PROLOGO

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Roma 1992

Las noches en Roma se estaban convirtiendo frías debido a la llegada del invierno, pero esta noche era diferente, en el cielo solo se podía ver oscuridad, como si el cielo no quisiera que la luz de las estrellas iluminara la ciudad, hundiéndola en una espesa neblina en donde solo la luz parpadeante de las lámparas logra filtrarse ante las solitarias y silenciosas calles.

-¿Están todos reunidos? -La voz de un hombre alto de mediana edad rompe el silencio.

-Si Señor todos están aquí- contesto el otro hombre.

-Bien entonces no hay que hacerlos esperar más.

Los dos hombres entran al templo establecido en las colinas CAMPIDOGLIO apartado de la ciudad, al abrir las puertas se encuentra un  salón gigante adornado por grandes candelabros y cortinas de seda, en el centro se encuentran varias mesas ocupadas por hombres y mujeres.

El hombre de mediana edad sube al estrado con facilidad mostrando liderazgo en su forma de caminar y dirigirse a los que se encuentran presentes.

-Bien sabéis vosotros que hace muchos años a los MEDENTES se nos otorgó en Don de curar, hemos servido para el beneficio de nuestro ministerio y al resto de la comunidad sin exponernos a ser descubiertos o beneficiarnos de nuestras capacidades- todas las personas presentes escuchaban con mucha atención cada palabra -A lo largo de la época muchos han querido apoderarse de todo lo que hemos construido, pero somos más inteligentes ¿Creen que vamos a dejar que lo destruyan? ya hemos tratado con traidores antes, esta no es la primera vez. -murmullos comenzaron a llenar el lugar- Es una lástima que uno de nuestros mejores hombres se haya convertido en un espía de esa secta que solo se encarga de llenar de oscuridad nuestro mundo.

-Fabio ¿De que estas hablando?- la voz de una mujer de cabello rubio y largo vestido rojo interrumpió el discurso.

-Mi querida Dalila, hoy luces hermosa como siempre, ¿Cómo está tu familia? ¿Dónde está tu esposo? Veo que no se encuentra presente esta noche.- Todos los presentes centraron sus ojos en la mujer esperando una respuesta.

Dalila se caracterizaba por ser una mujer inteligente y sensata, era una de las MEDENTES más reconocidas debido a que su poder de sanaciones no se comparaba con las demás.

-Eeel está en casa- tartamudeo - con los gemelos- tratando de que sus palabras fueran firmes y no inseguras porque ella muy en el fondo no sabía dónde estaba Marco, había estado actuando raro desde hace semanas, ya no era el mismo.

-Creo que no te escuchas tan segura Dalila- la voz de Fabio resonó en el templo - A puesto a que debes estar informada de todo lo que hace.

Silencio eso fue lo único que pudo hacer Dalila no tenía las palabras adecuadas para responder a lo que Fabio decía pero sabía que algo estaba mal, podía sentirlo en su forma de hablar y mirarla fijamente como si pudiera penetrarla y llegar hasta sus pensamientos, las cosas no estaban bien.

-¿Te has quedado sin palabras? Ya veo o no tienes ni idea de lo que pasa o lo estas cubriendo, pero mejor lo ves con tus propios ojos- Fabio miro al hombre musculoso de gran tamaño que estaba a pocos metros de él y le hizo un gesto al cual este capto perfectamente.

Al regresar, al lado del hombre se encuentra otra figura de tez blanca cabello negro, este tenia la cabeza agachada pero sus manos estaban amarradas, al levantar su rostro sus ojos de color miel se conectaron directamente con los de Dalila mientras esta ahogaba un grito entre sus manos.

-¿Marco?- susurro mientras miraba a su esposo, podía ver un leve moretón cerca de su ojo y una pequeña cortada en su labio inferior que se estaba desvaneciendo, era normal los Medentes podían sanar sus heridas con rapidez, sus ojos posaron en Fabio quien tenía una mirada de satisfacción - ¿Qué está pasando? ¿Qué has hecho con Marco? - trato de que su voz sonara con firmeza.

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