18- Decisiones

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Llegué a casa más tarde de lo normal ese día. James me acercó hasta allí. Ingresé y el silencio ensordecedor marcó el ambiente. Eric se había marchado. Cada cosa suya había desaparecido, me había abandonado, mejor dicho, lo había perdido.

Comencé a juntar mi ropa desperdigada en el suelo y encontré una camisa sucia de él. Su esencia estaba en ella. Me quité la ropa, me la coloqué y, por ese instante, me reencontré con sus brazos, con sus labios llenos, con su cuerpo esculpido.

Estaba perdida sin él, fui consciente de eso, de que no podría seguir adelante, que él me había cambiado de formas inimaginables.

Lo amaba, lo amaba al punto de la locura, era sólo que me extraviado en el dolor, había perdido el camino que me llevaba hacia él. El dolor había eclipsado ese sentimiento, pero, allí sola, en ese enorme espacio, entendí que no quedaba nada. Y que ese hombre y su amor me habían convertido en una nueva mujer, que mi hija me había hecho una nueva mujer. Una oruga que se transforma en mariposa, en algo tan hermoso que no encuentras palabras que lo expresen.

Me acuesto en nuestra cama y cierro mis ojos, deseando con toda mi alma, no volver a despertar. Estoy muriendo, mejor dicho, deseo hacerlo, porque soy cobarde, porque me considero insuficiente y, sobre todo, porque, estoy convencida, de que nadie me extrañará verdaderamente.

Allí, en ese diminuto espacio, imaginé todo lo que había vivido, cada escena que había iluminado mi vida y que ahora me hundía en el más profundo de los abismos.

Dos días más tarde, los golpes en la puerta se volvieron ensordecedores

- ¡Váyase! - grité desde lo más profundo de mis entrañas, pero el golpe se volvió más firme. No se iban a ir. Con toda la ira del mundo me puse de pie. Echaría a patadas a quien fuera. - ¿Se puede saber qué mierda quieres? - Era Lara, ¿quién más podría ser?, di media vuelta y volví a la cama

- ¿Estás loca o qué? Todos estamos preocupados.

- Estoy viva gracias y ... adiós, cierra bien la puerta...- tomó las sábanas y las mantas y las arrancó de mi cuerpo

- Deja de comportarte como si estuvieras enferma

- ¿Es que todavía no te das cuenta Larita? Lo estoy. Estoy enferma de amor- volví a recostarme derramando lágrimas en la almohada. Ella se colocó a mi lado, tocando mi cabello

- Una vez, hace 20 años, te dije que todo estaría bien. ¿Lo recuerdas? Bueno. Las cosas no son tan sencillas. Nunca lo fueron, pero era sólo una niña tratando de consolar a otra frente a un acto cobarde y vil.

- Me llenaste de fuerza ese día. Te agradezco que hayas estado a mi lado.

- Sin embargo, la cuestión es, que las cosas no van a estar bien a menos que tú decidas eso. Una vez me dijiste que podía tomar a Yannick cuando quisiera, que él no se opondría.

- ¿Y?

- ¿Por qué sigues llorando por Eric y no tomas lo que te pertenece?

- Es diferente...

- No, no lo es. Tú no eres como yo, Tanita

- Es demasiado tarde...- respondí con un hilo de voz

- No, no lo es, pero, lo será si dejas el camino libre y Eric sigue pensando que lo engañaste.

- Jamás lo engañaría

- ¿Como saberlo? ¿Alguna vez le dijiste que lo amabas? ¿qué era el único hombre para ti?

- Si, claro, muchas veces

- ¿En serio? ¿realmente fue así?

- Dios, soy una imbécil... - recordé las veces que lo había pensado. Cada vez que me hacía sentir la mujer más bella del mundo, la más deseada, la más querida a un punto de devoción.

- ¿Entonces?

- No- repetí con mi voz quebrada- jamás se lo dije. Es el único hombre que amé en el mundo y no tuve las agallas de decirlo...

- Bueno, está viviendo en su antiguo departamento. Ve y toma lo que es tuyo u otra lo hará.

- ¿De qué estás hablando? - me senté en la cama como si se tratara de un resorte

- Las habladurías vuelan Tanya. Todos saben que él está soltero nuevamente.

- Malditas perras...

- Concéntrate en él. Él te elegirá sobre cualquiera, pero, tienes que mostrarle que de verdad quieres esto - sequé mis ojos en ese instante.

- Ya no se si pueda

- Eres la misma Tanya, encuéntrate contigo misma, sé valiente, sé la cazadora sin miedos que siempre fuiste. Ve por tu presa

- Debo ir a buscarlo...

Llegué a su departamento envuelta en un mar de dudas. ¿Qué haría si mi amor me rechazaba? Intenté acallar todo aquello que causaba duda, que se esparcía dentro de mi como una enfermedad que roía mis huesos.

Ingresé al edificio y tomé el ascensor, al llegar al pasillo vi que Eric estaba hablando en la puerta del departamento con una mujer.

- Vamos cariño. Déjame quedarme contigo, puedo hacerte sentir muy bien

- Mónica, en serio, ya basta. Te dije que no estoy de humor

- ¿Tú? ¿No estás de humor para el sexo? ¿Qué pasa? ¿Problemas para que se te pare?

Me mantuve en silencio escuchando la risa burlona de la maldita perra. Problemas para ponerla dura, en tus sueños, zorra.

- Tal vez sea que ya no estoy interesado en ancianas promiscuas con esposos gordos que sí tienen problemas de eyaculación precoz.

- ¿Qué has dicho? - contuve una carcajada mientras la mujer se enfurecía, había estado buena, había que reconocerle que no había perdido el toque, siempre había sido de los más original en sus bromas

- Lárgate de aquí y no vuelvas

Los tacones se escucharon tronar en el silencioso pasillo, Eric cerró la puerta y salí de mi escondite.

Llegué a la puerta y estuve a punto de golpear más de 10 veces. Luego, me percaté de mi estupidez. Él jamás me dejaría pasar...

Busqué en mi cartera la llave esperando, estúpidamente, que no hubiera cambiado la cerradura. El clic que hizo al abrir fue el sonido más bello que había escuchado en mucho tiempo...

Tanya - SAGA APASIONADAS (Romance +18) Libro 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora