Capítulo IX - Eiji Hasegawa

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Viernes. Tan esperado viernes. Último día de la primera semana de clases. En general los adolescentes se levantan animados sabiendo que la semana está llegando a su fin, y empiezan a hacer planes, organizar salidas y pensar en actividades para realizar una vez que salgan del instituto. La energía de los viernes por la mañana es distinta a la de los demás días, y las personas se van contagiando poco a poco de ella. No es el caso de Eiji Hasegawa. Él se ha levantado consiente de que es un día más, que nada hace especial a ese viernes.

Observa el sol colarse por la ventana de su gran habitación, y solo le provoca pensar que se trata de una gran esfera que irradia luz y calor, sin más. Su rostro no expresa ningún sentimiento. Sus ojos observan todo a su alrededor, pero no hay nada que le resulte particularmente llamativo, son solo objetos, no tienen ningún valor. Abre una puerta que lo dirige a su baño personal, es bastante grande, incluso más que el de algunos departamentos que hay en la ciudad. Al cabo de algunos minutos sale de él, con el pelo húmedo y una toalla rodeándole la cintura. Su expresión no ha cambiado.

Se coloca el uniforme de la escuela, toma su bolso, y sale de su habitación. Es recibido por un largo pasillo que termina en una escalera. Al bajarlas, observa una extensa mesa ubicada en un salón aún más grande. En uno de los extremos hay servida una gran cantidad de comida, que incluyen frutas, algunos cereales, pan tostados, huevos, una taza de té caliente y un vaso de lo que parece ser jugo de frutas natural. Al costado de la mesa, un hombre de gran envergadura y muy bien vestido lo espera.

-Buenos días joven Hasegawa- saludó de manera muy correcta el hombre- ¿Ha podido descansar bien?

-Buenos días Hiroshi. Ya te dije que me llames por mi nombre.

-Lo sé señor, pero su padre quiere que mantengamos las form...

-Mi padre no está aquí- interrumpió- y por lo que veo no va a venir- dijo, mientras observaba que la mesa estaba preparada para una sola persona.

-Su padre me pidió que le diga que lo disculpe, pero ha tenido que atender algunos asuntos en el trabajo- explicó en tono amable- Aún no ha respondido mi pregunta, joven Eiji- hizo hincapié en la última palabra.

-Ya me imagino cuales deben ser los asuntos que tiene que atender mi padre- soltó con fastidio, mientras se acomodaba en su silla-. Tampoco me interesa que esté aquí. Sí, he descansado bien, gracias por preocuparte.

-No tiene por qué agradecerme, es parte de mi trabajo.

¿Saber si he dormido bien?- preguntó irónico.

-Garantizar su bienestar.

-¿Mi padre te paga para eso?

-Podría decirse que sí, pero para mí es más importante la promesa que le hice a su madre.

La sonrisa del muchacho se borró repentinamente. El silencio se apoderó del lugar, y se dedicó a ingerir algunos bocadillos que le habías preparado como desayuno. Cuando Eiji terminó de con el desayuno, el hombre, de pelo castaño y entrecano, juntó los restos y la vajilla sucia y se predisponía a llevar todo a la cocina, pero la voz del chico lo detuvo.

-Hiroshi... ¿crees que si mi madre estuviera aquí, hubiésemos vuelto a Japón?

-No lo sé señor.

El chico rió.

-Siempre dices que conocías mejor a mi madre que cualquier otra persona, que era como una hija para ti. A pesar de eso no puedes responder una simple pregunta.

-No puedo saber si habrían vuelto, pero sí sé que la señora Samantha no hubiese querido hacerlo- explicó- Con su permiso.

Eiji se quedó unos instantes sentado en su lugar sin reaccionar. Recordar a su madre le provocaba una gran nostalgia, que se hacía aún mayor al escuchar su nombre. La extrañaba demasiado, y había días en los que sentía la imperiosa necesidad de abrazarla, sentir el calor de su cuerpo abrazándolo, y que le dijera que todo iba a ir bien, que no tenía que preocuparse por nada. Irónicamente, esos sentimientos le molestaban, lo hacían sentir como un niño pequeño e indefenso, y odiaba sentirse así.

Digimon Adventure: Lazos RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora