I
El sábado no vino tanta gente como esperábamos pero igual se trabajó bien.
Tal vez la mayoría pensaba venir a última hora. Yo no iba a estar para
entonces, era el turno de Pinocho y de mi tío. Los domingos solíamos cerrar
pero ese domingo, como era 24 de diciembre íbamos a abrir y aprovechar a
todos los que se decidían por las ensaladas y el clericó a última hora.
Ese sábado 23 de diciembre habíamos quedado con Pato en encontrarnos a
las cinco de la tarde. Yo, después, me iba a encontrar con Pablo y Ezequiel para
comer una pizza.
Llegué a la esquina de la disquería a la cinco en punto. Los minutos
comenzaron a pasar y Pato no aparecía. A las seis de la tarde me empecé a
preocupar. ¿Y si no llegaba? ¿Y si había decidido dejarme? ¿Por qué tardaba tanto? Tenía ya los ojos cansados de tanto fijar la vista en la lejanía y tratar de verla aparecer. Cuando a las seis y media la vi surgir entre la gente, mi corazón
volvió a sonar como un redoblante. No venía sola, traía de la mano a Elizabeth.
Pero ni siquiera ese detalle me fastidiaba, lo único que me interesaba era que
ella ya estaba llegando a mí. Tenía el rostro muy serio, los hombros caídos, los
ojos opacos. Tenía el aspecto de una vieja de ochenta años.
—No me puedo quedar —me dijo soltando de la mano a Elizabeth que se
alejó unos metros, como para dejarnos hablar tranquilos. No se disculpó por la
tardanza y me di cuenta de que algo malo estaba pasando.
—Tengo que ir al hospital porque mi papá está internado.
—¿Qué le pasó?
—Le dio un infarto.
—¿Cómo está?
—Mejor que ayer pero todavía está mal. Al menos ya recuperó a Eli —dijo
señalando a Elizabeth— pero sin la pelota se va a morir.
—No entiendo.
—Uff, lo de siempre. Vino mi mamá a buscar a Eli. ¿Me acompañás hasta
el hospital?
Definitivamente, había algo que no estaba bien.
—¿Cómo que tu mamá vino a buscar a tu hermana? ¿No está muerta tu
mamá?
—Más o menos. Está muerta para mí, para mi hermana, para mi papá.
Pero a veces viene a molestarnos.
II
Fuimos los tres al Hospital Evita. Ahí estaba internado su papá en la
unidad coronaria. En el camino me contó lo que había ocurrido.
Su mamá los había dejado hacía varios años. Cuando me dijo eso me
hubiera gustado interrumpirla, decirle que lo mismo pasaba con mi papá, que
los dos lo habíamos ocultado y que teníamos también eso en común pero me
quedé callado.
Me dijo que los dejó para irse a vivir a otra parte de Fiorito, del otro lado,
ESTÁS LEYENDO
El equipo de los sueños
Ficțiune adolescențiEs para lo que los necesiten leer en el celu como lo necesite