sabes dónde está Vero?—Ally preguntó mientras guardaba sus cosas. Ella se encogió de hombros, llevaba un rato sin verle.

—Mira, allí está el grupito—Normani sonrió.

Camila no se movió, parecía indiferente por fuera mientras observaba al grupo de Lauren llegar. No mostraba todos los nervios que sentía dentro, y también enojo, claro.

Lauren le vio, sus ojos brillaron un segundo y después volvió a ver a sus amigas, charlando. Estaban acercándose, pero Camila no encontraba excusa para pelearle, además no quería verle. Estaba cabreada con ella ¿Quién se creía esa fenómeno para no besarla? ¿Sabe ella cuantas oportunidades tuvo para hacerlo y lo dejó pasar? Jauregui sería inteligente, pero era una idiota. (Contradictorio pero cierto)

—Buenos días, plásticas—saludó Dinah, dándoles una mirada cargada de desdén, Normani resopló.

—Perdedoras—sonrío con la misma mirada a la rubia. Estas dos  se llevaban especialmente mal. (Ya veremos *doble guiño*)

Lucy parecía estar buscando a alguien, ya Camila sospechaba a quien, y al no encontrarla perdió el interés en el grupo. Los ojos chocolate vieron los esmeralda, estaban a segundos de irse y pasarla de largo.

—Cobarde—fue lo único que susurró la castaña, casi le da un lepe a Lauren al ver sus ojos confundidos.

De todas formas, la ojiverde debió pensar que era uno de sus insultos acostumbrados y no le encontró nada extraño. (Ayúdala señor)

—Princesita mimada—musitó antes de seguir el camino por el pasillo con sus amigas.

Porque en eso se basaba su relación, en peleas constantes e insultos. Camila se cansaba, pero si era la única forma de conseguir hablar con la ojiverde, sin estar en la biblioteca, ella estaba dispuesta a seguir.

—Ignóralas, Mila. Veo que aún no entienden que las perdedoras son ella— Normani se movió el cabello a un lado del hombro y sonrió, logrando embobar a todos en el pasillo porquébueno. ya saben, esNormani.

—Si, como sea—dije entre dientes, aún pensando en que quería darle un golpe a Lauren.

Esa tarde, después de que Verónica fuera a su casa con la excusa de ir a tomar fotos al atardecer. Camila entendía la traducción a español: ir a espiar a su vecina por la ventana. Ella quiso ir a la biblioteca. No estaba segura si Lauren estaría, solo necesitaba un lugar donde estar en completo silencio. Al llegar se sentó en el sofá, cruzada de brazos. Mejor sería leer. Eso hizo, estuvo metida en un libro que encontró donde la protagonista tenía ojos esmeralda. Oh, vaya, qué ironía. Sintió unos pasos, se detuvieron en la entrada, vacilantes, y después siguieron. Camila levantó la cabeza, encontrándose con Lauren.

—¿Viniste, fenómeno?—habló duramente y sin una pizca de cordialidad.

Lauren ladeó la cabeza, juntando las cejas antes de asentir. Aunque luego frunció el ceño, a la defensiva.

—Es una biblioteca pública, Cabello. Puedo venir cuando quiera—fue sin verle hasta una de las estanterías, buscando un libro —. ¿Dónde está?—murmuraba.

Camila no dejó de verla, la ojiverde estaba de espalda así que no podría pillarla haciéndolo. Después al ver que se volteaba, sus ojos se encontraron, los de la ojiverde observaron el libro que tenía Camila.

—¿Tú lees Hermosas Criaturas?—preguntó con aparente incredulidad, mientras alzaba una ceja —. Vaya, eso no me lo esperaba.

—Lo que lea o no, no te importa—Camila le observaba con los ojos entrecerrados peligrosamente.

—¿Qué te sucede hoy? Parece que un perro te ensució la ropa, Cabello— comentó con burla, la castaña aumentó el fuego en sus ojos —. Necesito el libro, yo lo estaba leyendo.

—Ahora lo tengo yo—dijo cerrándolo, mientras jugaba con él en sus manos, necesitaba sentir a la ojiverde cerca

—. ¿Qué harás al respecto?
—sabía que tenía que provocarla.

Lauren igualmente achicó los ojos, tomándolo como un reto. Fue hasta ella, quedando frente al sillón donde Camila estaba, extendiendo la mano.

—Lo estoy pidiendo amablemente, plástico—sonrío y Camila miró su mano como si tuviera siete dedos en vez de cinco.

—Ni te lo creas—replicó.

—No querrás que te lo quite a las malas... —amenazó y Camila se levantó de su lugar, quedando frente a ella a pocos centímetros de su rostro.

—Eres muy cobarde para hacerlo—aseguró, aunque al decir cobarde no se refería exactamente a quitarle el libro.

Lauren pestañeó como tonta, mirando el rostro tan cerca de Camila, pero sin retroceder. Las dos se observaban, veía a la ojiverde mirarle los labios para luego ir a sus ojos. Camila estaba que le gritaba a todo pulmón: ¡Anda, bésame de una vez, grandísima imbécil! Quería sentir los labios rosados sobre los de ella, para así de una vez asegurarse definitivamente de lo que sentía por la ojiverde y sufrir por ello.

Inconscientemente las dos chicas se fueron acercando. Los ojos de Lauren la observaban con tanta intensidad que sentía sus mejillas ardiendo, puede que, al fin, después de todos esos intentos fallidos, la fuera a besar. ¿Sentiría mariposas? Por qué aún sin haberla tocado ya sentía el cuerpo gelatina y el corazón a punto de salirse por la garganta. El aliento de ella le quemaba los labios, ya casi...

—Disculpe, jovencitas, ya vamos a cerrar la biblioteca y necesitan irse... — inició la bibliotecaria (Si, ella existía) acercándose y ahora incomoda, pensando que había interrumpido algo. (Es Dinah 2.0)

Lauren salió del trance y sacudió la cabeza, alejándose un poco de Camila mientras observaba a la mujer y asentía.

—¡Oh, vamos! ¿Esto es enserio? —Camila soltó mientras miraba con una rabia inmensa a la pobre mujer. Esto debía de ser una broma, una jodida y cruel broma ¿Acaso nunca podría besar a la ojiverde?

—Si, es verdad, jovencita. Ya es hora de cerrar y... —la señora explicaba sintiendo un poco de temor por los ojos chocolate, pero Camila la interrumpió.

—No me importa—la calló y con brusquedad se volvió a Lauren, que miraba un poco confundida por la actitud de la castaña. Apretó el libro contra el pecho de la ojiverde, con fuerza —. Toma tu estúpido libro, ya no me interesa—y se fue, sin darle una última mirada a la chica.

Tomó sus cosas y se largó, planeando darse una gran ducha y ordenar una inmensa caja de pizza mientras veía el Titanic. ¿Lauren? ¿Esa cobarde más lenta que el caracol del jardín? Ella podría irse a tomar por culo. Camila estaría durante dos horas enamorada del atractivo Jack Dawson, el moría, pero seguramente si se hubiera atrevido a besarla. (Me dolió, chama)


rivales | camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora