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El timbre sonó y me levanté de inmediato.

La tensión en el instituto era palpable. No muchas personas asistían. Había un poco más de seguridad y los profesores rondaban cada cierta hora a observar que nadie se quedara después de la hora de salida.

El viernes tenía que verme con Sander, no vino. Ayer también me vería con él, nunca llegó. Me pareció muy extraño que luego de tanto insistir no asistiera a nuestras clases.

No lo había visto desde que estábamos en la cafetería, incluso no ha venido al instituto, según Janeth.

¿Debería estar preocupada? Digo, puede no caerme del todo bien pero no querría que le pasara algo. Con todas estas cosas que están pasando en Mackvill es normal preocuparse.

Cuando salí del todo del instituto la lluvia me golpeó repentinamente. Corrí hacia un techo que estaba del otro lado donde estaban la mayoría de los alumnos esperando a sus padres.

Aunque tuviera 18, no tenía aún un auto, no me gusta manejar, mucho riesgo.

Cuando llegué al techo observé a cada uno de las personas que estaban aquí y, aunque estudiaramos en el mismo instituto no conocía ni a la mitad. Achiné mis ojos cuando vislumbré a una figura que venía corriendo a pasos cortos entre la lluvia. Cuando mi vista aclaró, pude ver bien quién venía en mi dirección, Sander.

Cuando se detuvo en frente de mí, se encorvó y colocó sus manos en sus rodillas para poder respirar mejor. Yo lo observé inquieta ya que todas las miradas estaban puestas en él y luego pasaban hacia mí.

Estaba empapado, parecía haberse estado mojando desde mucho antes, como si hubiera estado en la lluvia todo este tiempo.

Cuando levantó la mirada, me sentí nerviosa. Sus ojos estaban de un miel que podía hacerte erizar si los observabas fijamente. Su chaqueta estaba completamente mojada y su cabello revuelto y mojado. Quería pasar las manos sobre él y, sin siquiera pensarlo. Pasé mis manos sobre su cabello negro que secretamente me encantaba. En el momento de que mi mano hizo contacto con su cabello sentí una corriente eléctrica que empezó desde mi mano y terminó en mi hombro. Incluso mojado era suave y sedoso. Mis ojos bajaron a los suyos y su mirada estaba fijamente en mí. Atento a cada uno de mis movimientos, y me sentí más nerviosa. Podía jurar que se acercó un poco más, lo que hizo que me sintiera pequeña a su lado. Mi mano empezó a temblar ligeramente en su cabello por la repentina cercanía hasta que, finalmente habló.

—Hoy iré a tu casa.

Solo cinco palabras que hicieron poder en mí, no sé cómo ni porqué, pero lo tomé de otra manera, como si tuviera otra intención la de ir a mi casa. No lo decía por mí ni mi mente cochina, sino por la intensa mirada que tenía sobre mí.

Dió un paso hacia atrás, sin embargo, eso no le impidió que acercara su mano a mi rostro y pusiera detrás de mí oreja un mechón rebelde de cabello que se escapó de su lugar. Mi respiración se volvió entrecortada y mis labios se abrieron ligeramente.

Fue como si absolutamente nadie se encontrara en el mismo lugar que nosotros, como si solo estuviéramos él y yo. ¿Lo peor? No sabía cómo sentirme respecto a esto.

Un miedo se incrementó en mí cuando me dí cuenta de lo que sentía.

Él me atraía.

No me mentiría a mi misma, él me atraía, me prendía, me exitaba.

Me atraía cuando tomaba su cabello en su mano y jugaba con él, se veía endemoniadamente sexy. Me prendía cuando agarraba su labio con sus dientes y me decía alguna estupidez. Me exitaba cuando estaba así de cerca de mí o tenía algún contacto conmigo. Como en la fiesta. Por las noches pienso en ese día y me doy placer a mí misma. Es retorcido, lo sé.

J A S P E RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora