Los Titiriteros

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-¡Ron! ¡Ron! -dijo Fred, estrujando a su hermano menor- ¿Estás bien?

-Claro que no está bien, estúpido –bufó George- ¿Qué no lo ves desmayado?

Ron abrió los ojos, para encontrarse con Fred mirándolo fijamente. Por un momento le pareció casi tan molesto como su rata Scrabbers en la mañana. George examinó el cadáver de Gilderoy en el sillón y se sentó dejando un espacio. Tras jalar a Ron para sentarlo entré él y Gilderoy, le pasó el brazo sobre el hombro.

-Esta vez debo reconocer que te llevaste las palmas -dijo George en voz baja- ¿Cómo lo hiciste, Ron? Se ve maltratado pero nada de lesiones letales. ¿Veneno o solo un Avada?»

Fred descubrió un beso marcado con labial violeta en la manga de la túnica.

-Me da la impresión de que este no es tuyo –dijo, mostrándoles la marca del labial-. El violeta es más un color de Potter, a ti te vendría un labial color coral.

-Yo... Yo ni siquiera puedo explicarlo –dijo Ron, entrecortado-. Es muy largo de explicar.

-Habla, habla, tenemos dos horas.

-¿No se supone que Albus les iba a dar pociones?

-Sí, pero está resfriado y tomó demasiado jarabe. Quemó un caldero vacío y convirtió a Jordan Lee en un cotonete y después en un hidrante amarillo, así que nos dio la hora libre -dijo Fred, cerrando la puerta con un hechizo de sellado-. Empieza a hablar.

A la hora de la comida, unos alarmados Harry y Hermione entraron a la sala común. Ron estaba cabizbajo en un sillón.

-¡Ron! –dijo Hermione, corriendo desde la puerta- ¿En donde demonios estabas?

La voz de Gilderoy les respondió a sus espaldas

-Harry, Hermione, queremos darles la bienvenida a la selecta sociedad de los escondemuertos.

Los dos voltearon, alarmados. Los gemelos les sonreían desde la esquina. Todavía simulando la voz de Gilderoy, George siguió:

-El ilustre profesor Lockhart está bajo buen resguardo en el baño de los Gryffindor de cuarto año. Les aseguro que podrá aplicarles el examen a tiempo. Ahora, quisiéramos hablar con ustedes...

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Ron no podía creerlo, aunque llevaba en los brazos unos tres galones de formol. Harry lo seguía, cargado de mangueras, cuchillos quirúrgicos, y jeringas. Hermione llevaba solo un maletín con todo el maquillaje que pudo conseguir, un cambio de ropa limpio y un libro de encuadernación a todas luces muggle.

Cruzaron el dormitorio de los cuartos. Los compañeros de los gemelos estaban tan acostumbrados a los materiales exóticos y los negocios turbios que ni siquiera preguntaron. Hermione se quedó afuera vigilando la puerta.

En el baño, los gemelos tendieron a Gilderoy en una de las duchas, y luego estudiaron cuidadosamente unas páginas del libro. George le ordenó a Harry conectar una manguera a las regaderas, mientras él le abría las venas del brazo a Gilderoy. Todavía más helado se sintió Ron cuando Fred le pidió que le ayudara a desvestir y lavar el cadáver.

-Tiene que quedar perfecto –dijo Fred, en tono paciente-. No querrás que nadie se entere que está muerto, ¿verdad?

-Nadie tendría porque enterarse –refutó Hermione afuera-. Le puse bastantes hechizos anti-putrefacción anoche.

18 sitios para esconder un cadáverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora