Sabotaje

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El ánimo de la nave se había vuelto tan lúgubre tras la muerte de Marrón como cabría esperar. La mayoría de los que mas lo conocieron lloraron su muerte en soledad, ocultos en la privacidad de sus habitaciones, para después salir y cumplir con sus tareas de forma mecánica, sin risa o charla más allá de la estrictamente necesaria. Aun cuando nadie se expresaba directamente sobre el tema era dolorosamente obvio que nada era lo mismo ni nadie estaba bien, y era difícil determinar hasta cuando aquello duraría.

Azul no se despegaba de la puerta de Naranja a menos que este por desmayarse del sueño, siendo solo relevado por Verde Oscuro y solo por unas horas. Nadie ha vuelto a ver a Naranja desde que empezó su confinamiento, pero de las pocas cosas que se le había conseguido sacar a Azul es que esta muy inactivo, tanto que si no lo hubiera comprobado por si mismo le habría hecho pensar que se había quitado la vida, pero no era el caso por suerte. Estaba deprimido, era dócil, y no había dado ningún problema que ellos supieran, pero eso es todo lo que pudieron sacarle.

Todos estaban tan tristes, y Rosa, que apenas llegó a conocer a Marrón y no experimentaba el mismo dolor, se sentía como una intrusa en un velorio. La sensación de estar sobrando no se disipó cuando Verde Claro, que sabían estaba con Blanco en medio de la investigación encargada por el capitán, hizo lo posible por convencerlas de que no hacia falta su ayuda y que ellos podrían manejarlo todo solos. Les dejó material para estudiar y continuar con lo que hacían en la habitación pero era claro que no las querían allí, dejándola sin nada que hacer para ayudar en esta situación que tanto incomoda y deprime.

-Todo esto es una mierda...-

Al menos, como había pensado al principio de este viaje, no estaba sola.

-Si al menos pudiéramos hacer algo más que estar encerradas en un lugar donde ya estamos encerradas de por si-

Morado estaba recostada sobre su cama, tirando y volviendo a atrapar una bolita de papel en sus manos.

-Yo no se cuanto aguantaré todo esto- Rosa estaba mirando hacia la puerta de la habitación e ignorando el texto en la pantalla de su computadora -Creo que fue una mala idea venir...-

-Nah, no fue una mala idea, solo paso algo inesperado, cuando atrapen al responsable todo mejorará-

-¿Estas segura?-

-Cien por cien, solo hay que esperar, no seas impaciente-

Rosa sonríe.

-Mira quien lo dice...-

Su amiga le devuelve la sonrisa, ajena a la bola de papel que cae y rueda por el suelo hasta detenerse en mitad de la habitación, que es un lio de fotocopias y libros.

-Ey, espere por años la ocasión para decirte eso, arrésteme por ser feliz policía-

Rosa se arrastró perezosamente por la cama y el suelo hasta llegar a la bola de papel caída. Una vez en su poder se la tiró de regreso, decepcionada cuando en lugar de caer en su cara la cazó al vuelo. Todo esto era nostálgico, si no fuera por el vacío fuera de la ventana y la tristeza general, juraría que estaban compartiendo habitación en la universidad de nuevo.

-Tengo hambre...-

-Yo también...-

-¿Vas a buscar algo de comer...?-

-Ya ayer el capitán me retó y me dijo que juntas o ninguna-

-Cierto...-

No había nadie más que la acompañara porque todos estaban trabajando, además que la vagancia aun superaba el hambre que sentían y, hasta que alguna no se pusiera de pie, ninguna estaría obligada a levantarse. Estaban felizmente infelices distanciadas de la situación, saliendo únicamente para ir al baño o asaltar la maquina expendedora y llevarse todo el yogurt y gaseosa que hubiera. Se quedarían sin dinero a este paso, pero no es como si lo necesitaran mucho cuando la comida que les daban era gratis y no había nada más en que gastarlo en el espacio.

Impostores entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora