-". . ."
Con métodos aprendidos y puestos en práctica en el campo de batalla, aun en su peor estado, pudo dejar en ridículo a las Japoneses, conocidos por ser bestias, eso sin duda podría desmentir toda su gloria. Lo más práctico que podía hacer sería pasar por la puerta; sin embargo, no era lo más eficaz, por muchas razones, de alguna forma debía entrar por la ventana.
-"uno... dos.."
Con una sola mano y parte de su brazo, se aferró al marco de la ventana luego de dar el impulso necesario; la única forma de entrar para él, era cayendo al suelo. Pensó en una manera de entrar sin hacer tanto ruido, pero no tuvo opción, lo que también consiguió fue un dolor en la zona de su cara por caer boca arriba.
-"Auch..."
Se quedó unos segundos inmóvil en el piso antes de inclinarse para poder analizar mejor sus entorno, estaba detrás del escritorio de Nakamura, a su izquierda había nada más que un rincón desolado y al otro lado había una puerta... ¿qué había detrás de aquella puerta? La curiosidad de Ancel nunca llegó a ser más grande que él, según lo que él respecta; pero de todos modos, estaba allí para investigar, ¿cierto? La muerte estaba asegurada.
Caminó encorvado y con lentitud hasta aquella puerta que estaba entre abierta, tuvo suerte, así primero podría ver por la apertura por precaución. Ancel hizo lo antes mencionado, eh intento no hacer ruido del susto que llevó... sabía que Nakamura tenía una recámara en alguna parte del campo, nunca pensó que estuviera en su misma oficina por muy estúpido que sea no haberlo adivinado; pero ¿de tanto cansancio con él que lidiaba cómo pensaría en eso? Y ¿por qué?
Retrocedió solo con un paso concentrándose en conservar la calma. Entendió mucho más la importancia de guardar completo silencio, probablemente estaba en una carrera contra el reloj. No perdió el tiempo ni la cordura, y comenzó por los cajones que estaban abajo del escritorio; mientras más buscaba, más se daba a entender que no tenía probabilidades tan grandes, todo estaba en Japonés.
-"Maldición...un minuto".
Se percató de que algo estaba escrito en inglés, y por lo que decía, sabía que lo había escrito Nakamura; pero eso no fue lo que le había llamado la atención. Sacó de uno de sus bolsillos la última carta que se fue le entregada y las comparó.
"Es la misma...n-no puede ser".
...¿Qué carajos estaba sucediendo? Aunque una fuera escrita en inglés y la otra en alemán, se notaba que era la misma letra. ¿Todo había sido una broma de mal gusto, no es así? Ancel tiró las hojas al piso y se sentó apoyando los codos del escritorio, cubrió su rostro con sus dos manos; simplemente no supo qué decir, todo el tiempo lo que lo mantuvo feliz fue una burla a su persona, la chica de la que se enamoró nunca respiró, no existió.
-"¿Y tú, qué haces aquí?"
La voz de Nakamura fue lo único que se escuchó en ese lugar. Ancel no hizo ningún movimiento, no era como si le importara; tenía suficiente con el dolor en su pecho, y que hablara con un tono relajado solo lo hacía peor, era un maldito desgraciado, y si Harry se lo hubiera dicho, se hubiera ahorrado todo ese drama.
-"...De acuerdo, aquí estoy, termina de torturarme, lo que sea, pero hazlo ya".
-"¿Disculpa?"
-"Estoy en tu oficina, sentado en tu jodido escritorio, con un increíble dolor".
-"...realmente me enamoré de ti".
-". . ."
Ancel abrió sus ojos y quitó las manos de su rostro mirando directo al Japonés. Si eso era cierto, él estaba más enfermo de lo que Alemán pudo creer; nadie tenía el infortunio de que un homosexual lo encontrara atractivo. El joven se tapó la boca intentando evitar vomitar, miró hacia otro lado con una amarga sensación en la boca, le resultaba más que repulsivo la idea de siquiera tener que convivir con alguien tan dañado.
-"...Esas cartas las escribí yo, no pensé que fueras a tomarles tanta relevancia como para venir aquí y saltarte a todos los soldados por arte de magia".
-"...¿Qué vas a hacerme?"
-"Estoy pensando..."
-"¿Por qué no me matas y ya?"
-"No pienso en matarte, y nunca lo he hecho".
Ancel intentó respirar profundo. Centró toda su atención en el Japonés, este estaba recostado del marco de la puerta con una camisa blanca sin mangas y un pantalón que concordaba con su uniforme, despeinado y se le notaba que se acababa de despertar.
-"Si sales te van a matar, no puedo creer lo fácil que es entrar aquí".
-"Ni siquiera estás sorprendido..."
-"¿Ah?"
-"¿Qué tan asqueroso tienes que ser para que te gusten los hombres?"
-"...Nací enfermo, y me gusta culpar a los demás de eso".
-"Estás muy mal."
Nakamura caminó hacia la ventana por la que entró Ancel, la cual estaba abierta por un descuido de su persona; si encendía la luz, lo más probable es que fijaran su vista hacia ese lugar, cerró la ventana con fuerza y luego simplemente se quedó mirando hacia afuera, estaba minado de soldados.
-"Por ahora, no vas a salir. Aparte de perjudicarte, le harás daño a esos Americanos con los que te encariñaste tanto".
-". . ."
-"Puedes dormir en mi cama, pero quítate la ropa".
-"No haré eso".
-"¿Por qué?"
-"No sé qué puedes hacerme, no soy un imbécil".
-"Alemán, eres tan idiota como lo pensé, no le faltaría el respeto a tu cuerpo".
-"¿Cómo sabría eso?"
-"¿No crees que si fuese así, ya lo hubiera hecho?"
El joven Alemán se quedó callado, lo último que le faltaba era ser abusado por un homosexual. Se levantó del escritorio y caminó indeciso hacia a su recámara, suponía que el único propósito de quitarse la ropa era para no ensuciar demasiado... eso quería suponer.
-"¿Qué te parecieron las cartas?"
-"...pensé que me las escribía una bella chica Alemana, estoy decepcionado; pero las decepciones me parecen frecuentes... no puedo ignorar que tus palabras me hicieron sonreír".
Entró a la recámara dejando al Japonés con una sensación de calma y un sueño lleno de fantasías; aunque sus palabras tuvieron otras intenciones, ya no era relevante. Se quitó el oberol verde y se acostó en la cama, no había sentido tanta comodidad desde hace casi un año, y así como tan pronto, sus sentimientos fueron destrozados. Cayó rendido, esperaba despertar en un amanecer inexistente.
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Más Allá de lo que el Alma Entiende.
Misterio / SuspensoEl deseo y los motivos nunca justificaron el dolor y las pérdidas, no puedes justificarte diciendo que: "Era lo que se tenía que hacer", Se destrozaron corazones y brazos, y de un tiro dejaste ir las almas por un orificio; Sin embargo, no todo se pe...