14.

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En el mismo instante en el que le dí dos toques a la puerta, mi celular vibró en mi bolsillo.

Escuché un: ¡Voy! Por parte de Cecilia, la hermana de Adriana.

Saqué mi celular y observé que tenía un mensaje de Anderson.

Ander: Daniela cayó, te debo una.

¿Cómo era eso posible después de él bofetón que le dió en la cafetería?

Mis cejas se alzaron en sorpresa y la puerta frente a mí se abrió.

Vislumbré a Cecilia con un pijama de osos, era algo extraño que trajera pijama a esta hora de la tarde, pero según Daniela, tenía varios días que no asistía a clases.

—Jasper, hola—dijo en un susurro.

—Hola, Cecilia—saludé sin saber que más decir.

Estaba aquí por una razón, y era preguntar si habían sabido algo sobre Adriana. Mi madre no me quería ni dirigir la palabra y tuve que venir después de que me levantaran el castigo, que fue una estúpidez, la verdad.

—¿Quieres pasar?—su voz parecía cansada y ronca.

Asentí.

Se hizo a un lado para que pasara. Cuando mis pies tocaron el suelo de madera, enseguida la nostalgia se hizo presente. Había venido infinitas veces a esta casa y ninguna de esas veces me había sentido tan vacía e incómoda como ésta. La sala estaba a oscuras y lo que alumbraba un poco era la luz de la cocina y la tele encendida. El sofá donde había pasado días con Adri viendo la serie Dark, estaba hecho un desastre, había papeles alrededor, palomitas en el sofá y el suelo. En resumen, todo parecía un basurero. Y era de esperarse, Adriana era un piensa primordial en esta familia, no quiero ni saber que es lo que debe estar sintiendo su madre.

—¿Quieres café?—preguntó amablemente Ceci.

—No, gracias. La verdad es que estoy aquí porque quisiera hacerte unas preguntas—bien, eso sonó demasiado formal.

Ella asintió como si supiera que clase de preguntas eran.

—Creo que tengo una idea de que preguntas pueden ser.—se arrastró hasta el sofá y yo la seguí.

Ambas nos sentamos y ella tomó uno de los pañuelos que estaban en el sofá y se sacudió la nariz.

—Sé que esto debe doler demasiado, créeme, a mí también me duele.—coloqué la mano en su hombro, dándole un poco de apoyo—pero necesito saber más sobre lo que le sucedió a Adriana.

Sus ojos se cristalizaron y el nudo en mi garganta se hizo presente.

—Es que...—lagrimas salieron de sus ojos, hice mi mayor esfuerzo para no llorar porque sino, ya nadie me detendría, no había llorado desde que ella me dió la noticia—Adriana nunca fue una mala persona y, que desapareciera fue, muy injusto...

Comprendía su dolor, lo sabía. Adriana nunca fue mala, era buena amiga, buena hija, buena hermana, buena estudiante. Tenía sus momentos de rebeldía pero la mayoría era porque yo la obligaba a divertirse conmigo.

—Entiendo si no quieres hablar...

—No, no. Tengo que hacerlo, eso me hace bien—más lágrimas y más sacudidas de nariz.

—Bien ¿Cómo fue que Adriana desapareció?

—La policía dijo que fue cuando salió de la escuela, las cámaras de seguridad de el restaurante de al lado estaban encendidas y vieron cuando...

J A S P E RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora