Capítulo 7

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Tres semanas.
Habían pasado ya tres semanas desde que Kristoff le había pedido matrimonio a Anna.
Desde entonces, la chica había estado tan atareada con los preparativos de la boda, que apenas había tenido tiempo para estar con su prometido. Pero valió la pena, porque aquella noche ya todo estaba listo para la boda... Bueno casi todo.
Pese a que todo era perfecto, la chica estaba más nerviosa de lo que nunca había estado.
Se la había pasado dando tumbos de un lado al otro de la habitación, sin poder llegar a tranquilizarse.
-He dejado a Rapunzel y Eugene en su pieza -comentó Elsa alegremente, entrando en su cuarto -parecían realmente cansados después de su viaje, ¿no crees?
Al ver que Anna no contestaba y seguía paseándose de un lado a otro de su habitación, decidió hacer el comentario:-Hey, ¿te encuentras bien? Jamás te he visto mas nerviosa -comentó, dirigiéndole una cálida sonrisa a su hermana.
-Jamás he estado a punto de casarme - respondió Anna, sentándose a los pies de su cama.
-Pero creías estar lista para hacerlo en mi coronación - mencionó la reina con una sonrisa burlona adornando sus labios, mientras soltaba su trenza frente al espejo.
Anna le dirigió una mirada de aflicción.
- ¿Enserio tienes que mencionarlo? - preguntó, cubriendo su cara con sus manos y dejándose caer sobre el colchón.
-¿Qué? Yo no fui la que quería casarse con alguien que acababa de conocer. El caso es, Anna, que realmente creo que Kristoff es el indicado... No tienes porque estar nerviosa.
-¿Tú lo crees?
-Estoy segura - sonrió, volviéndose hacia ella- Serás la novia mas hermosa del mundo- comentó, acariciando fraternalmente el rostro de la princesa- Kristoff es muy afortunado y lo sabe.
-Gracias, Elsa- dijo la pelirroja, cerrando los ojos, haciendo un fuerte esfuerzo por no llorar.
Elsa la cubrió en un cálido abrazo y posteriormente fue a recostarse en su cama.
La princesa se levantó con la intención de apagar las lámparas de aceite, sin embargo, antes de hacerlo, observó con detenimiento a su alrededor.
Al día siguiente ya no dormiría más en esa habitación.
La chica suspiró. Había sido tan poco el tiempo que ella y Elsa habían estado juntas allí, después de toda la aventura que habían tenido que vivir para poder recuperar sus vidas.
Realmente parecía una mala pasada que después de todo ello, ahora tenían que separarse una vez más.
Claro que ésta vez todo iba a ser diferente. Ésta vez, iba a separase de su hermana por estar con el hombre que amaba. Era su decisión, y ella quería hacerlo más que cualquier otra cosa en el mundo. A pesar de lo mucho que podía dolerle.
De cualquier forma, seguiría viendo a Elsa a diario y todo seguiría siendo normal, o al menos, lo mas normal que podía llegar a ser al estar casada. ¿Qué podía salir mal?
En ese momento, la puerta de su habitación se abrió ligeramente y alguien se asomó. Anna se quedó quieta, a expectativa de cualquier cosa, cuando escuchó un ligero sonido.
-Pss- se hizo oír el ligero tono característico de Kristoff.
Y aunque la oscuridad era la suficiente para no alcanzar a ver más que una sombra, la chica se calmó al saber de quien se trataba y se levantó de su cama solo para ver el papel que el chico dejó al piso.
La puerta volvió a cerrarse.
Anna tomó el papel y con algo de trabajo logró descifrar lo que decían las letras, en medio de la oscuridad.
"Anna. ¿Te gustaría una última fuga antes de estar oficialmente casados? Te espero a las afueras de las murallas del castillo, cerca de la rivera del bosque.
-Kristoff."

La chica sonrió y dirigió la mirada hacia la cama de su hermana. A Elsa no le haría daño si no se enteraba, ¿cierto?
Además, estaría de vuelta en una o dos horas máximo y se trataba de Kristoff.
Todo era prometedor.
Apresurada, la princesa se puso el primer vestido que encontró y su par de botas de nieve.
Antes de irse, se aseguró de dejar un par de almohadas en donde ella debería de estar, solo por precaución en caso de que su hermana se despertara antes de que ella regresase a mitad de la noche.
Tomó su capa y salió de la habitación, aventurándose silenciosamente por el oscuro pasillo.

Con algo de suerte, logró salir del palacio sin ser vista.
Cruzó el enorme patio, siempre por las zonas de sombra que proyectaba la construcción a la luz de la luna y pronto estuvo ya en el sitio indicado.
-¿Kristoff?-preguntó en un susurro, pero no obtuvo respuesta- Kristoff, soy Anna-dijo un poco más alto, con el corazón latiéndole fuerte en el pecho.
Normalmente bastaba solo con un suave susurro para que su novio le escuchara.
El ligero sonido de un paso sobre la nieve se hizo oír.
-¿Kristoff?- volvió a preguntar ella, esperando que solo se tratara de una broma de su prometido.
-Que gentil en venir, princesa-era la voz de un hombre, pero no pertenecía a Kristoff- No creí que fueras tan sencilla de persuadir- aceptó, dando un paso adelante, dejando verse bajo la luz de la luna.
Anna intentó gritar, pero al parecer el hombre no venía solo.
Ni un solo sonido logró salir de su boca, antes de que la tuvieran amordazada en un saco.

* * *

Cuando Elsa se despertó, descubrió que el sol estaba ya saliendo por el horizonte.
Se estiró en la cama, antes de levantarse aún somnolienta.
Era el día especial de su hermana, pero al parecer ella aún no se había levantado.
Entre tumbos, se dirigió a la cama de Anna, para descubrir solo un par de sábanas y almohadas. Ni siquiera parecía que la princesa hubiese pasado la noche ahí.
De pronto, la reina se sintió más despierta y desesperada que nunca.
Se encaminó hacia el baño: otro cuarto vació.
Pronto, hizo saber a los empleados la desaparición de la princesa. Sin perder un solo segundo, todo aquel en el castillo se hallaba buscando a su hermana, incluso Rapunzel hacia lo que podía, con aquella barriga de embarazo que cargaba consigo.
Horas después de ardua búsqueda, no cabía duda:
Anna no estaba ahí.

El hielo también quemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora