Los rayos del sol vislumbraban la armoniosa y extensa habitación del Rey que, junto con su pequeña hija compartían. Un par de rubios de ojos azul verdoso como las esmeraldas dormían hasta el momento apaciblemente. La niña contaba con tan solo 8 inexpertos años de vida y su no tan joven padre, que ya tenia aproximadamente unos 34 años. Con respecto a sus apariencias; él tenia el cabello hasta los hombros y su hija igual, le gustaba tenerlo corto incluso un poco más que su papá. Ella parecida comprender la pesada y agotadora vida de él, aun más desde que su madre se fue. Así que, no era para sorprenderse si este estaba ausente o al contrario; profundamente dormido en vuestra cama ajeno a toda la realidad.
La pequeña princesa, como era de costumbre cuando su padre estaba así de dormido y en la mayoría de casos solo se levantaba de la cómoda cama y se encaminaba hacia la costa. Aquel castillo en el que vivían ellos y la servidumbre del lugar, tan majestuoso e inmenso estaba situado cerca al mar. De tal manera que las embarcaciones que arribaban en el puerto tuvieran mayor facilidad para informar al Rey y sus ministros; además de la hermosa vista que tiene hacia el marítimo horizonte, mucho más al amanecer o al atardecer. Tomo entre sus delicados pies un par de tiernas pantuflas y salio del cuarto sin quitarle el ojo de encima al profundo durmiente.
-"Seguro cuando se despierte me obligara a asistir a esas tediosas clases de etiqueta y geografía... De nuevo"- pensó con cierta amargura la pequeña mientras cerraba la puerta con suma tersidad para no ser descubierta. Es verdad que su padre la quería mucho( a veces más de lo que necesitaba) y la conciente en cada momento libre que tuvieran ambos; y eso a ella no le molestaba, sin embargo, eso la obligaba a cumplir con cada cosa que él dijese, tanto como el bien de ella como el del país. Significaba cumplir con requisitos dignos de una "dama" sino también como princesa y futura reina; eso si que era aburrido para un crió de esa edad ¿cierto?.
Es por eso que cuando encontraba la oportunidad de escapar de ese régimen, la tomada sin desprecio alguno. No era muy temprano pero tampoco era demasiado tarde, esto significaba que era la hora perfecta para encontrarse con su amigo.
La servidumbre al principio era bastante reacia con este tema e impedía que ella saliera de sus aposentos sin permiso del Rey, su padre; por que, podría pasarle algo (no precisamente bueno). Sin embargo con el paso del tiempo, dejaron de darle tanta importancia, después de todo el país que gobernaban y obviamente en el que vivían era técnicamente seguro y con quien ella se iba a reunir era el hijo de un magnifico soldado real, así que no debían haber preocupaciones .
Corrió por las inmensas instalaciones del palacio hasta encontrar la entrada principal, topándose con un guardia que había terminado el turno, según ella.
- Muy buenos días princesa Rilliann- saludo amablemente aquel guardia con una cálida sonrisa.
- Hola!- contesto el saludo inocentemente pero de igual manera la princesa Rilliann.
- Vera, necesita ir al puerto, al igual que usted y pensé que podríamos ir juntos ¿le gustaría?- propuso él; la princesa se lo pensó por un breve momento, incluso hasta dudo en decirle que si. ¿Sera una estrategia de su padre para estar vigilada?.
- Yo no creo qu...- iba a rechazar la propuesta pero lo volvió a meditar; si era así y ella tenia razón, negarlo implicaría que la seguiría a como dé lugar sin que Rilliann se diera cuenta - yo no creo que sea una mala idea - sonrió y solo para asegurarse de que no la seguiría - ¿ que tiene que hacer ella?-
- Me han pedido ayuda con unos cuantos paquetes - contesto mientras caminaba esperando ser seguido por la chica, cosa que ella hizo inmediatamente - hoy estará la mañana un poco más... ocupada - dijo bajando su tono de voz, con un toque de complicidad además temas de melancolía. Para su suerte o desgracia la princesa no lo había notado.
- Ya veo -asintió con la cabeza y ambos siguieron la mima ruta hacia su destino sin volver a mencionar alguna otra palabra...
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NO!
AdventureSu amor por la justicia era tanta que pensó que todo aquel que estuviera en contra de su ley merecia la muerte. No se había dado cuenta que era todo lo contrario a ser justo, y que "EL CABALLERO" no era nada más que un apodo de mal gusto a como actu...