uno.

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𝐃𝐢𝐚𝐧𝐚.

El sol entraba por la ventana de aquel departamento en el centro de Londres. Un café, dos tostadas con palta y frutos secos decoraban la hermosa bandeja de plata que mi amiga, Emily, preparó para mí.

-Espero que regreses pronto. -comentó mientras le daba un sorbo a su jugo de naranja- La pasé genial este mes, a veces me dan ganas de volver a Sydney.

-Extraño tanto tenerte cerca, Em. -suspiré- Pero me encanta tener una amiga en Inglaterra, una buena excusa para salir de Australia de vez en cuando. -solté y ambas reímos.

Eran mis últimas horas en aquella ciudad, luego de un maravilloso mes lleno de compras, salidas a discotecas, bares y museos. Había conocido a los amigos de Universidad de Emily, me cayeron bastante bien, sobretodo un tipo de ojos verdes y pelo castaño, era hermoso, ni hablar de su acento.

Antes de marchar al aeropuerto decidí hablar con mi hermano mayor, Máximo. Busqué su nombre en la larga lista de contactos y apreté el ícono de llamada.

-Hey, Diana, ¿cómo va todo? -se escuchó del otro lado del móvil.

-Muy bien, ya tengo todo listo para volver a casa, aunque me gustaría quedarme acá. -hice una mueca, por más que mi hermano no podía verme.

-Pero yo te extraño, piensa en tu hermano mayor. -rió- Además, tengo pensado hacer una fiesta para cuando vuelvas.

-¿Con champagne? -contesté con emoción.

-Con champagne, piscina climatizada y un buen DJ, ¿qué opinas?.

-Me parece fabuloso, invita a todos. Que todos sepan que las mejores fiestas la hacen los Evans. -mi tono de voz demostraba soberbia.

-No me pidas que llame al idiota de Paul. -hizo un ruido con sus labios demostrando disgusto.

Paul era el chico con el que estaba "saliendo" y las comillas eran porque no era nada serio, al menos no para mi. Nuestros padres eran conocidos en común y siempre han querido que seamos algo oficial, ya que seriamos una familia exitosa, una idiotez la verdad. Como sea, nuestro algo estaba en una nube.

-Juro que detesto que te relacionen con ese idiota.

-Lo sé, pero sabes como es esto. -suspiré- Estuve ojeando los documentos que me han mandado de la Universidad. El simple hecho de ver el nombre de esas materias me da mucho disgusto.

-¿Por qué no mandas todo a la mierda? Diana, tu camino no es el de esta familia y lo sabes.

-Porque papá está ilusionado con que siga la postura de mamá, ella era una muy buena empresaria de bienes raíces. -suspiré- Me gustaría hacerlo sentir orgulloso con eso mínimamente. Además, creo que sería un buen indicio para dejar las peleas a un lado.

-Un buen indicio es que dejes de mentirte. -bufó- Como sea, mándame un mensaje cuando estés por bajar, iré por ti al aeropuerto.

-De acuerdo, iré saliendo así paso por el Free Shop. Hay unas cremas hidratantes suuuuper hermosas y, a decir verdad, a un buen precio.

-No te olvides de mi, soy tu único hermano. -se burló.

-He comprado algo hermoso para ti cuando estuve de compras. Que la intriga te coma la cabeza.

Seguimos hablando por un par de minutos más hasta que finalicé la llamada ya que debía bañarme y prepararme para salir de Londres.

Al terminar de tomar esa ducha de agua tibia, opté por hacer mi rutina facial. No iba a maquillarme, quería dejar descansar mi piel y ponerle protector solar a la misma.
Finalicé lo comentado y comencé a cambiarme. Unos jeans lisos de color negro, una camisa blanca y zapatos con taco bajo. Los lentes de sol y el gloss labial le daban el toque final a mi atuendo.

Luego de hacer unas compras en el mencionado Free Shop y hablar con mi mejor amiga, la voz mediante el parlante hizo que marche hacia donde tomaría el avión rumbo a casa.

