Casa Asignada

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Llegó la hora de despedirse de mi padre, tengo que aceptar que unas lagrimas corrieron por mis mejillas. No quería dejarlo solo. Prometió llamar cada dos veces al día.

-Quería darte algo- anuncia , y saca una cajita de su bolsillo. No me había dado cuento que llevara algo.

Recibí la caja y la abrí, un collar de cuarzo de amatista se encontraba dentro. 

-Era de tu madre.

Quedé maravillada. Lo di un fuerte abrazo, o tal vez, él me abrazo más fuerte. No nos habíamos separado nunca. Sería muy difícil estar lejos de mi familia, pero lo lograríamos. Todo sea por mamá. Ella es la razón por la que estoy aquí. 

Porque estoy segura de que encontraré las respuestas a las preguntas que han rondado por mi cabeza estos seis meses.

Tomando una fuerte inhalación, fui en dirección a mi casa asignada.

La Casa Lobo.

No sabía si tenia que abrir la puerta, o, tocar y esperar a que la abrieran. Apenas roce la puerta con los dedos, y esta se abrió. 

"¿Qué demonios?"

Me adentré llevando mis maletas conmigo. No había nadie en la entrada. De pronto, escuché voces provenientes del piso de arriba. Dos chicos aparecieron en la cima de la escalera. 

Ambos altos. Ambos, increíblemente, guapos.

Parecen modelos de Calvin Klein. ¿Por qué los compañeros de mi antigua escuela no eran así?

-¡No lo puedo creer!¡Por fin alguien nuevo! - preguntó el moreno bajando las escaleras para llegar a mí lado. Sus hermosos ojos verde oscuro me examinaron de arriba a abajo, dándome una gran sonrisa amigable dijo:

- ¡Bienvenida!

Envolvió sus brazos a mi alrededor. Su olor...qué olor más exquisito. 

-Gracias- murmuré incomoda contra su pecho.

-Mi nombre es Isaac-dice, me da un apretón de manos- Isaac Ramsey.

Yo también hice lo propio y me presenté. El otro chico;  el rubio se presento, su nombre es Travis y , felizmente, no me aplastó los huesos como su amigo. 

Isaac toma una de mis maletas para ayudarme a subir. Le da una mirada de reojo a su amigo para incitarlo a hacer lo mismo, pero Travis lo ignora. Justo cuando Isaac iba a reprenderlo una chica con el ceño fruncido baja las escaleras malhumorada. Esta en una discusión telefónica pero Isaac la interrumpe cuando esta pasando por nuestro lado. Mala decisión. Ella está que echa chispas por algún motivo.

-Hola Heather, esta es Marceline y...

-No me interesa-ruge y, pasa una mano por su cabello cobrizo acomodándose el cerquillo.

Parpadeo antes su falta de respeto. Mi madre ya le hubiera dado un jalón de orejas a esa tal Heather.

-¡Diablos Heather! ¿Dónde esta tu sentido de la hospitalidad?

-¡Aquí! ¡Mira!-se mete una mano al bolsillo de su short blanco y, acto seguido, le restriega el dedo del medio en su cara.

Pobre Isaac. Siendo tan atento y bueno no se merece algo así, pero tampoco soy alguien que tenga el poder para hacer algo. Pero si le molesto tal gesto, no lo demostró para nada. Heather se fue rápidamente,  aún mas molesta que cuando la vi, pero alcanzamos a escuchar que fue lo último que dijo.

-¡¿A quien demonios tengo que llamar para que hagas bien tu trabajo?!

Dándole una mirada por encima del hombro, pregunté:

-¿A quien le habla de esa forma?

Ambos chicos intercambiaron una mirada. Pero fue Isaac quien, con una encogimiento de hombros, respondió mi pregunta.

-Probablemente a su madre.

Los observe estupefacta con mis ojos saliéndose de sus orbitas. Los chicos solo menearon la cabeza compartiendo una sonrisita de complicidad.

-Bienvenida a St. Milburn.


Dos horas después, ya estaba instalada en mi habitación. Isaac me ayudo a subir mis maletas, mientras Travis se esfumo como el aire. Cuando llegamos al rellano de la escalera, Isaac me explico el funcionamiento de la casa; las habitaciones se encuentran en el piso superior, a la izquierda son los cuartos de las mujeres y, a la derecha la de los hombres. Las luces se apagan a las 10 de la noche. Y, claramente, nadie puede salir de su habitación después de la hora.

-Narva es nuestra instructora y también reside aquí, ya la conocerás- explicó Isaac antes de despedirse.

La chica con la que compartiría habitación aún no llegaba, así que, tuve que dormir sola en esa enorme habitación. Aunque no estaba mal; La cama era grande tenía un estante, dos armarios y dos muebles. Yo elegí la cama al lado de la ventana.

Tomé una ducha, agradecida que el baño era dentro de la habitación. No me imaginaria compartirla con tantas personas. El verano aún insistía en quedarse así que me urgía darme una ducha con agua fría.

Vestida con ropa más cómoda, me dispongo a deshacer mis maletas y arreglar el lado de mi habitación. Una vez que terminé de ordenar pongo mi atención en el espejo del tocador. Veo a una chica extraña que me devuelve la mirada.

 Su cabello rubio pero no del tono que le gustaría, no es claro ni dorado, es de un tono oscuro. Aburrido. Sus ojos marrones me ven expectantes, esos ojos que han visto cosas inimaginables; que aún guardan los recuerdos de ese fatídico día. Llegó aquí para encontrar respuestas pero en el fondo teme que lo que encuentre sea aún más aterrador de lo que ya vivió.

"No podemos escapar de ellos, están en todos lados, Marcie. En donde haya muerte es porque se encuentran cerca"

Se lleva una mano ese collar de amatista.

 Soy yo.

Alguien Tiene Que MorirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora