5

38 3 0
                                    

Estela

Miércoles 16 de septiembre, hoy cumplía mis dulces cuarenta, tenía pensando hacer una cena familiar, vendría mi padre, Anna, mi primo y su amigo. Quería algo intimo.

-Cariño ya me voy -abrí la puerta de mi habitación y vi a mi hermoso esposo arreglandose para irse al trabajo-. Que te vaya bien.

-Antes de que te vayas Estela, quiero darte algo.

-Oh cariño no tienes que hacerlo.

-Si tengo -saco del bolsillo de su saco una cajita larga roja de terciopelo con un lindo moño del mismo color-. Feliz cumpleaños, te amo desde el primer día que te conocí, y te amaré hasta el último momento.

Mis piernas se estremecieron, empecé a perder mi visión por las lágrimas acumuladas, agarré la cajita roja y empecé a tirar el lazo de un lado del moño para que caiga, cuando abrí la tapa una linda cadenita de oro persibieron mis ojos, tenía mis iniciales. Lo mire a los ojos.

-Cada día estoy más enamorada de ti Robert, amo tener esta hermosa familia contigo -nos dimos un fuerte abrazo.

Me di la vuelta y me recojo el cabello, me coloco la cadenita delicadamente mientras me abrazaba. El verdadero amor si existe, solamente tienes que encontrar a la persona correcta, no importa cuando tiempo tardes, la encontrarás.
Nos dimos un lindo y cálido beso.

-Ya me tengo que ir, tengo que ir a tomar el té con las chicas.

-Te deseo suerte en tu día cariño, yo iré a trabajar.

Anna

Saliendo de clases tenía que ir para la casa de los Coopper, quería darle el regalo a Estela, un lindo vestido de túnica color beige, me acuerdo que me contó que la tela de este vestido cae sin marcar formas, por lo que es un estilo muy clásico e informal.
Hoy cumplía cuarenta años, me invitó a su cena que compartiría con sus seres queridos.
Decidí irme antes a la estación, no estaría esperando a Cole en la escuela, sabe las cosas que hace, no es un niño pequeño.
Escuchaba a lo lejos que me llamaba, pero decidí seguir mi camino, el tren estaba por venir y no me lo perdería por esperarlo.

-¡ANNA! -el tren abrió sus puertas y me fui a buscar un asiento-. Dios mío chica.

Mi mirada se despojó en la señora que vi hace un mes atrás, decidí sentarme con ella.

-Cielo eres tu otra vez, que alegría verte aquí otra vez.

-Gracias por haberme avisado la última vez sobre el señor.

-No hay de qué, somos mujeres, entre nosotras nos tenemos que ayudar.

Perseguí a Cole con mi mirada, se sentó a dos asientos atrás mío.
En todo el camino me quedé hablando con la señora, le conté que volví a ver a ese señor que me quería hacer daño, que en unos meses tengo un baile y que todavía no sabía que ponerme, hasta que me tocó la hora de despedirme.

El amor no se puede esconderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora