La ruta del cadáver II

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La enfermera y la entrenadora tenían una reunión urgente afuera de la enfermería, y por una vez el tema no era un accidente que Quidditch.

-¿Entonces McGonagall te dijo qué cosa?

-No sé de qué tanto esté enterada, pero creo que ha estado investigando. Tarde o temprano va a llegar a nosotras. Parece que ese Gilderoy ha estado caminando por toda la escuela.

-¡Pero estaba muerto cuando lo examiné! -protestó Poppy.

-No sé mucho de anatomía pero distingo a los muertos de los vivos, y el profesor estaba muy bien muerto cuando lo cargué -dijo Hooch-. Y te aseguro que continuaba muerto cuando puso el examen.

La enfermera se recargó lánguidamente en la pared y la entrenadora se sentó en el suelo junto a ella

-Sprout no es tan buena para invocar un inferi, ¿o sí?

Poppy negó lentamente con la cabeza

-Y tampoco pudo estarlo moviendo con hechizos. Yo misma revisé que no hubiera hechizos de movimiento en la sala.

Las dos se alarmaron al escuchar pasos en el pasillo de abajo. Faltaban horas antes de que los alumnos se levantaran a desayunar. Pasos extraordinariamente pesados seguidos de otros más menudos, y un tintineo de metales en movimiento. Una voz femenina intentaba contener los sollozos de otra garganta más ronca.

-Maestra Sprout... es usted... sniff... tan amable... sniff... yo no habría podido...

-Ya, Hagrid. Todo va a estar bien –dijo Sprout, en un tono tranquilo-. La maestra McGonagall me mandó a investigar porque Myrtle estaba haciendo un escándalo en el baño clausurado y ahí estaba

La maestra le echó un vistazo furtivo a la armadura que Hagrid cargaba como un gran costal sobre sus hombros. Por suerte era de una lámina bastante gruesa o no hubiera resistido los golpes que recibía a cada paso del semigigante. Aunque definitivamente al difunto dentro de la armadura le hubiera dado igual si lo estuvieran cremando con un montón de hojas o dejándolo podrir en el pantano del lago donde las sirenas no entraban jamás. Por supuesto Sprout tenía mejores planes para un cadáver nuevecito con tan interesante historial, pero más le valía que su cargador pensara otra cosa.

-Espero... sniff... devolverle algún día este favor... usted es muy buena persona

En la esquina, la enfermera y la entrenadora seguían a la profesora y el guardabosque con la mirada. Enfrentarlos sería decididamente estúpido.

-Pero entonces, ¿lo dejaremos aquí por hoy? -dijo Hagrid, alzando sus cejas bonachonas-. Alguno de los niños lo puede ver.

Hagrid hacía esfuerzos por poner de pie la armadura sobre un pedestal en el pasillo. La profesora no parecía querer acercarse.

-Una armadura en un pasillo no tiene nada de sospechoso. Nadie lo verá

Cuando por fin estuvo en posición, un hechizo bastó para dejarlo firme.

-Volveremos por ella el sábado en la noche, ¿de acuerdo?.

No bien dieron ambos la vuelta en las escaleras, las señoritas Pomfrey y Hooch levantaron la estatua con todo y pedestal y corrieron a la enfermería. En cuanto recuperaron el aliento, entre risas y festejos, comenzaron los planes.

-¿En pedacitos? -sugirió Poppy-. Podríamos llevarlo poco a poco.

-De todas maneras tendríamos que esconderlos en algún lugar y en esta escuela no falta el idiota anónimo que se de cuenta –dijo Hooch- Hay que esfumarlo.

18 sitios para esconder un cadáverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora