Primera rosa

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Al día siguiente Yunho no llegó al departamento temprano, incumpliendo con lo que me dijo el día anterior. Fuí a la floristería para poder comprar la primera rosa, al pagarla salí de ahí dirigiéndome hacia el departamento.

Dejé la rosa al lado de nuestra cama y me quedé mirándola, recordando todo lo que expresaba algo sin sentimientos propios pero cargada de sufrimiento ajeno. Agarré su tallo entre mis manos acariciando este cuidadosamente y pinchándome mi dedo índice al toparme con una de sus espinas.

Salió una pequeña gota de sangre de este, razón por la cual fuí inmediatamente al baño para lavarme las manos quitándome esa pequeña gota dejando mi dedo con una muy pequeña herida en el.

Volví a la habitación acostándome en esa cama que se sentía más fría de lo normal, y aunque me cubriera con las sábanas el frío seguía ahí, sabiendo que ese frío lo creaba mi cuerpo y que no me lo podría quitar. Se sentía vacío y helado a la vez, una pésima combinación.

Sabiendo en ese momento todo lo que hacía Yunho, aún así quería que me abrazara y me hiciera mimos. Quería que estuviera ahí dándome besos en el cuerpo y diciéndome que le gustaba y que me amaba. Quería sentirme querida por el y sentirme importante en su vida, pero en ese momento el no debe estar pensando lo más mínimo en mi, cosa que me dolía demasiado ya que en ese momento en lo único que pensaba era en el.

Esa noche no comí, no tenía hambre ni ganas de levantarme de la cama dejando que el sueño actuara de una manera rápida dejándome dormida.

Pocas horas después, según mi mente. Escuché la puerta de la habitación ser abierta y no me moví lo más mínimo porque sabía quién era.

Yunho se sentó en el borde de la cama, haciendo que el colchón se hundiera un poco. Con su mano acarició mi cabello y mi espalda, causando que sintiera un escalofrío en todo el cuerpo.

«Perdón» escuché salir de sus labios, y fingiendo que me movía dormida para que mi cara quedara a la vista de él. Mis ojos estaban hinchados y aunque los tuviera cerrados se notaba el estado de estos.

-¿Por qué tienes los ojitos hinchados Heenie? -habló tocando con delicadeza mi cara haciendo que poco a poco abriera mis ojos fingiendo que me estaba despertando.

-Hola oppa ¿Cómo le fue en el trabajo? -dije sentándome en el colchón frotando mis ojos con el torso de mis manos.

-Cómo siempre -dijo soltando un bufido y luego palmeó sus piernas indicando que me sentara ahí.

Gateando llegué hasta el, sentándome en su regaso y dejando mi cabeza entre su hombro y cuello acariciando su pecho que subía y bajaba a una velocidad normal indicando que su respiración era calmada.

-¿Heenie quiere mimos? -me preguntó a lo que yo le respondí asintiendo con vergüenza con la cabeza que aún estaba recostada en su hombro.

El empezó a acariciar mi espalda haciendo formas con sus dedos, mientras que yo me estaba acurrucando más en su cuerpo buscando el calor que necesitaba.

El volteó hacía la mesita de noche que estaba a un lado de la cama, notando la presencia de la rosa que había dejado.

-¿Trajiste esta rosa? -me preguntó mostrándomela luego de agarrarla y yo asentí con la cabeza.

-Si, se la quería dar cuando llegara, pero me dormí esperándolo.

-Lo siento, mañana es sábado y podemos estar juntos todo el día.

Rosas amarillas - Jeong Yunho ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora