El perro me muerde la pierna como si fuera un hueso de juguete. Lo alejo, se va y vuelve y mueve la cola salta no está leseando conmigo, me quiere comer. Y me da risa y eso es porque estoy histérico, bueno, no, me da risa y eso es porque en el fondo me da igual.
Cómeme y procura no dejar nada
Mueve la cola y me mordisquea la pantorrilla, le atajo una pata y llego hasta la cola y le doy un tirón solo para molestar. Sigue en la faena como si nada. No le importo.
A sí que a ti tampoco.
No llorés.
Quién está llorando, boludo. El sol me da justo en la cara... culiado lindo, de dónde saliste. Cuantos hijos tienes, tienes señora, son las preguntas básica, perro. Cómo estás, y sigue la hueá, respóndeme todo.
El perro me jala la piel, me la tiene bien enganchada con los dientes, muerde con fuerza, hasta que puedo ver la sangre comenzar a manar por donde tiene incrustados los colmillos.
Me llamo Donovan, dice a penas me suelta, luego me lame las heridas.
Jaja, digo yo.
Me da pena comerte. Aunque tenga mucha hambre, me da pena comerte, pero si me da más hambre te voy a tener que comer igual, te aviso.
Sigue las gotitas de sangre con la lengua.
Ah, huele a asado, le digo, a cena de año nuevo, huele a pollo asado, carne asada, a chorizo.
Engancha de nuevo los dientes a la piel y el dolor forma rizos de algo en mi guata, es agradable, como un subidón, un clímax que me empala y me impele y me mata. Muevo la pierna como si lo fuera a patear, hunde aún más los dientes y empuja hacia abajo, cuando me tiene la pierna al ras del suelo se echa encima y me muerde las espinillas.
Quítame una pierna o quítame las dos, me da igual.
Con que te da igual. Y un brazo y la cabeza y la guata.
Todo llévatelo todo. Quién me va a echar de menos. Soy un mártir no ves, cuando me comas viviré en ti, quizá así tenga un poco de aventura, llevo aquí no sé cuánto tiempo esperando a que alguien venga a rescatarme, pero no vino ni un príncipe, ni un rey, ni una mierda, no vino ni una madre, ni un padre...
Solo yo.
Solo tú.
Te quiero.
Si sé. Yo también.