CAP. 19 - MI FELICIDAD ES ELLA -

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EMILY WILSON

No quería seguir mintiendo, pero no estaba lista para enfrentar a Santiago con una verdad que ni yo entendía. Necesitaba más tiempo para aclarar mis sentimientos y Daniela era la única que podía dármelo.

―¡Es que la indiscreción y tú, nacieron el mismo día! ―exclamó mi amiga, al escuchar a Santiago―. Pero bueno tarde o temprano te vas a enterar, así que... ¿Emy, se lo dices tú o se lo digo yo? ―preguntó, y los nervios me congelaron al punto de no poder decir ni una palabra―. ¡Bueno está bieeeen! Yo siempre tengo que hacer el trabajo sucio. ¡Y después dices que fuiste tú quien quemó a Juana de Arco y estas pagando condena! ―como les dije, Daniela no sabía distinguir un momento serio.

De verdad que no tengo idea de dónde sacaba tantas ocurrencias, pero la de ese momento, me puso en la difícil decisión de no saber si quería matarla o amarla por ganar tiempo para mí. Tomó a Santiago y lo sentó en la mesa donde estábamos nosotras.

―Te explico y espero tu cerebrito pueda comprender lo que te diré. ¡Igual no es un tema tan difícil de entender! ―Le dio dos palmaditas en la mejilla y mis nervios se incrementaban cada vez más―. Para Emily ha sido difícil descubrir esto y no sabe cómo decírtelo sin que sientas que no diste la talla, puesto que no es culpa tuya que ella sea así ―su rodeo estaba provocando que mis manos empezaran a sudar.

―¿De qué demonios hablas Daniela? ¿Puedes terminar de decirme qué sucede? ¿O lo haces tú Emily?

―¡Emily descubrió que es asexual! ―soltó, y les juro que no podía creer que haya dicho eso.

La cara de Santiago era un poema. Me quería morir, pero en ese momento creí que había sido lo mejor. La desquiciada de mi amiga logró evitarme una conversación que no quería tener y le dijo que lo hablaríamos después. Inventó que yo necesitaba estar sola y me entregó las llaves de su auto, me apartó de la mesa y literalmente me ordenó que debía buscar a Victoria para disculparme con ella, también hizo referencia sobre algo con la galleta, pero no quise escucharla.

Encontrar a esa pelirroja semidesnuda en casa de Victoria, hizo que el estómago se me revolviera, pero ¿qué podía decirle? yo había sido una idiota con ella en el hospital y merecía una disculpa de mi parte. Aunque confieso que lo que más quería era hacerle la escena de celos del siglo. Me sentía furiosa con el solo hecho de imaginarla besando a otra chica que no fuera yo. No quería que sus labios tocaran otros que no fueran los míos. Cuando la vi besarse con Nico quise morirme, pero en ese momento no la sentía tan mía.

Intenté controlarme y tuve una conversación conmigo misma en el instante en el que la zanahoria con patas se disponía a salir. No entendí lo de Esther y el por qué dijo que se apiadaba de mí, pero no quise indagar. Quería remediar lo que había hecho y era por eso que estaba allí en su departamento.

―Yo pongo el auto y el destino, pero tú manejas. Para que sepas... ¡Odio manejar! ―dictaminé, una vez que llegamos abajo. Le lancé las llaves, y ella las tomó en el aire. Puse la dirección en el GPS y condujimos hacia donde quería llevarla.

Fue una hora de carretera. En el camino paramos por comida y bebida. Escuchamos música, pero ninguna de las dos habló. Yo era pésima para romper los silencios y más si sabía que había sido yo la que lo provocó; y ella supongo que estaba así por el suceso con la pelirroja. Recosté mi cabeza de la ventana dejándome llevar por la paz que me generaba el olor a verde que dejaba la brisa, o quizás se debía al hecho de tenerla a mi lado.

Santiago me hacía sentir segura, pero con Victoria me sentía libre.

―¡Aquí Emma y yo pasamos los mejores días de nuestra infancia! ―exclamé nostálgica, una vez que llegamos a nuestro destino: La finca de mi familia.

El espacio entre tú y yo (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora