Capítulo 4

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Los días posteriores trascurrieron sin muchas novedades. Me mensajeaba con Amanda, pero ella alegaba encontrarse ocupada entre el trabajo y su novio celoso.
Asumí la posibilidad de que desaparecería nuevamente de mi vida. Pero la sensación que me provocó no fue de angustia ni dolor. Me había desatado de mis emociones. Ella fue mi puerta para salir de mi ensimismamiento con Diego. Ahora estaba en paz.

Programé con mis amigos un viaje corto a Mar del plata aprovechando un fin de semana largo, una de mis amigas tenia un depto allí. Quería librarme de todo, respirar un aire nuevo y rodearme de la gente que me apreciaba y se preocupaba por mi bienestar. Los amigos son el mayor regalo que nos puede brindar la vida.

La noche antes de salir resolvimos que pasarían por mi a las 7 a.m, y sabiendo y conociendo que puedo llegar a ser un caos, me aclararon alrededor de diez veces que tuviera mi equipaje listo para cargar al auto.

Era martes y me encontraba chequeando la lista de cosas que necesitaría. Fue en ese momento que me percaté de que no tenía mi cámara fotográfica. ¡Una loca fanática de las fotos como yo no podía irse de viaje sin su cámara profesional!
Me senté a recordar por donde la había estado paseando últimamente y fue en ese momento que, como si me hubiesen propinado un ladrillazo en la nuca, me di cuenta de que había quedado en el departamento de Diego.

¿Qué hago? Tengo tiempo de ir a buscarla ¿Pero realmente quiero verlo ahora que todo esta marchando tan bien en mi vida?

Evalué mis posibles reacciones al encontrarme frente a él ¿Sentiría algo? No es que hubiese pasado mucho tiempo desde aquella semana agonizando en llanto en mi cama, pero sí era cierto que dentro de "lo que yo creía" había dejado ese breve pasado atrás.

Tomé coraje y le envié un mensaje. Había dejado de abrir su casilla y me sorprendí al ver que me había dejado varios textos en los últimos días.

Florencia Toscanini: Hola
Diego Poza: Al fin te dignas a aparecer.
Florencia Toscanini: Me voy de viaje, necesito la cámara que deje en  tu departamento... ¿Está por ahí?
Diego Poza: ¿Ni un cómo estas?
Florencia Toscanini: ¿Cómo estas?
Diego Poza: Bien, gracias por preguntar.
Florencia Toscanini: ¿Entonces?
Diego Poza: Si, esta acá. Pásala a buscar cuando quieras.
Florencia Toscanini: La necesito para mañana temprano ¿Puedo ir ahora?
Diego Poza: Te espero.

Mi cuerpo tembló. No estaba segura de si era debido a que entraba frió por la ventana o porque me encontraba nerviosa. Debía ser una mezcla de ambas.

Una hora mas tarde mis dedos pulsaban el  timbre del portero eléctrico.
Ni siquiera habló, la puerta se abrió y subí hasta su piso.

Lo observé por primera vez después de poco más de dos semanas. Llevaba la barba crecida y tenía una mirada impasible.
Mi cámara se encontraba reposando encima de la mesa del living. Me senté en una silla y él hizo lo mismo.

- ¿Cómo estas? A mi sí me interesa preguntarte- dijo clavando sus ojos en los míos. Su mirada se torno fría.
- Bien, de hecho mejor de lo que esperaba. Pasaron cosas que me desconectaron en las últimas semanas.
- ¿Queres contarme?
- Apareció una persona con la que mantuve una relación amorosa en el pasado y me hizo dar cuenta de que no tengo porque andar sufriendo por un pelotudo cuando en el mundo hay mil posibilidades.
- ¿Ahora soy un pelotudo?
- No quise decir eso... - agaché la cabeza.
- Está bien, te entiendo. Pero esa imagen te la creaste sola. Te recuerdo que yo nunca te pinte las cosas en colores vivos, siempre me mantuve en gris. Vos fuiste la que quisiste armar un arcoíris en un lienzo opaco.
- Tuve sentimientos, no quise engancharme, intenté mantenerme a tu nivel pero llegué a un punto en que las emociones me rebalsaban.
- ¿Y ahora cómo ves las cosas?
- Diferentes.
- ¿Tan diferentes como para que podamos volver a ser amigos sin que te metas cosas raras en la cabeza?

Me sentí indignada. Como si todo lo que sentí alguna vez por él no valiera ni dos centavos.
Estuve a punto de insultarlo pero lo que salió de mi boca fue totalmente lo opuesto.

- Puede ser.
- ¿Ves? Las cosas no tenían que ser tan difíciles, es solo cuestión de hablar y aclararlo.

Siempre tan frío. Era tan similar a un robot que hasta en un delirio llegué a plantearme si cabiese la posibilidad de que fuese uno.
Pero lo acepté. Acepté que podía intentar vivir buenos momentos compartiendo las cosas que nos gustaban pero solo como amigos. Quizás era masoquista de mi parte, pero me sentí lo suficientemente fuerte y ¿madura? como para aceptar los términos.

Conversamos. Le conté mi historia con Amanda. Escuchaba atentamente pero no le generaba absolutamente nada. Ni celos, ni planteos. Nada. Y a mi me dio igual. Eso me sorprendió de mi misma.

Miramos vídeos musicales y bebimos unas cervezas. Encendió un porro de flores. Fumo inclinando la cabeza hacia atrás y estiro el brazo para alcanzármelo.

- No, gracias.
- ¿Otra vez? Dale, no seas histérica. En el ultimo tiempo ya no querías fumar tampoco.
- Sabes que la marihuana nunca fue mi gran afición. Empece a fumar estando acá con vos porque no podes vivir sin eso. Pareciera que recientemente toda la sociedad se hubiera autoimpuesto que no se puede vivir sin su dosis diaria de Cannabis. Acepto que a veces puede ser divertido pero no estoy segura de querer pertenecer a esa porción de sociedad.
- Sos re anti, nena- Le dio una pitada larga y abrió otra cerveza.- Pero el chupi si que no lo soltas ¿verdad?
- Cerveza es cerveza, es mi verdadero amor- reí irónicamente.

Me entoné rápido. Como siempre. Cuando me quise percatar eran las doce de la noche.

- ¿En qué momento se hizo tan tarde? ¡Yo me levanto temprano, Diego! Me tengo que ir.
- ¿Te vas a ir a esta hora? Déjate de joder. Te vas temprano y listo, vamos a dormir.

Barajé las opciones. Realmente estaba un poco mareada y de lo que menos tenia ganas era de volver a mi casa a esta hora. Así que accedí aunque un poco confundida. Lo único que tenía que hacer era mantener mis ideas firmes. No sonaba tan complicado. ¿O si?

Le pedí una remera y un bóxer y me acosté en la cama. Era de dos plazas y muy espaciosa. Él se tumbó lo mas lejos que pudo de mi. Eso me molesto un poco.

Mire el techo, las paredes, el ropero. Sentí ganas de abrazarlo. Me contuve. No iba a caer de nuevo en eso, se supone que ahora tenía que ser una nueva persona, aunque en el fondo temía concretar la idea ya sabida de que la cruda verdad es que era una estúpida a cuerda.

Yo podía. Yo controlo todo. El mundo debe manejarse como yo decido manejarlo. Soy la única dueña de todo lo que pasa a mi alrededor. Sonreí en silencio y me dormí queriéndome creer esa chica capaz de mantener su vida en orden. ¿Por cuánto tiempo?

Gris Arcoíris, un triángulo peligrosoWhere stories live. Discover now