Siete. Desenlace desafortunado.

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Se miraba la duda de entrar en el rostro de Rosalie

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Se miraba la duda de entrar en el rostro de Rosalie.

—Claro. —dije. —Entra. —

Me senté en la cama en forma de indio. Para que mentir me sentía nerviosa cuando la única persona que conformaba a la familia Cullen que no le agradaba del todo se acercó a mí. Intente pensar porque quería hablar conmigo pero mis suposiciones no me llevaron a nada.

—¿No te importa que hablemos? Solo serán unos minutos. —dijo. —No te desperté ¿Verdad? —

—No, no me despertaste, y claro que podemos hablar. —

—Pensé que sería un buen momento para hablar, ya sabes Edward nunca te deja sola, y ahora que lo ha hecho quise aprovechar. —dijo.

—Claro, ven. —dije dando una palmaditas en la cama para que sentara delante de mí, lo cual hizo.

—Por favor, no pienses que lo que te voy a decir lo hago por crueldad. —dijo de manera gentil. —Estoy segura de que en algún momento en lo que llevamos de conocernos herí tus sentimientos y no quiero que eso vuelva a pasar. —

—No te preocupes, Rosalie. —dije dándole una sonrisa. —Dime lo que me tengas que decir. —

Por primera vez la vi total mente avergonzada.

—Vengo a decirte las razones por las que, a mi parecer, deberías de conservar tu humanidad, y porque yo intentaría seguir conservándola si estuviera en tu lugar. —

No creí que fuera totalmente necesario que me diera razones, porque al final de todo yo quería seguir siendo humana, pero luego pensé que a lo mejor quería a alguien con quien desahogarse así que no dije nada y solo asentí para que comenzara.

—¿Alguna vez te conto Edward como es que termine así? —dijo mientras se señalaba.

Asentí muy lentamente y me sentí triste al recordar lo que me había dicho.

—Dijo que te paso algo parecido a lo que me iba a pasar a mí en Port Angeles, solo que a ti nadie te pudo salvar. —susurre triste.

—¿Enserio te conto eso? —

Asentí.

—¿Hay más? —pregunte.

Me miro y sonrió con una expresión dura y amarga al recordar.

—Si, hay más. —

—¿Te gustaría escuchar mi historia, Elina? Solo te aviso que no tiene un final feliz, pero ¿Quién de nosotros lo tiene? Si fuéramos afortunados estuviéramos debajo de una lápida, ese si sería un final feliz. —

Asentí aunque su tono mordaz hizo que me cohibiera un poco.

—Yo viví en un mundo totalmente diferente al tuyo. Mi sociedad era mucho más sencilla. En 1933 yo tenía dieciocho, era hermosa y mi vida era perfecta. —miro las nubes a través de la ventana recordando con melancolía. —Mi familia era clase media. Mi padre tenía un empleo estable en un banco. Ahora entiendo que estaba muy orgulloso de sí mismo, ya que creía que su prosperidad era resultado de su trabajo duro y talento, en vez de admitir el papel que desempeñaba la fortuna. Yo lo tenía todo garantizado en esa época y en mi casa parecía que la Gran depresión solo era un rumor molesto. Veía a los necesitados, por supuesto, pero al crecer me inculcaron la idea de que ellos mismos se buscaron sus problemas. La tarea de mi madre era cuidar el hogar, a mí y a mis hermanos pequeños, y todo en ese orden. Era evidente que yo era la prioridad, la favorita. En aquel entonces no lo entendía, pero sabía que mis padres no estaban del todo contentos con lo que tenían, aun si ellos tenían más que otros. Deseaban más y tenían aspiraciones sociales... supongo que se les podía considerar unos oportunistas. Veían mi belleza como un regalo al cual le podían sacar mucho provecho. Ellos no estaban bien con lo que tenían, pero yo sí. Me encantaba ser Rosalie Hale, y me gustaba que los hombre me miraran a donde quiera que fuera desde que cumplí doce años. Me encantaba que mis amigas se murieran de envidia cada vez que tocaban mi cabello, me encantaba que mi madre se enorgulleciera de mí y me encantaba que mi padre me comprara vestidos, eso me hacía feliz. Sabía lo que quería con mi vida y no había obstáculo que me detuviera. Deseaba ser amada, adorada, deseaba una boda a todo lo alto, una iglesia llena de flores y caminar por el pasillo central del brazo de mi padre. Estaba totalmente segura de ser la creatura más hermosa del mundo. Necesitaba que me admiraran casi tanto como respirar. Elina, era tonta y frívola, pero estaba satisfecha. —dijo divertida de su propia descripción. —Tal fue la influencia de mis padres que yo también anhelaba las cosas materiales de la vida. Quería una enorme casa con muebles elegantes cuya limpieza hicieran otros, quería una cocina moderna donde guisaran los demás. Como ya te dije, una chica frívola y superficial, y no veía por qué no podía obtener todas esas cosas. De todo lo que tenía pocas era verdaderamente valiosas, pero había una en partícula que si lo era: mi mejor amiga, una chica llamada Vera, que se casó a los dieciocho años con un hombre que mis padres nunca hubieran considerado para mí: un carpintero. Al año siguiente tuvo un hijo, un hermoso bebé con hoyuelos y pelo rizado. Esa fue la primera vez que en verdad sentí celos de alguien. Era otra época, yo tenía tu edad y ya estaba lista para todo eso. Quería un hijo propio. Quería mi propio hogar y un marido que me besara cada vez que volvía del trabajo, igual que Vera, solo que otro tipo diferente de casa. —

As if it's your lastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora