- "¡Muchacho, vas a llegar tarde!" reclamó Cecilia desde la planta baja. "Apúrate que Manuel te está esperando".
Antonio terminó de vestirse y salió disparado escaleras abajo.
- "Adiós" dijo entrando rápidamente a la cocina a buscar su desayuno y almuerzo.
- "Dios te bendiga" dijo Cecilia a sus espaldas.
Una vez en el auto, Antonio saludó a su compañero de clases, Manuel, quién era un año mayor que él. Ambos eran estudiantes de arquitectura en la Universidad Central de Caracas, y dado que la casa de Antonio estaba en el camino que de forma obligatoria debía recorrer su amigo para ir hasta la universidad, éste se ofrecía a llevarlo, y así se habían hecho buenos amigos en los meses que llevaban estudiando juntos.
- "Silencio, por favor, les imploro orden" pidió frente a su clase el profesor Santos Villanueva, de la asignatura "Historia de la arquitectura".
- "Psst" le susurró Manuel a Antonio desde su asiento. "Psst", repitió.
Antonio volvió levemente el rostro, "¿Qué?" moduló sin producir sonido. Manuel le aventó un pedazo de papel con un escrito en él.
"Te están viendo mucho" leyó en la nota.
Sin entender a que se refería Manuel, volvió a gesticular su interrogante, pero fueron interrumpidos.
- "Señor Corrales, señor Montesinos" dijo el profesor Santos. "Alguno de los dos puede responderme, ¿Quién y en qué año creó las ilustraciones que pueden apreciarse en la cúpula de la capilla Sixtina, ubicada en la Ciudad del Vaticano?"
Manuel dio un trago hondo, pero Antonio rápidamente se apresuró a contestar.
- "Miguel Ángel" dijo, "En 1508, si mi memoria no falla"
Más tarde ese día, ambos conversaban a las afueras de la facultad de arquitectura.
- "¿Si mi memoria no falla?" preguntó Manuel, "¿Cómo te sabías la respuesta a esa pregunta en primer lugar?".
Antonio terminó de almorzar y dijo a Manuel sin mirarlo:
- "Libros, he estado leyendo acerca de pintores".
- "Necesitas más amigos" dijo sarcásticamente Manuel.
Entonces Antonio se sobresaltó recordando la clase.
- "Un momento, ¿A qué te referías con eso de que me miraban mucho?".
Manuel buscó con la mirada y el cuello erguido como el de un suricato.
- "Ella", señaló.
A unos quince metros en la dirección que el dedo de Manuel apuntaba, una muchacha de lentes ordenaba sus papeles. Tenía la misma edad que Antonio, un año menos que Manuel y una notable habilidad para ensimismarse, y por consiguiente, para pasar desapercibida. Pasaba papeles entre sus manos balbuceando, cómo si conversara con el espacio vacío junto a ella en esa banqueta.
- "¿Ella?" preguntó Antonio, extrañado. "¿Acaso ella no es la hija del profesor Rodrigo?".
Rodrigo Nattivia era el profesor de "Dibujo y técnicas de diseño". Aunque era originario de Italia, hacía ya varios años que se había residenciado en la capital Venezolana cómo profesor, y en efecto, su hija mayor era también su estudiante.
- "Tienes razón" se percató Manuel. Entonces miró a Antonio, "¿Qué harás? Es muy hermosa, deberías hablarle".
- "¿Y de qué se supone voy a hablarle?" preguntó irónicamente Antonio, volviéndose para mirar a su compañero.
- "Algo se te ocurrirá".
Pasó un año y poco más. Era Marzo de 1957, una cálida tarde transcurría sobre la Plaza Altamira.Dos jóvenes conversaban y reían; Uno de ellos era Antonio; Él y su acompañante, Cristal Nattivia, eran compañeros de clases en la escuela de arquitectura. En dicha clase sólo había tres mujeres, Cristal era una de ellas debido a la beca ofrecida por la Universidad Central de Venezuela al ser su padre profesor en la misma. Cristal y Antonio llevaban siendo amigos unos pocos meses, y Antonio recordaría siempre la forma en que se conocieron.
- "Les pediré que hagan parejas" dijo frente a su clase el profesor Rodrigo, "Haremos un ejercicio de creatividad de diseño".
Antonio inmediatamente se volvió para agruparse con Manuel, pero éste le hizo una seña mostrando los dientes; Junto a él se acomodaba en su asiento una muchacha morena de pelo rizado.
- "¿Quieres que hagamos equipo?" dijo tímidamente una voz tras él. Antonio dio un pequeño salto en el asiento y volvió a mirar al frente.
- "Hey" dijo casi tartamudeando, "Sí, n-no hay problema".
Muy pocas habían sido las mujeres que había conocido en su vida y ya con ellas se le dificultaba el no ponerse de nervios; Ni hablar de una chica a la cual no conocía. Habían pasado varias semanas desde que Manuel le dijo que Cristal lo veía constantemente, y aún así éste no había resuelto hablarle. Resulta que casi lo había olvidado, pero al recordar que la misma mujer que según su amigo lo veía a menudo era la misma que le estaba pidiendo hacer equipo, se puso cómo un tomate.
Tras eso charlaron un par de veces, a las afueras de la facultad de arquitectura, y al cabo de varias conversaciones, se hicieron más cercanos, a la vez que Antonio ganó confianza en hablar con mujeres. Para Marzo del 57, ya eran muy buenos amigos, y quizás incluso, algo más.
- "¿Has pensado en que harás al terminar tus estudios?" preguntó Cristal, a la vez que recurría al hábito de ordenar sus libros en el orden de asignaturas que tenía en el horario su próximo día de clases.
- "No lo sé, aún" respondió Antonio, meditándolo. "Quizás estar por ahí, obtener buen dinero y comprar una casa" dijo, "Y un carro bonito" terminó,
Luego de una pausa añadió "¿Tú en qué has pensado?".
Cristal se río para sí, y respondió con un tono de voz suave "Quizás estar por ahí" dijo en medio de su sonrisa, "Con alguien que tenga un carro bonito". Antonio volvió a estar de un tono de piel similar al interior de una sandía.
- "Suena cómo un buen plan" dijo, evitando mirarla.
Dos años después, en el autocine Los Chaguaramos, una pareja de jóvenes disfrutaban de una película de drama de origen ruso llamada "La balada de un soldado", la cual estaba subtitulada al español. El reloj marcaba las 9:47pm, era sábado, 15 de agosto, cuando Cristal Nattivia miraba aquel film sobre el hombro de Antonio, en el auto que Manuel le prestó a éste para su cita.
- "Eso de la guerra es una locura" dijo Cristal, un poco espantada.
- "Definitivamente" dijo Antonio. La película terminó y hubo un leve bullicio por parte de los espectadores, mostrándose conformes. Entonces se giró y miró a Cristal, quién como de costumbre, ya lo veía a él.
- "Te quiero" dijo.
- "Y yo te quiero a ti" contestó ella con una sonrisa.
Los créditos corrían, la noche ceniza meció las nubes para revelar una brillante luna que marcaba un haz de luz sobre los autos con y sin techo. Bajo uno de esos techos, dos jóvenes estudiantes de la escuela de arquitectos, se besaron con una pasión encendida.
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El amor y la lógica.
RomanceEl amor y la lógica narra los sucesos ocurridos en la vida de Antonio José Montesinos, un arquitecto oriundo de Caracas. A lo largo de toda una vida, éste se ve envuelto en un caótico sentimiento de amor por quién él considera la mujer de su vida, c...