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capítulo ix. amante, cazador, amigo, enemigo
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Hayley Marshall no fue la primera en notar la fisura que se había formado en los hermanos Mikaelson, pero si tomaba el primer lugar cuando logró ver más allá de la grieta en la familia. Había que ser honestos y admitir, que era fractura que daba la impresión de siempre haber estado ahí. Casi tan vieja como su misma vida y por ello extremadamente sensible al contacto.
Lo único que faltó fue que alguien encendiera el fósforo, y como es fuego, ya estaba quemando.
Aunque la loba debía admitir que sus sentimientos variaban de la incredulidad a la confianza de saber que ella debió haber provisto que la situación llegará tan lejos. Después de todo, que Klaus Mikaelson abandonará a sus hermanos y ella pasará de estar encerrada en la plantación a encerrada en un complejo, podía ser considerado algo mínimo a sus desagradables pero típicas acciones.
Mandar una cacería de lobos a la familia que apenas conocía, por ejemplo.
Una parte de Hayley buscaba entenderlo. Por eso, antes de entrar al estudio por completo, se quedó en el pasillo. Sopesando si sería buena idea porque honestamente ver a Klaus era lo último que quería hacer, aunque si seguía ahí; en el complejo, sola, sin ningún tipo de información de Elijah o Rebekah avisándoles que habían podido detener la caza, iba a perder la cabeza.
Al final no logro comprenderlo, pero si entró al estudio.
Klaus estaba sentando en uno de los sofás de la extensa habitación —porque había que aclarar que si la plantación era inmensa, no sabía con qué adjetivo calificar el complejo—. El híbrido tenía un libro entre sus manos por el cuál a Hayley no le interesaba preguntar.
— ¿Le pediste a Elijah y a Rebekah mudarse? —fue directa, y su voz salió en un tono más demandante del que le hubiese gustado. Su reacción se le atribuía a que todavía tenía cólera contenida.
El híbrido ni siquiera se inmutó al verla, para responder:
— ¿Por qué invitaría a traidores a dormir bajo mi techo?
Hayley no podía apuntar si fue la falta de interés hacia la conversación o la respuesta que obtuvo, pero eso solo sirvió para echar más leña al fuego. Con solo dar un vistazo a los ojos oscuros de la loba podías percibir las chispas saltando de ellos.
—Elijah actuó en consecuencia a lo que pensamos que podías hacer —se vio en la urgente necesidad de defenderlo—. Yo tenía miedo, y él me prometió... —se cortó a ella misma cuando Klaus cerró el libro con fuerza.
