El Pusi

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You are perkin, es que no lo veo de otra forma. No lo puedo entender.

Es un pusilánime, nomás. Dijo el loquito acodado en la esquina. Lucía una chasca que le tapaba toda la cara, pero entremedio asomaba el culo blanco de un pucho.

No te da miedo que se te queme el pelo, preguntó el Pusi. La verdad es que parecía una vagina con las mejillas rosáceas carne y el bigotón hirsuto que se le mezclaba con los pelos de la nariz.

Naha.

Recuerdo haber tenido esta conversación en la casa de no sé quién, haciendo no sé qué, tomando, probablemente. Curándonos, es que es ese tiempo andábamos todos muy bajoneados por x y x motivos. De todas formas no necesitábamos muchas razones para comenzar a darle a la botella. Solo que uno sintiera una pena más o menos intensa, no importaba si era perdurable, solo que hubiese estado ahí por, aunque sea, una milésima de segundo. Sí, la verdad, éramos bastante alcohólicos.

Iban por ahí más o menos mis pensamientos cuando les dije:

No les parece curioso que curarse de tomar tenga que ver con curarse de sanar, no lo encuentran una epifanía. Podría decírselo a mi mami.

Tú no tienes mami, dijo el Pusi.

Sí si tengo mami, el que no tiene mami eri tú.

Verdad, se rió. Me pareció que era el momento para dar la noche por terminada. La pena se había ido, no quería invitarla de regreso. El compadrito del cigarro también era huérfano. Se sacó el cigarro de la boca y lo apagó en la mesa.

Oye, culiado mi vieja me va a matar, loco, dije.

Ah, la casa era mía. 

The way the dead loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora