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Como explicarle a una niña de cuatro años la complejidad del matrimonio que sus madres tenían, lo mas extraño era que aquello que a Maura y Jane les resultaba incómodo y casi prohibido, no parecía ser nada del otro mundo para su hija. Se quedaron heladas y pensativas mirándose con desconcierto fuera de la habitación de Camile tras haber rechazado el pedido de un beso que la niña había hecho. Esa noche fue extraño para ambas volver a dormir sabiendo que la otra estaba a solo metros de distancia, sin duda alguna el proceso de adaptación ante tantos cambios sería lento, las mentes de ambas mujeres volaron en mil preguntas durante horas antes de lograr conciliar el sueño, lo que mas les preocupaba era cómo iban a conseguir un funcionamiento armónico en esa nueva familia tan poco armoniosa.

Jane abrió con pereza los ojos en su nuevo colchón, en su nueva habitación, en su nueva casa y definitivamente en su nueva vida, se estiró plácidamente entre las deliciosas sábanas que se parecían tan poco a las de la cama del hospital y sonrió con placer. Miro de reojo el despertador y se sorprendió al ver que eran más de las diez y nadie había reparado en despertarla aún. Camino con lentitud por la casa y no tardo en darse cuenta que estaba sola, Camile se encontraba en el prescolar y tanto Maura como Ángela de seguro estarían trabajando. Y fuen entonces, en ese preciso momento que cayó en la cuenta que necesitaba regresar a la comisaría si quería volver a ponerle orden a su vida. Se tomo un café con los restos que la pelirroja había dejado en la máquina, se calzó su traje azul oscuro y cuando estaba por salir noto que aún no tenía auto, inspecciono los bolsos de la forense hasta encontrar algo de cambio y caminó hasta la cochera para bajar luego a tomar un taxi, cuando llegó ahí, algo le llamo la atención, un gran bulto escondido bajo una sábana negra, lo destapo y encontró para su sorpresa la motocicleta que Maura había comprado cuando Camile aún estaba en su vientre. Lo pensó apenas unos segundos y término tomando las llaves de aquel infernal aparato, se puso el casco y bajó a las calles de Boston dispuesta a recuperar su trabajo. Para cuando llego a la comisaría extrañaba su auto mas de lo que había imaginado jamás, definitivamente lo suyo no eran las dos ruedas.

Las caras eran pálidas mientras la veían abrirse paso entre los uniformados, muchas caras nuevas sin duda, aunque también muchas conocidas que parecían no salir del asombro, era como si vieran a un muerto caminando entre ellos, y era de esperarse, muchos de ellos ya la habían dado por muerta hacia muchos años.

K- ¿Pero que demonios haces aquí?- pregunto el detective mirándola por el espacio que había entre sus lentes y sus ojos sin podérselo creer.

J-Me dijiste que hay papeles que debo llenar si quiero volver, y he venido a llenarlos- dijo cruzándose de brazos y tomando asiento en su viejo escritorio sin darle demasiada importancia al asunto.

K- Pero no puedes estar aquí Jane, aún no te han dado el alta definitiva y antes de comenzar con la recapacitación necesito la autorización de tus médicos.

J- Korsak el Estado me sigue pagando, no quiero estar sentada sobre mi culo otros seis meses hasta que me dejen volver.- La mirada de la morena era firme pero sincera, necesitaba recuperar su antigua vida si quería darle sentido a esta nueva realidad que le tocaba transitar.

El sargento entendió que de nada servía discutir con esa mujer, si algo le había enseñado sus muchos años junto a ella era que cualquier discusión con Jane Rizzoli estaba perdida antes de comenzar. Le dio los papeles que tenía que llenar para poder enviarlos y conseguir la habilitación de la detective quien se puso de inmediato a completar los formularios, para su suerte el espacio vacío que había dejado no se había llenado aún, la crisis presupuestaría dio lugar a que simplemente pusieran detectives flotantes que llenaran ese puesto en ocasiones necesarias.

Estaba tan absorta en lo que hacía que no noto los tacones agudos retumbar por el pasillo y detenerse de golpe frente a la puerta de la oficina de homicidios, Maura se quedó mirándola sentada en su escritorio y el pasado le regresó con tanta fuerza que la hizo retroceder un par de pasos con total incredulidad. Volteó la vista a ambos lados del corredor como buscando una explicación, el corazón se le apretó en el pecho y volvió a caminar para entrar en la habitación, dejó una carpeta sobre el escritorio de Korsak sin reparar en las gracias que este le daba y se clavó frente a la morena cruzando los brazos sobre su pecho.

Un pacto para la eternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora