Antonio terminó de beber su café mientras hojeaba en el periódico. A sus 24 años había desarrollado un gusto por la cafeína digno de una adicción senil. Con poco más de un año de haberse graduado y haber obtenido su título en Arquitectura, ya había adquirido una propiedad en la zona de Altamira, Caracas. Una casa de dos plantas, pero ni de cerca tan grande como la casa de su abuela. Vivía allí desde hacía un par de meses, y hace apenas un par de días se había mudado con él su prometida: Cristal Nattivia.
Desde que se habían comprometido hacían ya tres meses, de hecho, fue ese el motivo principal de qué Antonio adquiriera la vivienda, ya que debían de tener un lugar propio para vivir el resto de sus vidas. El profesor Rodrigo Nattivia, su suegro, era devoto católico y por ende se mantenía apegado a que una persona no puede tener coito antes de haberse casado. Sin embargo, conocía bien a su hija y por esto confió en ella y su prometido para que guardaran el tiempo necesario de espera aún viviendo bajo el mismo techo. Hubiese sido una promesa angelical y de ensueño si no hubiese sido rota antes de concebirse, la noche en un autocine hacían 5 años.
Cristal, que se había graduado con Antonio, estaba actualmente trabajando en el diseño para la casa de un empresario portugués, que deseaba colocar una piscina en su patio con un ambiente agradable donde pasar los fines de semana en familia, en las afueras de Maracay, capital de estado Aragua. Antonio la interrumpió en la sala mientras ella calculaba a lápiz los metros de camino que se debían de hacer en concreto para conectar directamente la salida trasera de la casa con la nueva piscina del cliente, tal y cómo el ingeniero le había pedido.
- "¿Cómo vas con eso?" preguntó Antonio, besándole la mejilla.
- "Catorce metros de camino con un ancho de 1 metro, más...".
Cristal se timbró en el asiento cuándo el teléfono sonó. "Atiendo" dijo Antonio, dirigiéndose a donde estaba el aparato.
- "¿Hijo?" corroboró Cecilia al otro lado de la línea.
- "¿Mamá? Te estuve llamando en la tarde, ayer" dijo Antonio desde su lado.
- "No estaba en casa" explicó Cecilia. "¿Y qué tal está la futura esposa?" preguntó Cecilia, casi entre risas.
Antonio giró para verla antes de responder. La piel pálida, el cabello claro y largo recayendo sutilmente en la llanura donde nace la espalda. La angelical y a la vez llamativa figura de Cristal, quién seguía esbozando con un grafito los cálculos de su tarea, le hizo eco entre las cuatro paredes cómo una sonata distante que a su vez se sueña envuelta en un manto de exasperante silencio. Delicada y al paralelo tan firme, tan segura de estar y tan perdida en creer; Siempre le pareció intrigante que pareciese un poema hecho persona, cómo si perturbara las leyes de la realidad para salirse de un lienzo mágico. No obstante, más allá del enfoque dinámico de admiraciones, sabía que había algo erróneo en el tiempo y espacio, cómo un barrunto de la desdicha que yace pacientemente en su letargo, esperando la brecha entre dos polos para zanjar un nuevo nido, más cercano a existir. Ignoró éste atisbo y contestó.
- "Está muy bien, un poco ocupada".
- "Me alegro de oír eso" se complació Cecilia.
- "Hijo, hijo, debo colgar" dijo luego con voz apresurada "Olvidé que tengo algo en la estufa". Y colgó.
- "¿Doña Ceci?" inquirió Cristal sin voltear a verlo.
- "Así es" dijo Antonio aún con el aparato en la mano. Lo situó en su lugar y siguió, "Preguntó por ti".
- "Es tan dulce" sonrió para sí Cristal. En realidad le tenía mucho aprecio a su suegra, y al mismo tiempo un gran respeto por su carácter tan correcto y humilde.
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El amor y la lógica.
RomanceEl amor y la lógica narra los sucesos ocurridos en la vida de Antonio José Montesinos, un arquitecto oriundo de Caracas. A lo largo de toda una vida, éste se ve envuelto en un caótico sentimiento de amor por quién él considera la mujer de su vida, c...