9. En el ojo de la tormenta.

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          (30 Horas antes del rescate)

—Nos tienen rodeados —advirtió One.

—Deberíamos ir por las alcantarillas, ellos no caben ahí —sugirió Zara.

—Gran idea, y según tu ¿Donde deberíamos ir? —dijo sarcásticamente.

—¡Si sé! ¡Estás alcantarillas llevan a afuera del complejo —aseguró Zara.

—¿Y cómo rayos sabes eso?

—Lo vi en los planos que se encontraban en la mesa principal —confesó Zara.

—No confiaré en nadie hasta que me digan quién es el impostor.

—No podíamos decirte en ese momento, estaban esas cosas ahí —aclaró Zara.

—Hasta entonces, no iré donde tú vayas...

—¡No hay tiempo para jugar al detective! ¡Ho es conmigo o con esas criaturas! —dijo Zara enfadada con la ingenuidad de One.

—Agh, ¡Está bien! ¡Pero si intentas algo!....

—Si si, me tirarás con los monstruos, ya entendí —dijo mientras habría la alcantarilla y procedían a entrar en ella.

Por otro lado, más específicamente en el ala medica: Ángel y Paola trataban de impedir que las criaturas entrarán.
Paola aún sufría por su lesión postrada en la camilla, Ángel, con unas pinzas quirúrgicas en la mano: pretendía protegerla si las criaturas lograban entrar, aunque no no fuera del todo prudente.

—An...¿Ángel? —quejó Paola.

—¿Qué pasa?

—¿Qué crees que harás con esas pinzas? —preguntó la confundida Paola.

—Protegerte de esas bestias —aseguró Ángel.

—¿En serío? —dijo sarcásticamente— No creo que con esa pinza de mosquito vayas a hacerles algo.

—Puedo....puedo clavarselas en el cuello.

—Risas— No es momento de reírme pero dudo que logres perforar esa gruesa piel —burló  Paola.

—Eres cruel, soy la única persona que está dispuesto ha arriesgar su vida por ti.

—¿En cerio te arriesgarías por mi? —preguntó sorprendida.

—Oye, hasta la pregunta ofende.

—Perdón pero eres la primera persona después de Dj; que se ha preocupado por mi.

—¿Que representaba Dj para ti? —preguntó Ángel.

—Mi hermano —confesó.

—Tu...¿Hermano?  —dijo sorprendido.

—Si, es de otra mujer, por eso no nos parecíamos tanto.

—Lo siento, eso pudo ser difícil de afrontar —intuyó Ángel.

—No pasa nada, mis padres me enseñaron a saber sobrellevar el dolor de la perdida —dijo Paola mientras se quejaba del dolor de la pierna.

—Eso es bueno, supongo; pero aún debemos salir de aquí.

—Suspiro— Aveces pienso que deberíamos rendirnos y dejar de intentar.

—¡Eso nunca! ¡Jamás digas eso!

—Eres como un niño —aludió Paola.

Del otro lado del complejo, la alcantarilla que tomaron en administración: los llevó hacia el exterior del complejo, a un lado de la zona de armería; justo donde querían ir.

—¡Rápido! ¡Entremos a la armería! —aceleró One.

—¿Y qué pretendes hacer aquí? —preguntó la no muy convencida Zara.

—Explosivos, quizás podamos vencerlos si le lanzamos unas granadas.

—Gran idea, aquí solo veo fuegos pirotécnicos

—No todas las cajas son fuegos pirotécnicos.

—Por ejemplo: aquí hay dinamita y pólvora —dijo One.

—¿Qué tal una granada? —sugirió Zara.

—No. Qué sean todos —respondió al comentario de Zara.

—¡Todos! ¡Estas loco!

—Si, vengaré la muerte de Gemaki.

—No pude salvarla pero aún puedo salvarnos —dijo mientras habría las demás cajas.

—Si pero no estás pensando bien, si los lanzas todos podrías ocasionar una avalancha y enterrarlos a todos.

—¡Hay que tomar riesgos Zara!

—¡Ya lo sé pero es suicida! —replicó Zara.

—¡¡Tu sacrificaste a tu prometido!! ¡¡Tomaste el maldito riesgo y nadie dijo nada!!

—¡¡Pablo no está muerto!!

—¡¡Si lo está!! ¡¡Ahora me toca a mí hacer algo con mis muertes!!

—¡¡Está muerto y todos lo estaremos si no me dejas hacer esto!! —gritó One.

—Lo siento.

—¿Por qué dices eso? —preguntó One sacado de onda.

—No permitiré que nos hundas en tus sollozos —declaró Zara para luego golpear a One con una caja, dejándolo inconsciente.

Ángel y Paola aún no sabían cómo salir del ala médica; pero como es bien sabido que el que busca,  encuentra: Ángel decidió tomar una muy importante decisión.

—Tenemos que salir de aquí ya.

—¿Y qué piensas hacer? Las puertas están bloqueadas —mensionó Paola.

—Si la hay —aseguró Ángel.

—Já, ¿Donde según tu? —burló Paola.

—¡No hay tiempo! ¡Tenemos que salir ahora! —dijo Ángel para luego cargar a Paola y; dirigirse hacia el balcón donde se encontraba  el telescopio.

—¡No! ¡Oye, no! ¡Está muy alto! ¡No lo lograremos!

—No, no,no, ¡No! —gritaba la angustiada Paola.

Ángel se lanzó por el balcón con Paola en los brazos, que para sorpresa de Paola: cayeron en una blanda cama de nieve.

—Baya, tuviste suerte —dijo Paola.

—No fue suerte, te entretuve hablando a modo de espera para que la nieve cubriera gran parte del suelo.

—Hasta que pudiéramos lanzarnos —contestó el orgulloso Ángel.

—Mmm, no sé si tragarme ese cuento, ahí parecía que no sabias si funcionaría.

—Ash...

—¿Escuchaste eso? —prehuntó Paola con su cabeza inclinada.

—¿Qué cosa?...

—Un helicóptero, ¡Es un helicóptero!

—¡En serío! ¡¡Ayuda!! ¡¡Aquí!! —gritaban ambos mientras hacían señas a la aeronave.

—No creo que les escuchen —dijo Zara que recién llegaba.

—¿Zara? ¿Donde esta One? —preguntó Ángel a la par que Paola sacaba su celular del pantalón.

—One era el impostor, está encerrado en armería, intentó matarme.

—¿Entonces  el mató  a Gemaki? —dijo la horrorizada Paola.

—Si.

—Con sus propias manos.









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