Capítulo diez: "Extraño".

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Antonio caminaba por las calles de Altamira a esas de las 4:00pm. Era un día martes, en marzo de 1962, cuándo andando cabizbajo tropezó con una anciana de unos ochenta y tanto.

- "Disculpe" musitó. La anciana frunció el ceño y se mostró algo indignada, más siguió su rumbo sin reclamo alguno. Era el colmo.

En un instante, algo llamó su atención: Un Cadillac del 59, amarillo y reluciente cómo si lo hubiesen sacado recién de la fábrica. Quedó perplejo un momento; Si bien le gustaba el Thunderbird que tenía, no hubiese despreciado ni por un momento tener semejante belleza de auto bajo su propiedad. Tal cómo un niño pequeño, se acercó un poco más para verlo al pasar caminando, pero entonces el corazón se le detuvo de repente frente al hecho más hilarante de toda su vida. Dentro del Cadillac, una trigueña de ojos cafés lo miraba boquiabierta. Antonio la miró, ella lo miró a él, y ambos estuvieron suspendidos en la impresión durante una fracción de segundo.

- "Iriza" dijo, aún pasmado. Se acercó a la ventanilla con el corazón en medio de un desenfreno. Se sintió anonadado bajo aquella casualidad, tanto que incluso tomó por hecho que era un designio divino haberla encontrado de nuevo. Pero no recibió la misma emoción por parte de la mujer que le rondó la cabeza durante tantos años. Iriza bajó la ventanilla y le hablo de forma tajante:

- "Antonio, sigue caminando, no me conoces" dijo. Antonio apenas si entendió las palabras.

- "No entiendo, ¿qué sucede? Quiero hablarte" dijo Antonio, desesperado.

"Antonio, dios santo" dijo ella, y pasó su mano por su cara. "Bien, bien, tú ganas" espetó. Tomó un bolígrafo de su bolso y entonces le dijo "Dame tú mano". Antonio lo hizo y entonces ella escribió el nombre de una calle, el número de una casa y una hora. "El jueves, a esa hora en esa dirección, es dónde vivo" miró hacia varias direcciones. "Lárgate, por favor" terminó por decir.

Antonio obedeció y caminando de espaldas dio unos cuantos pasos, luego giró sobre sí y apuro el paso, apretando la mano cómo si el texto se le fuese a caer. Alcanzó a oír el despampanante Cadillac acelerar sobre el asfalto, pero no se molestó en voltear, pues no había nada que mirar, sólo debía mantener la serenidad del corazón para evitar desbocarse. Así pasaron los días, dos para ser exactos, y por fin resultó ser el día propiciado por ella. Pero no se podía, pues luego de una larga espera estaban llamando a Antonio para acudir a una reunión, donde se estipularían las bases para un contrato importante, quizás el más importante de su carrera profesional, puesto que la arquidiócesis de Caracas en complacencia de un permiso dado desde el Vaticano al Arzobispo en Caracas, tenía planteado construir la basílica más grande en la ciudad hasta la fecha. Fue a donde se realizaría la reunión, un poco disgustado pero reconfortado por el gran proyecto que se le estaba encomendando. Se dio la junta y se esclarecieron los detalles, de una obra cuyo nombre sería "Basílica de San José" y estaría ubicada en la zona oeste de la parroquia El Recreo, en Caracas. Antonio se dio el lujo de la paciencia durante la extenuante conversación con los inversionistas y representantes de la diócesis, donde también figuraba un segundo arquitecto que habían traído desde el mismo Vaticano para planificar en conjunto con Antonio, dada la magnitud de la tarea y el tiempo en que se tenía planeado llevar a cabo la construcción. Antonio salió de la amplia oficina faltando un cuarto de hora para darse las 6:00pm. Hizo memoria "4:30pm" dictaba la hora que Iriza le había puesto en la mano y que había memorizado de tanto verse la palma ese día. Y de hecho, de no haber sido por la reunión de tanta importancia y a la que debió asistir impecable, quizás no se hubiese ni lavado esa mano. Echó a paso rápido el camino hasta el auto, lo encendió y salió cómo alma que lleva el diablo, rogando que Iriza lo perdonara por la tardanza y aún poder hablar con ella después de tanto tiempo.

"Tac tac", sonó la puerta de la imponente casa en Altamira.

- "Antonio" dijo Iriza, asomándose al portal. "No, por favor vete, es tarde" y se dispuso a cerrar.

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