capítulo 7.

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Día martes, después de un fin de semana algo loco me siento mucho mejor. Hoy me fue muy bien en las clases y no es como que me va mal, trato de ser una muy buena estudiante porque yo pago las mensualidades del instituto, soy muy organizada y meticulosa con respecto a como manejo mis ingresos.

Estoy de pie frente al espejo observando mis grandes ojos verdes que ya perdieron todo su brillo o inocencia, solo hay un abismo de dolor y sufrimiento marcado por años de tortura que me ha tocado vivir. Mi cabello castaño está un poco por debajo de mis hombros y no entiendo como se me dificulta tanto cepillarlo si no es mucho. Con respecto a mi cuerpo por fin estoy comenzando a amarlo, después de lo que paso me sentía sucia y comencé a perder muchísimo peso al dormir en las calles y no comer bien.

Aún recuerdo cuando conocí a Aisha.
Esa chica vino a salvar mi miserable vida; Ella iba pasando por el parque en el que yo dormía muerta de frío en una banca, su hermano Emanuel se quitó la chamarra y me la coloco encima, yo al sentir olor a hombre me la quité y rápidamente me incorporé para encontrar a los dos chicos tan parecidos cerca de mi. Era la primera vez que alguien de mi edad se me acercaba tanto, siempre fue retraída, cuando vi en los ojos de esa chica lastima solo pude llorar en  silencio hasta que ella decidió preguntar mi nombre, nos quedamos sentados platicando por un par de horas hasta que el chico le informó que tenían que volver a casa, no quería quedarme sola otra vez, tenía miedo de vivir y ella me salvó de todo. Me llevo a su casa y me dio comida, su madre me acogió como a uno más de sus siete hijos y me cuidó como nunca lo hizo la mía.

Mi reflejo se vuelve borroso por las lágrimas que se acumulan en mis ojos. nunca voy a encontrar las palabras para agradecerle a esa chica lo que hizo por mi, Pero no puedo vivir en recuerdos de malos ratos, su padre nos ayuda a pagar el apartamento así que solo tenemos que comprar la comida porque dice que somos sus niñas pues Aisha es la menos de sus hijos, los mayores ya están casados Y con hijos, solo Emanuel esta en la universidad y nos visita cada fin de semana o en las vacaciones.

La fuerte luz del sol que se cuela  por la ventana de mi habitación hace que apresure, tengo que llegar a tiempo al trabajo puesto que queda a una hora y media de mi casa y tengo que coger el autobús así que recojo mi cabello en una coleta alta, mis jeans negros, zapatillas deportivas y una camisa con el logotipo de la tienda es mi atuendo para este día.

Busco mi bolso en el guardarropa pero siento algo extraño, me siento observada y cuando escucho el sonido de ¿una voz? Si, una vos femenina que es más como un grito desgarrador que me produce un escalofrío en todo mi cuerpo. Giro rápidamente hacia la ventana pero no hay nadie fuera, solo los pocos carros que pasan por la comunidad.

—Tal vez escuche mal o son los vecinos— digo en vos alta para mi misma y salgo rumbo al trabajo.


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Después de tres horas con muchos clientes en la tienda estoy súper atareada para pensar y me muevo por todo el lugar buscando precios de prendas. Diana, mi jefa de área me llama y dejo a la chica que estoy atendiendo con otra compañera.

—¿Necesitas algo? Dania. — pregunto llegando a su puesto en una de las esquinas de la tienda.

—Si, a llegado nuevo producto y necesito que me ayudes a organizarlo.

—Claro, solo dime cuáles son y yo lo hago.

—Las cajas de allá. — señala el área de carga detrás de la tienda.

Cuando llegó lugar son muchas cajas así que me apresuro si es que quiero terminar hoy. Es un trabajo arduo y ya que solo son seis  horas laborales con horarios de dos de la tarde a ocho de la noche tengo que esforzarme el doble, cuando son las siete cincuenta solo falta una caja y estoy colocando algo de ropa en los maníes de la entrada cuando creo que no puedo más del cansancio alguien me interrumpe.

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