dos.

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Mi cuerpo pesaba, parecía que había corrido una maratón por 24 horas seguidas. Mis ojos, los cuales me costaba abrir, poco a poco me dieron a conocer en donde estaba acostada.

Una señora al lado mío con algodón y varios frascos, vaya a saber uno que cosa contenían éstos, era la única presente ahí. El lugar era una cabaña, con muebles -bastantes desprolijos- a base de madera. La mujer de pelo oscuro volteó a verme y una sonrisa se dibujó en su rostro. Su aspecto no era como el de cualquier persona, su ropa era apagada y parecía que tenía trapos colgados.

-Hasta que despiertas, querida. -posicionó el mencionado algodón sobre mi frente y sentí un ardor recorrer la misma. Me corrí bruscamente, estaba asustada.

-¿Qué es esto? -traté de incorporarme, pero la herida proveniente en mi pierna izquierda hizo que me quedara en aquella cama, o el intento de la misma.

-Tranquila, sé que soy una extraña para ti. -se sentó a un lado- Me llamo Sandra y he estado cuidando de ti luego de que sufriste un accidente.

Traté de conectar todas mis neuronas, pero lo único que recordaba era los gritos y la escena paranoica que vivíamos los pasajeros de aquel avión.

-¿El avión se estrelló? -la señora asintió- ¿Por qué no estoy en un hospital? ¿Esto es Australia? Necesito atención médica profesional, una camilla, medicamentos... -comencé a alarmarme.

-Aquí te hemos brindado todo. -trató de calmarme- Hace dos días que estás aquí y mira -señaló mi brazo- ha cicatrizado bastante.

-¿En dónde estoy? Necesito llamar a mi familia. -me senté en aquella cama con mucha dificultad- Necesito hablar
con ellos.

-Querida...

-¡Deja de decirme querida! -me sobresalté- Me llamo Diana y quiero salir de aquí.

-Diana -suspiró- Entiendo que estés algo nerviosa, pero las cosas te las iremos contando poco a poco.

-¿Iremos? ¿cuántas personas hay aquí? ¿esto es una tribu?.

-Escucha... -el sonido chillante de la puerta principal hizo que nuestras miradas se dirijan a ésta.

-Con que al fin despertó. -murmuró aquel chico de ojos celestes y cabello dorado.

Llevaba un par de tablones de madera sobre uno de sus hombros, su ropa estaba algo gastada, pero su piel era blanca como la luna.

-Llegas justo a tiempo. Diana -me señala- quiere saber sobre... este lugar.

El chico de altura demasiado alta, dejó los objetos a un lado y se adentró mejor al lugar. Tomó a Sandra por los brazos, sutilmente, para hablar en un rincón de la habitación.
Se escuchaban murmullos y más murmullos. Lentamente me incorporé y logré llamar su atención.

-Miren, todo bien con lo que hicieron por mi, pero no voy a permitir que hablen a mis espaldas. Siento estorbar, con permiso. -caminé hacia la puerta para abrirla y toparme con un ambiente que nunca antes había visto.

Verde, mucho verde. En todas sus tonalidades. Personas con ropa rara, a mi parecer, marchando de un lado a otro con canastas, madera, frutas y verduras. ¿Qué es esto?.
Volteé nuevamente a mirar al rubio y a la morocha.

-¿Dónde estoy?. -cerré la puerta y apoyé mi espalda. Las dos personas que estaban en frente mío se miraron entre sí para luego dirigirse hacia mi.

-Escucha Diana... -el chico se acercó lentamente hacia mi, haciendo que el piso relinche- estás en Australia, pero... -rasca su nuca- nadie sabe de la existencia de este lugar.

Mis ojos se abrieron como platos, ¿a caso esto era una pelicula de ciencia ficción? ¿qué carajos?.

-Ya, díganme dónde están las cámaras. -comenté mirando hacia todos lados.

misterio || luke hemmingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora