CAP. 21 - EL CICLO DE LA VIDA -

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EMILY WILSON

Hay momentos en los que la vida te empieza a golpear. A empujarte tan fuerte que te deja en la punta de un precipicio, y te dice que todo depende del paso que des. Que si das uno al frente todo llega a su final y el dolor desaparece, pero si lo das hacia atrás, te seguirá golpeando, el dolor no se irá y la oscuridad será quien te acompañe por el resto del camino. Pero si algo bueno tenemos los seres humanos, es que somos entusiastas por naturaleza, y siempre vamos a querer encontrar la luz al final del túnel. Si nos caemos, nos levantamos. Si nos parten las costillas, nos volvemos a levantar. Si la vida quiere rompernos, le demostramos que podemos seguir caminando estando rotos.

En ese momento yo no entendía que podía decidir ser fuerte, pero ver el mundo derrumbarse frente a mis ojos, simplemente me nubló la vista y opté por dar el paso al frente, directo al abismo.

Santiago creía en mí y yo rompí su corazón. Le entregué el mío a Victoria y ella lo aplastó. Supongo que el karma existe, lo que no sabía es que pasaba factura de inmediato. Pero ya ven... La vida es un boomerang y todo lo que hacemos, tarde o temprano regresa a nosotros, solo que a mí, me lo cobrarían con creces.

Quería escucharla. Oír de su boca que no era verdad. Que Santiago lo había inventado porque estaba herido y solo quería vengarse, pero la avalancha caería sobre mí, antes de que ella pudiera decir su versión.

―¿Todo bien con Emma? ―fue la pregunta que usé para contestar la llamada de mi madre que entró justo en ese momento.

Se mantuvo en silencio y podía escuchar que tenía el llanto contenido. Le di la espalda a Victoria para dirigirme al auto. Algo no estaba bien y debía ir al hospital, de donde no debí irme nunca. Ella me habló, pero no me detuve a escucharla ni explicarle nada. No tenía tiempo que perder.

Llegué y papá estaba siendo atendido por una enfermera, quien le estaba tomando la presión. Su cara estaba roja, incluso más que la primera vez. Mamá estaba llorando desconsoladamente mientras Evy, quien lloraba en silencio, acariciaba su cabello.

Mi respiración empezó a ir más rápido. El corazón me latía a mil pulsaciones por segundo y las lágrimas corrían por mis mejillas como si tuvieran vida propia. No estaba lista para lo que sea que iban a decirme. Quería que todo fuera una pesadilla, pero lo que no sabía es que esta, apenas estaba empezando.

―¿Mamá? ―fue lo único que pude decir.

Ella corrió hacia mí y me abrazaba como si valorara mi presencia. Como si agradeciera que estuviera allí a su lado, viva.

Eso que dicen de que cuando estás en tu último suspiro, tu cerebro revela tu vida como fotografías instantáneas, es real, pero no dicen que cuando piensas en la muerte de las personas que amas, también sucede de la misma manera. En ese momento, durante los segundos que mi madre estuvo abrazándome sin poder hablar, mis recuerdos con Emma invadieron mi cabeza como un reproductor de películas.

Mi primera vez en bici. Las noches con pesadillas en las que ella se escondía conmigo dentro de las sabanas, y me prometía que ningún monstruo se acercaría a mí. Cuando peinaba mi cabello después de bañarme y me hablaba de todo lo que quería hacer cuando fuese grande. Primer día de kínder. Noches de películas. Picnics. Navidades. Cumpleaños. Todo se reprodujo como un cortometraje en mi cerebro.

―¿Qué ha pasado mamá? ―me animé a preguntar.

―Tu hermana recibió un golpe en la cabeza que causó heridas graves en su cerebro y para protegerlo de lesiones secundarías, los doctores optaron por el "coma inducido" ―respondió, y la voz se le hizo más débil al final.

El espacio entre tú y yo (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora