La ruta del cadáver III

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Como en los viejos tiempos. Solo que no tenía a Lucius ladrándole instrucciones, ni a Bellatrix recordándole su estupidez de dejar pistas innecesarias. Tampoco a Crabbe Senior que cargara los cadáveres.

Caminaba un poco ladeado, con pasos largos y rápidos, pero intentando disimular el enorme fardo invisible sobre sus hombros. Los alumnos con que se topó debían pensar que lo alcanzó un rayo o trataba de librarse de un Imperius.

El escritor se lo merecía después de su insolente actitud. Severus no veía nada intrínsecamente malo en matar a Gilderoy, de hecho casi le había hecho un favor, pero tenía doce años con un pie en Azkabán y si lo ingresaban en prisión sus amiguitos mortífagos estarían felices de verlo. Seguramente le tendrían un comité de bienvenida. Además, le venía a la cabeza una lista de mejores razones y mejores víctimas (incluidos alumnos) para ser convicto de asesinato.

Llegó al aula de pociones, descargó sus hombros por un momento y apresuradamente puso algunos ingredientes en sus bolsillos. Insuficientes para la concentración de reactivos que requería, pero al menos le ayudarían a empezar. A tientas localizó el cadáver y luego lo puso de vuelta sobre sus hombros.

La primer idea para deshacerse de la evidencia fue un simple, limpio y rápido Inferi. Desgraciadamente un inferi no cubría el rango intelectual del profesor. ¡Eso ya era mucho decir!

Además, si descubrían el Inferi, ¿a quién irían todas las miradas? Naturalmente al único exmortífago en varias millas a la redonda.

Quedaba una opción: Poción Zombie. Es la clase de poción que nunca viene en los libros, se había quedado anticuada cuando se inventó el hechizo Inferi. Demasiado cara y demasiado complicada de prepararse, pero conservaba parte de la inteligencia y de la personalidad de la víctima. Ya se le ocurriría algo para que pareciera que el imbécil se mató por sí mismo en un accidente. Ahora necesitaba un caldero enorme. Una tina, de hecho.

Sin fijarse en la aterrada Penélope Clearwater, Severus pasó a la última tina del baño de prefectos. La Penélope se largó inmediatamente, envuelta en una toalla. El profesor de pociones quitó el hechizo desilusionante, llenó la tina con agua muy caliente, vacío sus ingredientes. Algo faltaba. Desvestir al profesor.

-Hasta preparar pociones puede tener un lado feo -se dijo, frunciendo la boca.

Puso esfuerzo extra en callar al resto de las voces en su cabeza cuando llegó a la última capa de ropa.

Tiró (literalmente) el cadáver en la tina, sin cuidarse de la posición en que cayera. Midió y vacío el resto de los ingredientes.

Ahora tenía un cadáver flotando en poción zombi de baja intensidad. Esa concentración no reanimaría a un humano, pero estaba bien para empezar a macerarlo. Urgía ir por el resto de los ingredientes a su armario particular. Cualquiera que entrara pensaría que el profesor solo estaba tomando un baño.

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-Ehhh... ¿todavía hay alguien ahí?

Percy se dio aires de valentía. Penélope se escondió tras él. Ya se había puesto algo de ropa, pero seguía tan asustada e indignada como cuando lo alcanzó en el pasillo y de algún modo lo convenció de ir a hablar con el profesor Snape.

El baño estaba muy lleno de un vapor pesado, pegajoso y ligeramente verde. Vaya si hay gente con gustos raros para los aceites de baño, pensó Percy. Enfrente de una de las tinas encontraron una hermosa túnica que definitivamente no era del estilo Severus Snape, pero quizá su propietario les podría decir a donde fue el profesor. O quizá no.

-¡El Profesor Lockhart! ¡Se ahogó en la tina! -gritó Penélope, muy cerca del oído de Percy para su gusto.

Aún en medio de su pánico Percy se dio perfectamente cuenta de que Penélope se estaba comiendo al profesor con los ojos, inclinada sobre la tina.

-Hay que... hay que darle primeros auxilios -Penélope se inclinó más, y tomó el rostro del profesor entre sus manos. A punto de poner sus labios sobre los de él, sorprendió la mirada de reproche de Percy

-Hay que sacarlo de aquí, el vapor lo va a acabar de asfixiar.

Entre los dos se las arreglaron para llevar al profesor afuera. Un grupo de Hufflepuffs curiosos casi los pescan con el desnudo cadáver sobre los brazos.

-¡Pronto!¡La entrada de Ravenclaw esta muy cerca de aquí! -exclamó Penélope, juntando toda la ayuda posible.

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Corrió como nunca, falló como siempre. Alguien había tomado ingredientes de su armario (casi apostaba que para preparar multijugos), y le costó trabajo encontrar todo lo que necesitaba. De todas formas, en el baño se encontró con que la poción que supuestamente no tenía suficiente concentración para volverle el movimiento, inteligencia y personalidad al difunto funcionó de maravilla. Gilderoy ya no estaba. Tal vez con la poca inteligencia que tenía no hacía falta mucho para restablecerla.

Las ropas estaban en el suelo, o sea que el zombie salió sin ropa al pasillo (lo cual explicaba la presencia de un grupo de Hufflepuffs asustados afuera). Ya se enteraría cuando Flitwick lo comentara indignado en la sala de maestros. Limpió el desorden con algunos Fregotego y convirtió las ropas en toallas mojadas con un sencillo hechizo. De momento había alejado el foco de las sospechas de su persona, y solo necesitaba un pretexto para volver a matar a Lockhart.

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Penélope se adelantó para despejar el camino, mientras Percy intentaba arrastrar tremendo peso muerto. Cuando cruzó la puerta de Ravenclaw ya le daba lo mismo si el profesor estaba vivo o muerto, pero lo siguió arrastrando. La prefecta Clearwater le indicó el único dormitorio abierto y vacío: Chicas de segundo año. Pusieron al profesor sobre la primera cama y ambos intentaron desesperadamente con todos los hechizos de auxilio que sabían. Era ya bien entrada la noche cuando se dieron cuenta de que no se podía hacer nada. Afortunadamente los de segundo después de la cena pasaron a la biblioteca y luego a Astronomía. Eso los dejaba con un lindo difunto y mucho tiempo para pensar que hacer. Buscaron a Poppy en la enfermería pero solo estaba Sprout, muy molesta y esperándola desde hacía horas. Pero al regresar, había todo un escándalo en el dormitorio.

-¡ESE PERVERTIDO! -vociferó alguien-. ¡SIGUE DESNUDO DENTRO DE LA CAMA DE LUNA!

La afectada se veía un poco perpleja pero no tan espantada como el resto de las mujeres de la casa. Neville Longbottom estaba junto a ella, consolándola de un susto inexistente y ofreciéndole tomar un té en la sala Gryffindor para calmarse. Penélope y Percy reconocieron que ya no era momento para explicarles nada.

18 sitios para esconder un cadáverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora