Capítulo 14-1

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Viernes 27 de marzo de 2020.

Pablo se arrepentía de haber juzgado mal a Luis David Marlowe y provocar que sus padres lo despidieran. En efecto, el detective había acertado con su hipótesis sobre una fuga voluntaria, pero había desacertado al señalar a Katia. 

Estaba esperando con ansias el regreso de su hermano, a fin de saber qué papel había jugado su novia. Sí, Pablo Díaz pensaba que Marcela Orozco había colaborado con Santi.

Sin embargo, el joven vería desbaratarse todas sus hipótesis al mediodía de ese viernes.

Tomaba una clase por videoconferencia en el comedor de su casa, se distrajo cuando vio a su madre recibiendo una llamada de teléfono. Se desconectó de la clase al tener un mal presentimiento. Se acercó a la cocina, donde su madre estaba. Alfredo pronto se les unió.

La persona que había llamado a Imelda era Ana Lavalle. Siempre que la madre de Pablo recibía una llamada, ponía el altavoz; tanto su esposo como sus dos hijos odiaban esa costumbre.

Pero algo malo estaba ocurriendo, Ana, cuya voz era lenta y calmada; ahora era veloz y angustiosa. No se entendía bien lo que trataba de comunicar.

—Calma, Ana, ¿qué está pasando?

—Katia y su novio no aparecen, fui a la casa de mi mamá a buscarlos, pero no estaban. Hay muebles tirados, se robaron unos objetos de valor y se llevaron el auto —explicaba con la respiración agitada.

El silencio se hizo. Imelda se llevó una mano a la boca, Alfredo se rascó la nuca y Pablo sintió que todo cobraba un sentido.

"Marlowe y Marcela tenían razón".

Los tres fueron hacia la casa de la abuela de Katia, donde también estaba Ana. Había una pareja de policías inspeccionando la casa y entrevistando a la pobre mujer desesperada.

Mientras sus padres daban consuelo a Ana, Pablo tomó su teléfono y llamó a Marcela con el fin de conocer todos los indicios que la habían llevado a sospechar de Katia. Tardó bastante en contestar, cuando le contó la noticia, ella se quedó un buen rato en silencio, hasta que Pablo se desesperó y le pidió que le dijera algo.

—Iré para allá —respondió la novia de su hermano.

Ana, Imelda y Alfredo aceptaron que tenía que existir una relación entre la desaparición de Santi y la desaparición de Katia.

—Yo la veía rara desde hace días, nunca supe a ciencia cierta de dónde sacó a ese novio. Les juro que yo nunca supe nada sobre Santi —expresó Ana.

—Nunca pensaríamos mal sobre Katia, Ana. Nuestros hijos siempre han sido buenos amigos, si están en peligro, se apoyarán, no están solos —La tranquilizó Imelda, que ante la angustia de la madre de Katia, había recobrado su temple.

La madre de Lavalle se lamentó por no cuidar más a su hija, y se maldijo por haberle permitido salir de la casa. Los policías terminaron la inspección y cuando estaban por subir a la patrulla esperaron a la llegada de un automóvil de la agencia de investigación. Se trataba de la licenciada Sánchez.

La agente charló con los policías y luego se dirigió con gran compostura hacia los padres de los desaparecidos. Con una cordialidad casi artificial y gestos robóticos les informó que estaba lista para dar con su paradero, destacando que ella siempre había teorizado que Katia Lavalle estaba relacionada con la desaparición de Santiago Díaz.

—Pero usted sospechaba que mi hijo se había fugado —le recordó Imelda.

—Sí, eso fue antes de las entrevistas e investigaciones periciales —contestó.

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