A1 - It's just a burning memory

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Hace tres días cumplí dieciséis años y hoy en la tarde será mi primer reunión de té con el círculo de "mujeres" de la sociedad. A pesar de saber que es una tontería, que no voy a ser más mujer que otra por asistir a una de esas reuniones y que no necesito la aprobación de otras féminas para dejar de ser una niña (o ser considerada madura, incluso), tengo un enorme sentimiento de felicidad con este reconocimiento social.

He esperado tanto por este día que no puedo dejar de imaginarme las charlas que escucharé... Arte, literatura, ciencia, serán seguramente los primeros temas en tocarse por las damas de la sociedad. Hasta tal vez tenga oportunidad de ojear un nuevo libro.

Creo que mis expectativas no son altas cuando imagino un amplio espacio literario, lleno de estanterías y a su vez ellas repletas de libros, y que sean esos libros tan gruesos que apenas pueda cargarlos. Esa imagen me llena de regocijo y me hace suspirar.

—Samantha, tu padre quiere hablarte, baja de inmediato —dice mi madre, metiéndose pronto en mi habitación (sin permiso) y saliendo con la misma rapidez, sin esperar mi respuesta.

Suspiro, pero esta vez, pesadamente y sonrío junto al espejo, no dejaré que nada me desanime hoy, ni siquiera mi madre.

Mi madre es el tipo de mujer que se enfada cuando me ve leyendo un libro, estudiando o investigando algún tema de mi interés (según ella, del interés de los hombres)... No tengo la culpa de que me llamen la atención otras cosas, de ser diferente a las demás niñas. Mientras todas sueñan con casarse, ser madres y descubrir el elixir de la juventud para mantener amarrados a sus maridos, yo busco aprender más, estudiar, rezando que mi padre me dé permiso para ir al extranjero a especializarme, a donde sé que la educación femenina ha alcanzado los niveles universitarios. Pero la realidad es mucho más dura de lo que quisiera, anhelar que algo como eso pueda ocurrirme es sinónimo de lo imaginativa que puedo ser. ¿Por qué estoy tan segura de ello? Pues, es sencillo: soy la única descendiente de la familia Pecci.

Desde muy pequeña, supongo que alrededor de los cuatro años, yo ya había confirmado por mi cuenta que había nacido en la época equivocada. Peco de ser algo exagerada, lo sé, pero mi espíritu siempre deseó un poder de decisión y libertad que a las mujeres de estos tiempos no les es otorgado.

No todo es tan malo, mis padres han sabido ser un poco más "abiertos" en cuanto a mi crianza en comparación a lo que han sufrido otras jóvenes de mi edad y estatus social. Poniéndolo fácil: mientras me "comportara" frente a la sociedad, podía tener "privilegios" en casa, siempre a puertas cerradas, lejos de la mirada de todo aquel que no perteneciera al seno familiar.

Bajé las escaleras con diligencia al escuchar el nervioso taconeo de mi madre.

Al llegar a la sala de estar encontré a mi padre sentado en su gran sillón, con el periódico del día sobre su regazo. Mi madre estaba de pie, a su lado.

—Siéntate —ordenó y yo obedecí.

Su semblante serio me obligó a ponerme algo nerviosa. ¿Qué clase de noticia debía darme que le generaba tanto estrés?

—Samantha, nunca hemos hablado del asunto y, personalmente, ni yo mismo pensé que llegaría este día, pero... hay un hombre interesado en ti, con pretensiones de casamiento —anunció sin más.

De repente mi anhelado mundo de sueños y libertad empezó a romperse, ¿por qué en un momento tan feliz como este...?

—¿Casamiento? ¿Conmigo? —la sola idea me parecía ridícula, si la temática estaba relacionada con mi persona se me hacía todavía más ridícula.

—Así es, ya tienes la edad para hacerlo, eres una joven hermosa, educada y de buena familia, hay una larga lista de partidos que pusieron sus ojos en ti —argumentó.

Everywhere At The End Of TimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora