Capítulo doce: "Lleno de vacío".

25 12 0
                                    

Antonio corrió al auto, apenas si logró ponerse la ropa justa y necesaria. Condujo a toda velocidad hacia el hospital y estacionó de mala forma, consciente pero sin darle importancia: Había algo peor sucediendo.

Corrió, entró a la sala de emergencias y preguntó en la recepción por Cecilia Montesinos, argumentando que era su hijo.Una enfermera lo introdujo a una habitación donde se hallaba su madre, grave de salud.

- "Mamá" dijo Antonio una primera vez en tono leve, acercándose. "Mamá" dijo una vez más, tomando entre sus dos manos la de ella, y conteniendo a duras penas las lágrimas.

En los últimos meses y en especial luego del desencuentro con Iriza, Antonio descuidó en gran medida a su madre. Aunque eso a Cecilia en realidad no le molestó, dado que tenía compañía ocasional de amistades, de su hermana y su sobrina, entre otras personas. No obstante, algo se les pasó por alto a todos durante esos meses que Antonio estuvo apartado: Su madre empezó a padecer de problemas respiratorios que la atacaban desde que era niña. Finalmente, el 11 de agosto de 1962, la tragedia que asechó pacientemente la vida de Antonio, remontó el terreno perdido para darle una nueva estocada, una contundente.

A las 7:16pm, una llamada desesperada de doña Cecilia Montesinos al hospital pedía asistencia, alegando que sentía no poder respirar, y pidiendo que se dieran prisa. A las 7:56 finalmente Antonio recibió un llamado del mismo hospital donde le informaban que su madre había sufrido una deficiencia respiratoria y estaba muy grave.

- "Mamá, ¿me escuchas?" sollozó Antonio. "Por favor mamá" suplicó.

- "Hijo..." Cecilia Montesinos recobró la consciencia un momento. "Te amo hijo mío" le susurró Cecilia, débilmente.

- "Mamá" dijo Antonio una vez más. "Todo va a estar bien, te prometo que todo va a estar bien" intentó reconfortarla Antonio.

- "No hijo mío... Antonio, recuerda esto" dijo Cecilia apretando la mano de Antonio con poca fuerza. "A veces nos hacemos daño por lo que amamos, pero si amamos de verdad entonces sí vale la pena... Cuídate mucho... Mi hijo".

- "Mamá no digas eso, yo...", Antonio observó a Cecilia desvanecer su último aliento antes de poder seguir hablando. "¡MAMÁ, NO, NO!" entró en desesperación Antonio.

- "¡Señor, apártese!" dijo uno de los médicos, luego grito, "¡Rápido, la perdemos!".

En la sala de espera, Antonio estaba fuera de sí. Sentía impotencia, dolor, ganas de correr y no podía parar de llorar. Diez minutos después, un enfermero llegó para hacer un llamado:

- "¿El señor Antonio José Montesinos?".

Antonio dio un salto y se dirigió hacia él con velocidad.

- "Doctor, dígame qué", pero el médico no lo dejó terminar.

- "Señor Montesinos" Antonio sintió el nudo en la garganta, y fue consciente de una ráfaga de viento frío que estremeció sus sesos desde todas las direcciones, congelando el instante. El médico puso su mano el hombro de Antonio y musitó, "Lo siento mucho, su madre no sobrevivió".

Al funeral de Cecilia Montesinos no asistió tanta gente cómo se esperaría de una familia que anteriormente era lo más cercano a la burguesía posible. Pero si estuvieron allí familiares y amigos, incluido también Santana, quién llego luciendo camisa de botones gris, no por que fuese un funeral sino porque era la única que tenía limpia ese día.

- "Lo siento mucho cámara", dio el pésame Antonio con sus habituales jergas autóctonas. "Cuentas conmigo, no estás sólo".

El tiempo pasó, y el 17 de julio de 1965, la gran Basílica de San José estaba a pocas semanas de finalizar su construcción. Antonio paseó por el pasillo central de ésta maravillosa obra que era sin duda alguna, el trabajo más destacable de su vida, y si bien no había diseñado todo él sólo, tenía gran parte del mérito de semejante magnificencia de la arquitectura. Salió de la obra y se dirigió directo a casa de su hermano, donde lo esperaban para un almuerzo muy especial, celebrando el embarazo de Mariana, la novia de Santana. Fue una buena tarde; Santana destapó una botella de brandy, para luego brindar por su futuro hijo o hija. Antonio estuvo en paz durante esa época. Luego de que Santana llegara a su vida, tuvo buena compañía cuando la necesito durante más de un año, lo que le bastó para enderezar su vida y salir del mal momento que había estado viviendo sin cesar. Si bien Santana tenía ya un año y dos meses que se había mudado a casa de su novia, no le molestó vivir sólo de nuevo, sobretodo porque no acostumbraba estar demasiado tiempo en casa; Si no estaba en la obra, salía en las tardes a dar vueltas en la ciudad, parando a comer algo en cualquier sitio que le pareciera agradable ese día, o visitando a su hermano si éste no estaba trabajando. Tres semanas se fueron en un abrir y cerrar de ojos, y finalmente su trabajo para la basílica había culminado. Esto también se celebró en su casa con un brindis junto a su hermano y su cuñada. Finalmente su ocupación de tres años se había terminado, y aunque en parte era un alivio dado el estrés que podía generar, también le dejaba más tiempo libre del que necesitaba. Fue entonces cuando llegó a su vida la necesidad de buscar un rumbo nuevo. Pero entonces, el primero de marzo del siguiente año, una buena noticia le hizo sentir emoción.

Eran las 2:00am, cuándo el teléfono sonó desde la sala Antonio, al contestar, fue sorprendido por la voz más feliz que había oído jamás.

- "¡NACIÓ, NACIÓ MI HEREDERO COMPADRE!", anunció con emoción Santana desde el otro extremo de la línea. "¡Ven rápido!". Antonio llegó veinte minutos después a conocer a su sobrino.

- "Gabriel José Solorzano" dijo Santana con un orgullo desbocado. "Éste muchachito podrá ser caraqueño pero llanero cómo el papá juro por dios que también".

Antonio estaba muy feliz por su hermano, y de hecho descubrió entonces que las cosas estaban saliendo bien: Culminó el trabajo de su vida, tenía tiempo para sí, ahora era tío. Las cosas seguían un buen curso.

Entonces, ¿por qué se sentía hueco? Las noches frías donde el desvelo lo atacaba sin ningún motivo, eran su mejor excusa para ahondarse en soliloquios y quimeras, soñando una vida distinta a la suya, dónde también era feliz, pero dónde las cosas tuviesen sentido alguno. Y no podía dejar de pensar qué, ciertamente, la vida le había arrebatado con el tiempo todas las cosas que amaba. Sintió miedo, un miedo profundo y vacío de estar amando cosas aún. Y personas, porque aunque nunca lo hubiese dicho, de verdad quería a Santana quién después de todo era su familia más cercana. O al menos después de su tía, pero ella y su familia se habían mudado a Mérida desde hacían ya muchos años, y no tenían contacto.Amar cosas que se van, amar aunque duela, pensando esas cosas recordó las palabras de su madre: "A veces nos hacemos daño por lo que amamos, pero si amamos de verdad entonces sí vale la pena".

- "Eso no tiene ningún sentido" pensó, y se sintió desconcertado al preguntarse, "¿Entonces qué sentido tiene amar?".Terminó por estar frente a la ventana, envuelto en recuerdos y añoranzas, donde hallo una emoción que hizo que le corriera una pequeña lágrima por su cara de soledad. Musitó en voz muy baja, para sí.

- "El amor no tiene sentido".

El amor y la lógica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora