Debajo del puente había un demente

80 13 7
                                    



―Me dijo que no me quería ver más.

―Estás triste

―No, no.

―Lo pareces. Triste, digo. Muy putamente triste.

―Nos conocíamos de hace rato. De alguna forma fue la primera persona que me vio luego de unos años de mierda, años de pura insensibilidad. Me vio. Alzó la mano, dijo: te veo, te llamas tal, y conozco tu alma, eres divertida, en el fondo eres muy dulce, mierdas así. Me vio. Y ahora me dice esto.

―La vida es así pues...

― No me contesta los mensajes.

―¿Le has mandado mensajes? ―Pregunta porque me conoce.

―No, pero lo pensé. Antes, ella siempre me habló primero. Cuando nos enfadábamos, yo lo dejaba estar por un rato, hasta que se me pasara el enojo, luego pensaba en mandarle un mensaje para arreglar, pero ella siempre llegaba antes. Tal y tal cosa, quedemos bien, decía, y de alguna forma siempre volvíamos a ser amigas. Pero ahora ha pasado tiempo y he pensado en mensajearla muchísimas veces, pero ella no ha dicho ni pio.

―Divorcio por diferencias irreconciliables.

―Algo así.

―Pues escribe el mensaje y mándaselo.

―Difícil. Aunque diga que lo voy a hacer, difícil que aun escrito lo mande. No puedo. me quedo muy expuesta. Ella siempre sabe que yo le voy a contestar, pero yo no sé cómo procede ella. Lo haría, igual, pero terminaríamos peleando aún más, y me pondría sarcástica y bruta e hiriente. Y no quiero herirla. No quiero herirme. Después me arrepiento, sabes. Pero no vale una mierda, así que sigo en esa parada nomás, hasta la muerte, aunque me haga mierda por dentro. Soy así. Pienso a veces que ella me vio, pero vio solo lo bonito. Lo otro lo rechazó. No sé cómo pudo cuando los bandos están harto empatados. Se agarran a combo firme a veces. Pienso: entre más tiempo pase, menos posibilidades de que lo arreglemos. Me hace sentir...

―Triste.

―Derrotada. No triste, derrotada. Insuficiente. Igual a medida que más tiempo pasa, menos recuerdo las razones del porqué tengo que intentar salvar la amistad. Me cuesta recordar los días buenos, a pesar de todo. En otro momento volveríamos a pelerar y tendríamos que estar pasando por esta mierda de nuevo. Infinito.

―Esa es la vida.

―No digas eso. No tiene ni un sentido. Se siente como autoflagelarse. No me gusta el dolor.

―No se nota.

―Sí, sí se nota. Solo que la gente a posta no lo ve. Piensa que estoy jodiendo con la indiferencia, pero de verdad soy así. Tengo este gran vacío donde debería estar la empatía. Bueno, digamos que puedo dormirla a consciencia cuando yo quiero, mejor, está, pero es sumisa, a penas la siento a ratos. Aflora en algunos momentos con una fuerza increíble, pero cada harto tiempo y sería, el bajón dura casi nada. Se cierra el telón para ella. Me da miedo. Puedo estar lastimando a alguien con lo que digo y aun cuando me doy cuenta no lo siento por esa persona, no me siento bien tampoco, pero no me detengo. Sigo, hasta que el otro recula, entiendes. Eh estado en el otro lado, en todo caso así que no me mires así. Es por eso, no quiero volver a estar en esa posición.

―Ah, que complicado es todo.

Fuma en silencio y pienso que las palabras me están acabando, los pensamientos bullen en mi cabeza, dicen: las palabras te están acabando, oye, en serio, mira si no fueras tan orgullosa... ¿Es orgullo?, pregunto, pensé que era una mierda sobre la auto protección. Demasiado autoprotección, dicen las palabras, mira ni te atreves a hacer lo uno ni lo otro y te quedas sin nada, seca. Mejor que jodida, respondo. Las palabras están cuando suspendo los dedos en las teclas, están, soy yo la que de ellas se escinde a veces sin ninguna razón, no me comprometo. Porque hay en mi pecho un tipo de tristeza que subyace, aterida, sin adulterar, una tristeza pura.

―Me siento azul―digo sin ninguna razón. Apaga el cigarro en una concha en medio de la mesa y me agarra del brazo. 

The way the dead loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora