DOS

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LA PROFECÍA DEL DRUIDA Y EL GUARDIÁN DE GUNDAE

— Soy un idiota, mamá. — pronunció en un sollozo lastimero. Las lágrimas saladas bajaban por sus mejillas como cristalinas gotitas de lluvia sin control. Se sentía el mayor perdedor de la historia. — MinSeok confió en mí y yo le di la espalda, pero ¿Qué podía hacer por él si no he podido hacer nada por ti? — dejo salir con toda amargura de su corazón.

Tao volvía a sentirse como un niño pequeño llorando en las faldas de su madre, lamentablemente a diferencia de los días de antaño, ya no podía recibir los cálidos mimos de la hermosa mujer, que susurrándole palabras de aliento, animaba su alma decaída y eso lo hacía llorar con más ganas.

Se encontraba en el alba de una cálida tarde de verano, su bella madre sentada en un cómodo sillón de gamuza roja, observando el horizonte tras su ventana sin ninguna expresión en su rostro delicado, su largo cabello negro cayendo como cascada hasta llegar al piso y sus ojos oscuros carentes de brillo.

Tao estaba arrodillado frente a ella, con su cabeza descansando en su regazo. Y sin importarle lo patético que pudiera verse, continuó en esa misma posición por largos minutos. Sin embargo, un poco cansado y triste de no poder sentir el verdadero calor de su mamá, levantó la cabeza con sus ojos irritados y la garganta obstruida por un nudo tan difícil de tragar que le provocaba dolor.

— A veces me gustaría que al menos me pudieras mirar. — logró murmurar con la voz rota y las lágrimas comenzando a deslizarse por sus mejillas una tras otra intentando contenerse con todas sus fuerzas.

— Ni siquiera gastes tu energía. Sabes que ella ya no es tu madre. — al segundo de escuchar la dura voz de ZhouMi pronunciando aquellas crudas palabras, se levantó con rapidez secándose las lágrimas bruscamente.

— ¿Qué haces aquí? — preguntó con monumental dificultad para no escucharse afectado. Dejándole saber que no era para nada bien venido.

El hombre mayor sonrió sardónicamente y se movió con gracia hasta llegar frente a la ausente mujer.

— Solo quería platicar con mi hermano ¿es acaso un crimen? — Tao se estremeció y se puso totalmente tenso al ver como ZhouMi acariciaba la mejilla de su madre. Como si sus dedos fuesen garras amenazando con destrozar la delicada piel de la mujer.

— Entonces habla. — ordenó. — Porque yo no tengo nada que decirte. — aquellos ojos oscuros se cernieron sobre su persona y a paso lento se fue acercando a él.

Por cada latido de su corazón, un paso de ZhouMi.

Tao retrocedió por acto reflejo.

— Me enteré de que un par de perros estuvieron buscándote. — el tono sedoso y tranquilo que utilizaba al hablar le generó una fría sensación de angustia recorriendo su torrente sanguíneo. El aire se le escapó de los pulmones y sus ojos se agrandaron de la sorpresa. — Más específicamente para que los ayudaras con un chico con una condición bastante especial ¿no es así? — la mirada sobre su cuerpo se pintó de un cruel interés haciendo a Tao sospechar y temer al mismo tiempo.

— ¿Cómo lo sabes? — preguntó torpemente.

— Tengo que decirte que la pregunta me ofende. Yo sé todo sobre este bosque, hermanito. No deberías sorprenderte. — la intimidación que ZhouMi lograba ejercer sobre él, le generaba una impotencia pesada que se aferraba su corazón con garras de acero hirviendo

— ¡Dime de una puta vez que es lo que quieres! — Terminó por explotar con su respiración errática y su pulso desbocado.

— Primero, deberías cuidar como te diriges a mí. — Demandó con la molestia filtrándose en su tono de voz. — Yo soy el líder del aquelarre y a si seas mi hermano, no te voy a permitir estas faltas de respeto ¿estás entendiéndome, TaoZi? — murmuró muy cerca de su rostro y con sus manos empuñando el cuello de su camisa. El más joven de los hermanos apartó la vista y su mandíbula se tensó al punto de temblar. — Y, en segundo lugar, lo que estoy buscando de ti es que me traigas a ese chico a como dé lugar. — Tao sintió el aire escapando de sus pulmones. ZhouMi lo soltó bruscamente haciéndolo trastabillar. El líder no necesitó esperar la clara pregunta que se divisaba detrás de los ojos del menor y respondió por mera cortesía. — Cuando ese chico llego al aquelarre con ese asqueroso hombre me sorprendió no sentir absolutamente ninguna clase de energía emanando de él. En su momento me recordó mucho a mamá ¿recuerdas lo que le hizo mi padre hace tanto tiempo? Apuesto a que sí. —

6. Instinto de Omega [타오리스 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora