Capítulo 10

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El frio que se sentía parecía penetrar a los huesos, y más estando en la nada sin un caballo u otro tipo de movilidad. La pelinaranja no podía creer que su hermana haya tomado gran ventaja desapareciendo por el bosque sin rumbo fijo, ella realmente parecía no sentir frio con la nieve, en cambio Anna tenía que andar con cuidado y abrigándose con la capa color fucsia que llevaba.

Ya habían pasado horas, pero todo el lugar le parecía igual, definitivamente se había perdido.

Anna pensó en alguna solución a su problema, recordando en ese instante a su amigo ¿Pero cómo podría ubicarlo si estaba perdida? Sin pensarlo, a lo lejos diviso el humo de una chimenea, al menos pudo ubicar su salvación.

- ¿Hola? – comentó la pelinaranja al entrar a la tienda.

- ¡Yuju! Bienvenida a la tienda de Oaken, se te ofrece algún producto – comentó un robusto y alegre hombre.

- Emm bueno, quería preguntarle si de casualidad no vio a una muchacha de cabellos rubios pasar por esta zona.

- No, al menos ninguna clienta de las características que dices ha entrado aquí.

- Oh ya veo... bueno gracias.

- Un placer.

La joven saliendo de la tienda pudo notar que ya estaba próximo el atardecer, pensó que al menos de la tienda debía comprar un poco de comida antes de continuar su viaje.

Por su lado, Elsa ya había caminado lo suficientemente lejos, solamente ante ella estaba el pico de la montaña del norte y la nieve que lo acompañaba. Miro sus manos y a su atrás, en ese instante diversos sentimientos pasaron ante ella, pero ya no podía regresar, así que con sus poderes construyo un castillo donde pudiese vivir, y a pesar de que deseaba estar lejos de la gente y las personas que amaba, no quería estar sola. Toda su vida se había acostumbrado a vivir con compañía, o era su familia o los amigos que conoció, a pesar de ocultar sus poderes a una parte de ellos, por eso decidió hacer un guardián que la proteja y aleje a las personas que algún día irían hasta ahí; y a un pequeño muñeco de nieve, aquel que rememoraba en su infancia cuando jugaba con Anna antes del incidente con ella.

- Hola ¿Tú eres quien nos creo? – aquel gracioso muñeco empezó a hablar mientras miraba a su compañero que era más grande que un árbol.

- Hola pequeño, sí, yo los cree.

- ¡Qué bien! ¿Y tienes en mente un nombre para nosotros?

- Sí, tú te llamaras Olaf, y tú serás Malvavisco.

- Wow, nuestro amigo tiene un nombre muy dulce – comentó el muñeco mientras le sonreía.

- Me alegra que les guste sus nombres – respondió sonriendo la joven pero aún tenia una mirada triste – Miren, este será nuestro hogar a partir de ahora.

- Wow, es grande – el pequeño muñeco de nieve comentó asombrado mientras seguía a su creadora. Malvavisco se quedo afuera, vigilando que nadie ingresara.

Ya la noche había llegado, Anna llevaba un pequeño farol que compro de la tienda mientras trataba de seguir un camino hacia la casa del joven rubio, en su mente se concentraban muchas preocupaciones, su hermana, tratar de no perderse en medio de la noche, el reino que ha quedado sin protección y que ahora pasaba un invierno repentino, además que no había avisado a nadie sobre su repentino viaje. Por un lado Anna se sintió culpable de lo que ocurría, si no hubiera insistido con su hermana, tal vez no hubiera ocurrido nada de ello.

Conforme iba caminando, escuchó el sonido de un trineo acercarse. Deteniéndose en seco, prefirió ponerse en medio del camino y ver si le podían prestar un transporte que la pudiera ayudar a llegar a su hermana más fácil.

Mi Primer AmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora