Trece. Neófito.

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—Lo mismo que te paso a ti

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—Lo mismo que te paso a ti. Solo que mil veces más. —Jasper soltó una risa amarga y se froto el brazo. —La ponzoña de vampiro es lo único capaz de dejar cicatrices así. —

—¿P-pero cómo? ¿Por qué? —dije mirando por última vez las cicatrices y desviando la mirada hacia Jasper. No quería verme grosera.

—Yo no tuve la misma... crianza que mis hermanos adoptivos. Mis comienzos fueron distintos. —su voz se tornó dura. —Antes de que te cuente mi historia debes entender, Elina, que en otras partes del mundo el ciclo de los inmortales se mide en semanas y no siglos. —

Los demás miembros de la familia que ya habían escuchado esta historia pusieron atención a otras cosas. Por ejemplo, Carlisle y Emmett comenzaron a ver la televisión, Alice se sentó con sigilo a los pies de Esme. Edward ponía más atención a mi rostro de concentración.

—Si quieres entender las razones, tienes que cambiar tu concepción del mundo e imaginarlo desde el punto de los poderosos, de los voraces... o de aquellos cuya sed nunca se sacia. Como sabes, algunos lugares del mundo resultan especialmente deseables para nosotros porque en ellos podemos pasar desapercibidos sin necesidad de demasiadas limitaciones. Hazte una idea, por ejemplo, del mapa del hemisferio occidental. Imagina un punto rojo simbolizando cada vida humana. Cuanto mayor es el número de puntos rojos, más sencillo será alimentarse sin llamar la atención, es decir, para quienes vivimos de este modo. —

Asentí para que continuara.

—A los aquelarres sureños apenas les preocupa ser o no descubiertos por los humanos. Son los Vulturis quienes los ponen en su lugar. No temen a nadie más. Ya nos habrían sacado a la luz de no ser por ellos. En comparación, el norte es mucho más civilizado. Principalmente, aquí somos nómadas que disfrutamos del día tanto como de la noche, lo que nos permite interactuar con los humanos sin levantar sospecha. El anonimato es importante para todos nosotros. El sur es un mundo diferente. Allí, los inmortales pasan el día planeando su siguiente movimiento o anticipando el de sus enemigos, y sólo salen de noche. Y es que allí ha habido guerra constante durante siglos, sin un solo momento de tregua. Los aquelarres apenas son conscientes de la existencia de los humanos, o lo son igual que los soldados cuando ven una manada de vacas en el camino. El hombre nada más es comida disponible, de la que se ocultan solamente por temor a los Vulturis. —

—¿Luchan? ¿Por qué? —pregunte.

Jasper sonrió.

—¿Recuerdas el mapa con puntos rojos? —asentí. —Luchas por controlar los lugares donde hay muchos puntos rojos. Verás, en algún momento, a alguien se le ocurrió que si fuera el único vampiro de la zona, digamos, por ejemplo, México Distrito Federal, entonces podría alimentarse cada noche dos o tres veces sin que nadie se diera cuenta, por lo que planearon formas de deshacerse de la competencia. Los demás no tardaron en imitarlos, unos con tácticas más efectivas que otros. Pero la estrategia más efectiva fue la que puso en marcha un vampiro bastante joven, llamado Benito. La primera vez que se oyó hablar de él apareció desde algún lugar al norte de Dallas y liquidó los dos pequeños aquelarres que compartían el área cercana a Houston. Dos noches más tarde, atacó a un clan mucho más grande de aliados que reclamaban Monterrey, al norte de México, y volvió a ganar. —

As if it's your lastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora