12: Cuando no se puede ganar, es bueno empatar

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I

Hay partidos chivos y éste iba a ser uno de ellos. A Ezequiel lo llevaban

casi en andas y la verdad es que la fe que le tenían era injustificada.

Porque si bien el Equi era un ocho habilidoso y con llegada, tampoco podía

salvar a un equipo él solo y mucho menos si iban a jugar —como hubiera dicho

mi tío Roberto— contra el caballo del comisario. Pero allí estaban, felices con la

nueva adquisición de Corazón Boliviano.

Nosotros íbamos unos metros atrás, no como un reconocimiento a la

estrella del equipo sino porque otra vez había muchas posibilidades de

cruzarnos con los Gardelitos. El Oficial Chuy nos conocía bien y no era cosa que

nos viera justo en ese momento.

Llegamos a un potrero en el que habían hecho los palos y los travesaños

del arco con tirantes de madera. Si se rodeaba el potrero, del lado contrario al

que estábamos nosotros había una montañita de escombros y residuos. Con

Pinocho dimos toda la vuelta y nos ubicamos ahí. Una especie de platea alta, de

las baratas, de ésas en las que el partido se ve lejísimos pero en las que podés

estar sentado y sin chocar con la barra brava de la popular.

Y la popular estaba bastante concurrida. Habría unas treinta o cuarenta

personas esperando el comienzo de los partidos. Alentaban, tiraban algún

petardo, saltaban. Igualito a una cancha en serio aunque sin tribunas ni césped.

Como en la arena romana, los tres grupos de gladiadores aparecieron por

distintos lados. Corazón Boliviano fue el primero en llegar. Al minuto

aparecieron los de Gardel Vive con el Oficial Chuy a la cabeza y por la otra

punta entraron Los Perfectos de Fiorito. Adelante venía el flaco alto de la Casa

de los Religiosos Uruguayos y más atrás reconocimos a Róger, a Ramón y a un

par más de la Casa.

—Por un momento pensé que lo iban a traer a Pablo —le comenté a

Pinocho.

—Eso hubiera sido lo que único que nos faltaba.

Primero iba a jugar Corazón Boliviano con Gardel Vive, después Corazón

Boliviano con Los Perfectos de Fiorito y finalmente se enfrentarían uruguayos y

Gardelitos. Si a alguien había favorecido el fixture era a Gardel Vive, que tenía

un descanso entre partido y partido.

Los uruguayos se sentaron en hilera a un costado de la cancha (en las

plateas preferenciales, podría decirse). El oficial Chuy era el técnico de Gardel

Vive. Señaló a Ezequiel y dijo algo pero todos parecían muy tranquilos.

Seguramente el Equi les llamaba la atención porque era el único rubio del

equipo y casi les sacaba una cabeza a todos los de Corazón Boliviano, incluso a

El equipo de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora