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Contenido: Dahlia es la princesa de una tribu. Está destinada a casarse con un hombre al que no ama, su corazón pertenece a Kirishima, un hombre dragón al que conoció en su infancia.
Lemon: Contiene
Palabras: 6053
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Logró escabullirse entre los matorrales en el momento oportuno. Su madre y el resto de mujeres estaban demasiado atareadas terminando de bordar el vestido de bodas que ella misma se pondría dentro de unos días, pero no estaba entusiasmada, no quería ver el resultado y ni siquiera quería probarselo, por lo que optó por hacer una pequeña escapada... solo que en ese momento no era consciente de que no volvería a su hogar nunca más.
Siguió el mismo recorrido que había realizado durante años, perdiéndose entre los enormes y frondosos árboles de la selva. Sus pies se hundían en la húmeda tierra, podía sentir la hierba fresca y mojada acariciando su cuerpo a su paso, le traía recuerdos de cuando era pequeña e iba a visitar a escondidas a Kirishima, las cosas no habían cambiado desde ese entonces y jamás la habían descubierto, pues si alguien se enteraba de que se encontraba con un hombre dragón la mantendrían vigilada constantemente y le arrebatarían la libertad. Desde generaciones los felinos no habían hecho nunca buenas migas con los dragones, y eso se debía a años y años de historia y guerra que con el tiempo fue quedándose simplemente en odio y distanciamiento por parte de ambos bandos. Pero a Dahlia nunca le importó, y a Kirishima tampoco, desde la primera vez que se encontraron con tan sólo siete años entre ambos se forjó una hermosa amistad que... a medida que crecían iba transformándose en algo más.
De nuevo estaba allí, junto a uno de los ríos más alejados de su aldea, era un camino largo de recorrer pero siempre merecía la pena hacerlo con tal de encontrarse con la única persona que no le ponía grilletes y la quería tal y como era. Dahlia seguía sin entender por qué los seres se aferraba tan arduamente a los errores del pasado. Sus padres le contaron cosas horribles sobre los dragones, describiéndolos como demonios, monstruos sin piedad... pero Kirishima no era así, Kirishima era todo bondad, transmitía paz con tan sólo una sonrisa y siempre la hacía reír y disfrutar por un momento de la vida, cosa que las personas de su entorno no le otorgaban.
Los dragones no eran tan malos ni los felinos tan buenos a su parecer.
Tomó asiento en el borde del río, lanzando miradas a su alrededor esperando a encontrar al que ahora era el amor de su vida. Ese día necesitaba encontrarse con él más desesperadamente que de lo normal, pues mañana se casaría con uno de los hombres de la aldea el cual pidió su mano, uno de los guerreros más fuertes y valerosos pero que además era un patán que se preocupaba más por el tamaño de sus músculos que por hacer feliz a una mujer, y lo peor es que la trataría como todos los hombres trataban a sus esposas en la aldea, como a una sirvienta que sólo estaba ahí para esperarle con las piernas abiertas y un buen plato de comida en la mesa. Sabía que no tenía salida, pero llevaba mucho tiempo callándole aquello a Kirishima y aunque fuese demasiado tarde quería contárselo.