Esta es la segunda parte de la historia.
Zee Pruk, es un temilble alfa pura sangre multimillonario y muy poderoso. A lo largo de su vida se ha ganado muchos enemigos y también a levantado muchas envidias. Un día todo cambia y de un momento a otro se...
Saint estaba en la cocina haciendo el desayuno como cada mañana, luego de darle el suyo a la pequeña Anne.
Eran más de las siete y extrañado fue al dormitorio pues Perth aún no se había levantado de la cama.
—Cariño, arriba.
Saint ya tenía lista a su hija para llevarla a la guardería antes de irse a sus clases en la Universidad pero entonces se dio cuenta de que el alfa no le respondió.
-Cariño, anda arriba...ya es hora, llegarás tarde al trabajo.
La verdad era que la noche anterior, el moreno había tenido un fuerte dolor de cabeza y había tenido que acostarse al llegar del trabajo.
-Hey cielo, se hace tarde-le repitió acercándose a la cama y acariciándole la cabeza.
El omega incluso le hizo cosquillas pensando que estaba haciéndose el remolón pero entonces comprobó que este ni se se reía, ni hablaba, de echo ni se había movido.
-Cariño...cielo—lo llamó.
Este siguió sin obtener respuesta y entonces empezó a asustarse.
—¡Perth!— le llamó alarmado—...¡respondeme cielo!, ¿Qué te ocurre?.
Tras comprobar que respiraba, Saint llorando, muy nervioso y con su mano temblorosa llamó una ambulancia.
No podía llevarse a la pequeña al hospital, así que llamó a Can para que por favor se la acercase a la guardería.
Finalmente la ambulancia llegó y el médico dijo que Perth estaba en coma, preguntó al omega que había hecho este las horas anteriores y le dijo lo del fuerte dolor de cabeza y entonces se lo llevaron rápidamente.
Saint esperó a que su amigo y su novio viniese a por su hija y luego cogió un taxi para irse pues estaba muy nervioso para conducir.
Al llegar a urgencias, ya el alfa estaba siendo atendido por los médicos, este tuvo que responder unas preguntas y luego lo mandaron sentarse y esperar en la solitaria sala de espera.
El omega estaba desolado, no sabía que le había ocurrido a su marido y se culpabilizaba pues él ni siquiera se había dado cuenta desde cuando estaba en ese estado.
La verdad era que cuando él se había acostado, el alfa ya dormía tranquilo, aunque intentó recordar si este se había movido o dicho algo pero no estaba seguro.
La verdad era que los nervioso no le dejaban pensar con claridad y tenía mucho miedo, ya que el alfa junto con su hija eran toda su vida.
Este permaneció sentado en aquella fría sala de espera durante horas y le dio tiempo para recordar lo injusto y tonto que había sido con él, haciéndolo sufrir tanto pues tras haber visto a Zee aquel día en la clínica, un año atrás se había vuelto loco por un tiempo y de repente ya no existían ni su hija ni él.
Su omega interior lo había dominado por muchas semanas y aunque estaba la marca de Perth en su cuello, no lo reconoció como su verdadero alfa, ya que su interior gritaba reclamando fervientemente al extranjero.
Eso había provocado que Perth acabase suspendiendo los preparativos de la boda y tuvo que dejar el trabajo para ocuparse de todo pues él tan solo hizo llorar y llorar metido en la cama, dándole igual lo que ocurriese a su alrededor.
Este escuchó llorar a la bebé por su atención docenas de veces pero no le provocó cuidarle, a parte de que sin merecerlo, el moreno había soportado todos sus desplantes.
Finalmente cansado de sus negativas, desprecios y malas contestaciones, había llamado a un amigo suyo psiquiatra que diagnosticó que el omega tenía depresión postparto y eso afectaba a sus estados de ánimo, pagando su frustración con la persona a la que tenía cerca.
El pobre Perth lo había sacado adelante con ayuda de la medicación pero sobre todo con su inmenso amor paciente y nuevamente Zee se volvió tan solo un recuerdo.
Todo aquello ya era pasado y finalmente hacía dos meses se habían dado el si quiero por fin en un altar rodeados de sus amigos y habían sido muy felices.
La pequeña Anne ya tenía un año y era la niña más buena y hermosa del mundo y por donde iba causaba sensación, sobre todo por su pelo negro y su perpetúa sonrisa.
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Ella había llenado sus vidas de alegría y aunque los comienzos habían sido difíciles por sus dudas y su depresión, finalmente Perth y él habían aprendido a ser una familia junto a ella.
Ahora volvían a pasar un momento difícil en sus vidas y esperaba estar a la altura de su esposo pues sin duda el alfa era el mejor que podía haberse encontrado en la vida y por eso estaba muerto de miedo.
Pasadas tres horas sin saber nada, el castaño vio venir al médico con la cara desencajada y entonces su alma cayó al suelo pues estaba seguro de que este nada bueno tenía por decirle.
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