-La próxima iré a visitarte. -comentó mi amiga con un fuerte abrazo.

-Recuerda que se acerca mi cumpleaños, perra. -susurré en su oído y nos separamos.

-Sabes que no me perdería una de tus fiestas, son las mejores. -alabó. Moví mi cabello de manera exagerada acompañado por un Lo nena, lo sé.

Nos abrazamos por última vez y, con todo mi equipaje, caminé hacia donde está el avión.
Acomodé mis lentes mientras caminaba moviendo mis caderas al pasar por el túnel, me sentía modelo de pasarela, sueño frustrado.

Una vez en mi asiento y con todo el protocolo de seguridad en mi poder, el avión comenzó a despegar lentamente. Mi mirada no dejaba de conectar con aquel cielo celeste.

Ojalá estuvieras aquí.

Cerré mis ojos y di un gran suspiro.

Extrañaba mucho a mi madre, la necesitaba a mi lado. Habían pasado dos años de su muerte y todavía costaba asimilar todo lo sucedido.
Aclaré mi garganta y tomé la crema de manos que había apartado de mi gran maleta. Coloqué la misma entre mis manos y la esparci hasta que se absorba en su totalidad.

El tiempo pasaba a paso de caracol y mi compañero de asiento no pasaba de mover su cabeza sin parar. Se podía descifrar, mediante sus auriculares, que estaba escuchando una canción de metal.
Por suerte la comida llegó. Había elegido la opción sin t.a.c.c ya que no era fan de las harinas. Optaron por traerme verduras salteadas con champiñones y una especie de salsa para acompañar. Por otro lado, había una manzana y una pequeña compotera descartable en la que había gelatina, la cual hice a un lado.

Estaba a punto de terminar de comer cuando el chico de mi lado comenzó a hacer un solo de batería con sus brazos, provocando que su pasta termine sobre mi.

-Di-disculpa. -se lamentó. Lo miré fulminante.

-Acabas de manchar con salsa mi hermosa camisa de ZARA, ¿eres idiota?. -desabroché el cinturón para incorporarme.

-No fue mi intención. -trató de disculparse. Rodé mis ojos.

-Si piensas que vas a conseguir algo haciendo gestos con tus manos, estás mal. -bufé- Consiguete algo mejor.

El semblante del joven cambió, se lo veía triste. Rápidamente me acordé de la postura que había tomado, me parecía a mi padre cuando le dije que quería estudiar cosmetología. Me había arrepentido de dicha actitud, pero ya no podía remediar mi error.
Fui hasta el baño para tratar de quitar aquella mancha de color roja, pero fue en vano.

Maldecí y volví al lugar donde había pasado la secuencia. El chico tenía su vista en su móvil, tenía sus cejas juntas, estaba enojado.
Al sentarme y colocar el cinturón, una turbulencia se apoderó de toda la atención de los pasajeros.
No nos alarmamos, ya que era normal, o eso pensaba hasta ese momento.

Todo se estaba yendo por las ramas, las azafatas no paraban de ir para un lado y otro. Los murmullos de los pasajeros, que se transformaron poco a poco en gritos, se apoderaron del lugar. Mi corazón comenzó a palpitar fuera de lo común y mi respiración pesaba más de lo normal.

-¡Margaret! -exclamó una de las azafatas, llamando la atención de su compañera- Christopher, él... ¡está teniendo un infarto!.

Todas las miradas fueron hacia la morocha de traje azul. Los gritos eran más graves y los movimientos bruscos del avión alteraban aún más la psiquis de nosotros.
Me agarré del asiento mientras hacía una posición de bola, rezando para que todo esto terminara.
Abrí mis ojos nuevamente, pero todo se volvió negro.

Y en las noticias, un avión de la empresa Airplanes ha desaparecido. No se ha registrado rastro alguno, lo único que se sabe es que el piloto, Christopher Pills, ha llamado a la torre de control, pero su voz se escucha distorsionada.
Ampliaremos en el transcurso de las horas.

misterio || luke hemmingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora