I
La primera vez que fui a la cancha de Boca yo tenía siete años. Fuimos mi
viejo, un amigo suyo y yo a unos palcos que ya no existen en la
Bombonera un miércoles a la tarde. El amigo de mi papá había conseguido esos
palcos que eran carísimos. Jugaban Boca y Rosario Central. Yo llevé mi camiseta
comprada el día anterior pero justo ese día los jugadores de Boca usaron otra,
blanca con franjas azul y oro. Mi ídolo por entonces era Roberto Cabañas, el
nueve paraguayo que teníamos y que era un genio.
Después fui muchas veces a la cancha de Boca. Por ejemplo, el día que
Caniggia le hizo tres a River y el Diego erró un penal, yo estaba en las plateas
altas. Y también estuve el día que Guerra la cabeceó con la nuca sobre la hora y
ganamos tres a dos. Me gustaba ir a la cancha con mi viejo porque él
aprovechaba esos viajes tan largos de Lanús a la Boca, en el 54, para contarme
historias de su infancia, de la colimba, de sus primeros trabajos. No sé por qué
pero nunca hablaba de esas cosas si no era a la ida o la vuelta de la cancha.
Todo esto se lo conté a Patricia una tarde en una plaza a la que habíamos
llegado después de caminar como dos horas. Nunca supe cómo se llamaba esa
plaza chiquita, sin juegos y con muy pocos árboles. Nos sentamos debajo de
uno de los pocos que había. Quería explicarle por qué me parecía tan
importante lo que me había comenzado a contar de Maradona la tarde que nos
peleamos y a su vez no quería llegar al momento en que tenía que decirle que
mi viejo un día se había vuelto loco, se había ido de casa y no había vuelto más.
No quería entrar en detalles y decirle que mi papá había mandado algunas
cartas para decirnos que estaba bien y dando un montón de explicaciones y
excusas que a mí no me servían. A mamá tampoco pero los dos disimulábamos.
Nos alentábamos mutuamente. Y yo no quería hablar de eso con Patricia y a su
vez quería decirle que su historia me interesaba mucho. Que desde hacía años
sólo iba a la cancha a ver a El Porvenir y que me había prometido algo: sólo iba
a volver a la Bombonera con mi viejo.
Por suerte ella no esperó a que llegara el momento en que yo le decía que
mi papá un día tomó el auto y se fue con otra mujer para tener más hijos por
ahí, seguramente. Antes de eso, Pato me contó:
II
El padre de Patricia, Luis, vivió toda su vida en Fiorito. Cuando era chico,
sus padres tenían una casa del otro lado de la villa, cerca de la estación de
trenes. A unos metros de ahí vivían los padres de Maradona con todos sus hijos.
La primera imagen que Luis tuvo de Diego fue la de un nene de unos dos años
que se metía en todos lados para jugar a la pelota con los más grandes. Luis
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El equipo de los sueños
Roman pour AdolescentsEs para lo que los necesiten leer en el celu como lo necesite