Capítulo 6

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Elsa se encontraba pensativa mientras observaba de cerca el puerto del reino de Romerike, allí una carrosa los esperaba al rey, la reina y a ella, la única que pudo ir de viaje.

La rubia cerró los ojos recordando aquel momento en que Anna llegó resfriada al castillo junto a Kristoff que la pudo ayudar a llevarla en sus brazos mientras Elsa la arropaba con algunas mantas que le habían prestado aquel día. Ese día a pesar del castigo que Anna no pudiera ir al viaje, el rey y la reina se debatieron si debían o no ir a Romerike. La rubia en realidad deseaba quedarse con su hermana, pero ya era fijo que ella al menos debía de ir.

Aquel día fue angustiante tanto para Elsa como el rey, que tuvieron una charla urgente con los consejeros quienes aconsejaron que era lo mejor que cumplieran su palabra, y comprendiendo la situación de la princesa Anna, ella podía estar a cargo de su nana Gerda.

Finalmente ahora se encontraba ahí, bajo presión del consejo, y el compromiso que tenían para una alianza con aquel reino.

Elsa subía a la carroza seguida de sus padres, el cual les llevaría a su destino.

En Arendelle la situación era distinta, Anna se encontraba "sola" en aquel gran castillo, ya estaba algo mejor, pero se sentía muy aburrida, lo único que podía consentir aquel momento de aburrimiento era ir a coger una barra de chocolate de la cocina y esperar que su amigo Kristoff viniera en un rato. El día que cayó enferma y debido al castigo, sabía que estaría sola, así que le hizo prometer a su amigo que la visitara esos días hasta que regresen sus padres. Para fortuna del rubio, el trabajo en las montañas había terminado, así que acepto algo cansado.

El día de la despedida del puerto, Anna se despidió con un fuerte abrazo de sus padres y de Elsa, deseándoles lo mejor para su viaje. Kristoff junto a Sven, también se despidieron de los reyes y Elsa.

- Princesa Anna, tiene visita.

- ¡Oh! Debe ser Kristoff – comentó alegre la quinceañera mientras despertaba de sus recuerdos – Por favor hazlo pasar a la sala de audiencias, yo en un momento saldré.

- Como diga su alteza – comentó uno de los mayordomos del castillo, mientras se alejaba.

Anna por su parte corrió a su habitación a terminar de arreglarse, ese día ya estando algo mejor quería ir a pasear al pueblo, se puso un faldón verde con una blusa de mangas largas verde oliva, acompañada de una capa con capucha al igual que sus trenzas características. Ese día tenía que ser especial.

Al bajar se encontró a su amigo, y le saludo cordialmente.

- Hola Kristoff, que bueno que hayas llegado.

- Una promesa es una promesa ¿No?

- Tienes razón.

- ¿Y cómo te encuentras?

- Mucho mejor – comentó la princesa mientras daba una vuelta y se queda mirando al joven con una sonrisa – más bien se me ocurrió que hoy podemos salir.

- ¿Salir? Espera Anna, tú aún no estás al cien por ciento bien de tu salud, y ya sabes a que llevó tu última travesura.

- Oh vamos señor "poca diversión", mi castigo ha sido no ir al viaje, pero al menos puedo salir del castillo.

- Estoy seguro que me arrepentiré de esto... - comentó el rubio de 18 años mientras tocaba su mano con su frente – Solo prométeme que no harás algo imprudente, ten en cuenta que aún no te recuperas, y me preocuparías mucho si recaes de nuevo... - el rubio abrió los ojos al darse cuenta lo que acababa de decir involuntariamente, sus mejillas se pusieron rojas y cuando dirigió su mirada a la pelinaranja, notó como ella también estaba igual de sorprendida junto con sus mejillas rojas, inmediatamente tenía que corregir lo que dijo – No, no es lo que piensas, yo no solo lo digo por mí al ser tu amigo, sino también por Elsa y Sven que seguro se preocuparían, y ni decir de tus padres.

Mi Primer AmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora