VICTORIA BROWN
¿Alguna vez has sentido que lo tienes todo y te da miedo despertar y darte cuenta de que solo fue un sueño? ¿Esa felicidad tan grande que te hace temer que no sea real, que sea solo una ilusión? Algo así como sostener una burbuja de felicidad entre tus manos, temerosa de que en cualquier momento pueda estallar en mil pedazos.
Así me sentía desde que conocí a Emily. Desde a través de sus ojos, me hacía ver la vida de una forma distinta. Desde que despertaba con ella y le pedía a Dios congelar ese momento para poder hacerlo eterno. Desde que en cada beso me hacía sentir que era ella, y siempre sería ella. Y saber que, entre tantas personas, sus ojos me miraron a mí, incluso con ese pasado del que me negaba a hablarle aún, con mis heridas y con esa manía de romperlo todo, antes de que me rompiera a mí, me hacía sentir la mujer más afortunada del mundo. Era como si su amor llenara de luz toda mi oscuridad.
En solo un año, Emily me había mostrado aspectos de mí misma que ni siquiera conocía. A través de ella, descubrí todo aquello que creía inexistente. Ella, sin saberlo, y con su mera existencia, me devolvía la fe en la humanidad. Me hacía creer que el mundo todavía tenía esperanza. Estaba enamorada de Emily, de todo lo que representaba y de cada una de sus facetas. La amaba cuando la veía luchando contra las injusticias del mundo, aportando su granito de arena para hacerlo un lugar mejor. La amé aún más cuando me permitió verla desarreglada y sin maquillaje, a pesar de haber jurado que nunca lo haría. También cuando me revelaba sus facetas más vulnerables, cuando sus cambios de humor la convertían en una bomba de tiempo antes y después de su período. La había visto completamente desnuda, y no me refiero a ropa y piel; ella me había dejado ver su alma. Y con cada revelación, mi amor por ella crecía aún más. Emily se había convertido en la personificación de todo lo que era correcto y bueno en mi vida. En solo un año, ella se convirtió en todas mis certezas y en el acierto más hermoso por el que había apostado.
Y volví a tener miedo, porque me había acostumbrado tanto a perder, que me aterraba perderla a ella.
El día de mi cumpleaños, Emily logró que fuera inolvidable. A pesar del dolor que ese día traía consigo cada año, y que la presencia de Max había reforzado aún más, ella logró hacerlo diferente. Por un día, gracias a su amor, logré olvidar todo lo que aún dolía.
Sin embargo, no puedo negar que la repentina aparición de Max me hizo recordar lo que Emily, desde su llegada, me había llevado a poner en pausa. Era una promesa pendiente, y él había llegado para recordarme que debíamos cumplirla.
-Seremos solo tú y yo -le dije a Emily, mientras la convencía de aceptar mi regalo.
Era un viaje a la Bali, que había podido pagar con el fideicomiso que dejó mi padre para mí para cuando cumpliera dieciocho años, y que el abogado junto a mi tutor, se encargaron de entregarme junto a un sobre que no me había atrevido a abrir aún. "Tú padre me encargó de entregarte esto cuando cumplieras dieciocho y que tuvieras la madures necesaria para entender lo que ahí está escrito. Espero sea el momento", me dijo Roger, mi tutor, cuando me entregó el sobre. Llevaba más de dos meses con él en mis manos, pero aún no me sentía lista para abrirlo. Y no sabía si algún día lo estaría.
—Es demasiado —alegó Emily.
—Es lo que mereces y me quedo corta.
—¿Me lo merezco por qué? ¿Por ser una malcriada?
—Por ser una malcriada te mereces otra cosa —le dije con picardía, me acerqué a su oído, entrelazando mis manos por detrás de su cintura, y susurré—. Pero de lo que te mereces por eso, me encargo luego.
—¿Y si quiero que te encargues ahora mismo? —insinuó, con voz sensual, acercándose a mis labios para dejar un pequeño mordisco en el labio inferior.
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El espacio entre tú y yo (Terminada)
RomanceCuando las personas que más amas, te rompen, es difícil volver a unir esos pedazos. Victoria Brown, creía que cuando amas, la brecha para perderte a ti mismo es muy estrecha. Para Emily Wilson, el amor era un simple invento. Ella prefería lo estable...