4. PREPARATIVOS ANTES DE MARCHAR

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La familia Stark pasaba bastante tiempo en la habitación de Brann, pero la que más tiempo estaba era Catelyn. Harry aún se debatía si debía tratar de sanar al chico pero, como su naturaleza era bondadosa, no tardó en decidirse por brindarles su ayuda a quienes le habían enseñado tanto. Llegó justo para escuchar la plática entre Cersey y la dama Stark, pero decidió interrumpirla y tocar la puerta, porque había llegado a escuchar que Cersey hablaba de un hijo al que perdió y pensó que Catelyn no debería escuchar eso.

Cuando iba a chocar su puño con la madera de la puerta, esta se abrió y por ella salió Cersey. Harry no pudo evitar ver su mente, y descubrió lo que realmente había pasado con Brann. La furia lo llenó por dentro y antes de que la reina se alejara mucho la acorraló contra la pared. Era algo gracioso, porque un chico de 1.45m estaba acorralando a una mujer de 1.70m de altura.

—Mi esposo Robert se enterará, es el rey —dijo esta asustada al ver la varita de Harry peligrosamente cerca de su cuello y lanzando una llamarada hacia el mismo.

—Me da igual —dijo él fríamente, tan fríamente que un estremecimiento recorrió a la mujer de cabeza a pies—. Sé lo que has hecho con ese pobre e inofensivo niño... Sé tu secreto y si no pones los mejores curanderos a disposición de los Stark antes de mañana rebelaré tu secreto... Y no será a través de estúpidas cartas y cuervos...Sino que tus recuerdos serán los que irán circulando por ahí, y los recuerdos desafortunadamente no se pueden falsificar. Que tenga un buen día, majestad —dijo Harry, echando un ojo hacia atrás y viendo a Catelyn de pie a unos metros de ellos, y haciendo luego una profunda reverencia. La dama Stark no había logrado escuchar mucho de la conversación, porque había levantado una barrera de privacidad en torno a sí mismo y a Cersey. Además, no quería que la diversión se arruinara tan pronto: quería ayudar a los Stark con la deshonra de los Lannister y como sabía que lo pedido no llegaría a tiempo la reina caería ante él.

—¿Y por qué no lo haces tú? —dijo Cersey fulminándole con la mirada—. ¿Que no se suponía que estabas cualificado en tus truquitos?

—Desafortunadamente mi conocimiento de medicina mágica no es lo suficientemente avanzado como para ayudarle —mintió Harry—. ¿Por qué si no solicitaría vuestra ayuda? —y sin más volvió sus pasos junto a Catelyn.

—Sabes que lo que has hecho te puede acarrear la muerte, ¿verdad Harry? —dijo ella una vez hubo llegado a su lado, pero veía un brillo tenue, casi imperceptible, de diversión escondida en sus ojos.

—Sí señora, sé que atentar contra el rey, su consorte o alguno de sus hijos se considera traición a la corona.

—¿Y por qué, si se puede saber, has hecho eso a la reina?

—Eso no es atentar contra la reina, mi Lady: es hacer caer a la reina mientras caminaba tranquilamente —dijo Harry, una de sus mejores sonrisas inocentes y miradas de cachorrito apaleado, hambriento y abandonado bajo la lluvia puesta en su cara y  ojos.

Modificó los recuerdos de Catelyn para que solo viera cómo había pasado junto a la reina y sin querer le había pisado el borde del vestido, haciéndola caer.

—Bien, puedes irte —dijo Catelyn, volviendo a entrar a la habitación de su hijo.

—Venía a prestar mis servicios para la curación de Bran, Lady Stark —repuso el azabache, con una sonrisa—. Sé algunos hechizos de curación que tal vez podrían evitar que sus piernas queden completamente incapacitadas.

—¿En serio? ¡Por favor, hazlos! —rogó la dama Stark con los ojos anegados en lágrimas.

—Claro, por supuesto, mi señora —asintió, entrando con presteza a la habitación de Brann, pasando su varita por las piernas del chico y murmurando algunos hechizos de diagnóstico. Vio que parte de los nervios que conectaban sus piernas con la médula espinal se habían roto, aparte de unos huesos fáciles de arreglar. Reparó parcialmente los nervios de Brann y sonrió satisfecho. La rodilla y el tobillo de Brann sí podían moverse, pero el resto no.

Desgraciadamente había tenido que emplear bastante energía mágica, por lo que estaba cansado. Besó suavemente la frente del pequeño, que dormía plácidamente, y se retiró de la habitación.

—————

Harry miraba a los herreros desempeñar su oficio. Le gustaba ver cómo se daba forma a las espadas y ocasionalmente ayudaba enfriando con su magia los metales de los moldes. Pero en esta ocasión, lo que captaba su atención no eran las espadas en proceso de elaboración, sino Jon Nieve y Jaime Lannister. Por lo visto, el menor de los dos iba a emprender camino hacia la guardia de la noche. Harry tenía curiosidad de cómo era la organización de la misma y dijera Jon lo que dijera le acompañaría durante un tiempo.

—Así que te vas a la guardia de la noche, ¿no? ¿Cuándo te vas? —preguntó.

—Mañana me iré —dijo él con una sonrisa triste en sus labios—. Pero no me iré sin dejarte nada —añadió con una sonrisa. Hizo una seña a un herrero y le entregó una espada con el escudo de los Potter (un fénix posado sobre una de las astas de un ciervo) tallado en la empuñadura. Harry la desenvainó con un ágil movimiento y sonrió.

—De todas formas, ¿quién dijo que me quedaría aquí o que estaría desprotegido?

—Pero tu magia será más útil por aquí que en la guardia, ¿no crees?

—Bueno, si es cierto que los caminantes blancos están vagando por esas tierras, necesitaréis magia para derrotarlos, aparte del vidriagón —dijo él con una sonrisa.

—Los caminantes blancos no existe —negó él con una sonrisa escéptica y Harry tuvo la oportunidad para mostrarle el recuerdo que había sacado del desertor de la guardia de la noche.

—Mira —dijo sacando el frasquito de cristal en el que había guardado el recuerdo. Sacó también su varita, transfiguró el frasco en algo parecido a una vasija y revolvió levemente los recuerdos, que empezaron a girar—. Trata de sumergir tu cara en esto —indicó.

—¿Qué es? —preguntó Jon, siguiendo los movimientos del menor con curiosidad.

—Solo hazlo, si te dijera lo que es perdería la gracia —sonrió enigmáticamente Harry. Impulsado por la curiosidad, el otro trató de sumergir su cara, esperando toparse con el fondo de la vasija, pero notó cómo caía, caía y caía a gran velocidad. Gritó mientras eso ocurría y terminó cayendo sentado al suelo.

Harry aterrizó a su lado poco después, con una sonrisa divertida y una elegancia que el otro envidió. Señaló al desertor, que estaba junto a sus otros dos acompañantes.

—Esto no puede ser verdad, él está muerto —señaló Jon en susurros.

—Oh, lo está —le dio la razón el azabache—, pero esto ocurrió poco antes de morir. Esto es un recuerdo —Harry observó cómo los ojos de su acompañante se abrían cómicamente—. Por lo tanto, no hace falta hablar en susurros. Verás —y lanzó un fuerte grito. Jon tapó la boca al chico apenas empezó a escuchar el sonido. Miró nerviosamente a los tres hombres, pero vio sorprendido cómo no parecía afectarles—. ¿Lo ves?

—Uau, es como revivir la experiencia... pero siendo un espectador.

—Exacto —confirmó Harry, y se apresuró a seguir a los tres hombres de la Guardia.

Llegaron a un promontorio y vieron cómo el más cauteloso de los tres, el desertor, se escondía en un árbol cercano. Jon desvió la vista para ver lo que ocurría debajo del mismo.

Los chicos presenciaron el asesinato de los otros dos y cómo el desertor huía con rapidez al ver a algo parecido a un esqueleto con fríos ojos azules y de cuernos retorcidos montado en un caballo. Ahí acababa el recuerdo pero Harry tuvo la sensación de que el caminante sabía que había algo que no debía haber. El ser había clavado sus ojos azules directamente en los de Harry y este sintió el poder que el ser irradiaba.

—¿Qué acabo de ver? —preguntó Jon sorprendido.

—La confirmación de que existen los caminantes blancos y el por qué debería ir contigo —respondió Harry simplemente.

—Tienes razón —respondió Jon—. Podría ser útil tu magia.

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⏰ Última actualización: Nov 07, 2020 ⏰

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