Quinto suspiro

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Quinto suspiro:

Deslizo la hoja con la historia corta que hice para Margaret por debajo de su puerta. A pesar de que estoy escribiendo la primera historia larga—o intento de novela—para ella, no pienso detener los pequeños cuentos que le entrego en forma de cartas cada semana; menos ahora que lo necesita más que nunca.

La visita de Opal e Ivy ocurrió hace exactamente cuatro días, pero ella no ha salido de su recámara. Sé por Charlotte que está tomando antidepresivos una vez más, igual que yo. Claro que a ambos nos afectan de formas distintas: mientras que a mí me causan insomnio y me ponen paranoíco, a Margaret la agotan a un punto en el que a duras penas puede levantarse de su cama. Dudo que abandone su cuarto en unos días, mientras intenta procesar la noticia de su hermana embarazada y vuelve a acostumbrarse a los antidepresivos. Mientras tanto, mis historias la acompañarán.

Mis historias y las margaritas.

Escucho una puerta abrirse tras de mi y, dado a que no es la mía, no me cuesta adivinar que es la de Jacob. Volteo para encontrarlo, sus ojos celestes se ven cansados y está muy pálido. Tuvo una recaída tan solo hace dos días, razón por la que carga ese alto tubo metálico con ruedas, que sostiene el suero que le suministran con una vía. Sonrío al ver que también le pintó una cara a la bolsa del líquido transparente. Él me devuelve la sonrisa, intentando verse lo más animado posible, pero resulta ser muy poco.

—¿Cómo se llama? —pregunto, asintiendo hacia la bolsa de suero pintada.

—Caroline —él la hace rodar hasta mí para quedar justo a mi lado —. No nos llevamos muy bien y ella lo sabe.

—¿Aún no aparece un donante? —le preguntó y él suspira.

—No...

La anémia aplástica es una enfermedad sumamente rara que afecta a la sangre. Básicamente, la médula ósea de Jacob no produce suficientes células sanguíneas, lo que se traduce a que la debilidad, los mareos, los sangrados por la nariz y la dificultad para respirar acompañan a menudo a mi amigo. Sé todo esto por Charlotte, quien me explicó la gravedad de la enfermedad de Jacob hace un tiempo ya:

"Es mucho más propenso a contraer infecciones que ustedes, mi niño", me dijo aquella vez, "además de problemas cardíacos. Si Jacob no obtiene un transplante de médula ósea, no sobrevivirá."

¿El problema? No aparece un donante compatible, así que Jacob debe someterse a incontables transfusiones de sangre que lo mantienen estable mientras espera. Lo observo más pálido, más encorvado, más débil. Está empeorando y se nota; él lo nota también pero finje no hacerlo. Tiene la manía de ignorar lo que le sucede, siempre poniendo sonrisas y enfocándose en los demás. Creo que, en secreto, le da miedo todo lo que está viviendo. De hecho, jamás lo he escuchado pronunciar el nombre de su enfermedad.

Jacob está fingiendo no estar enfermo, pero le está saliendo muy mal.

—¿Ella todavía no sale? —me pregunta, señalando hacia la puerta de Maggie. Yo niego con la cabeza —. ¿No te preocupa?

—Hay margaritas en la ventana —le digo —. Mientras las haya, ella estará bien.

Jacob me observa, sus ojos azules muy claros me analizan como si esperara que dijera algo más. He notado que está un tanto afectado por todo esto de la verdad de Margaret. Él en serio no esperó que la vida de mi amiga se basara en tantas desgracias. No sé si lo que siente es culpa, o preocupación, pero lo que sea que esté sintiendo lo está empujando a pensar constantemente en alguien que supuestamente odia. Me pregunta a diario por ella, suspira cuando descubre que no ha salido de su habitación y mira a su puerta como si quisiera entrar, pero jamás lo hace.

Cuatro veces hasta luego || P.E 0.5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora