B5 - Into each others eyes

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25 de diciembre.

9:45 p.m.

Nunca la brisa marina había sido tan pesada. Alma lo supo cuando tomó una bocanada esperando ganar valor en el acto. Ni siquiera el salitre en sus pulmones le hizo sentir bien aquella vez, y eso era ya decir demasiado.

Esta noche la marea es alta, tan alta que sin acercarse puede sentir la humedad ciñéndose a su ropa cuando las olas rompen en las rocas de los alrededores. El sonido destroza su soledad con un zumbido que él mismo percibe a manera de susurro mientras la frialdad lo golpea en el pecho haciéndolo temblar. Mira la hora en su reloj de pulsera. Son las 9:46 p.m.

Una lágrima rebelde se escapa de sus ojos y por tal osadía es eliminada de inmediato de sus mejillas. Una, que como tantas otras no ha podido contener después de la noticia.

¨Lo siento mucho, Alma...¨

Se pone de pie y con él, la botella que carga desde hace horas se yergue sobre sus labios para cederle un buen trago, uno largo que hace retroceder sus sentimientos. El calor que el alcohol extiende por su cuerpo es orgásmico, pero se va tan rápido como llega. Como la brisa que lo acaricia de pronto y sin más se vuelve a marchar. Alma mira la botella, su compañera, casi tan vacía como él, y la arroja al mar con toda la fuerza que queda en sus debilitados brazos. El resultado, ver los fragmentos esparcirse sobre las rocas que los han obligado a separarse con un estallido. El chico protesta.

¨–A veces la vida es complicada e injusta... ¨

Con un gesto grácil, Alma se deshace de su chaqueta, de sus botas, y de lo que queda de su temple para dejarlo todo a sus pies. En sus plantas siente la necesidad imperiosa de acercarse al agua, un cosquilleo maldito que no para hasta que siente la arena más fría y unos pocos milímetros lo separan de las olas que mueren lentamente en la orilla. Cree que tal vez, sólo tal vez, ellas puedan lavar un poco su dolor.

¨–Ella merece saberlo, Alma... tienes que decírselo...¨

Sus pasos sobre los riscos son lentos y vacilantes a medida que se acerca al final del camino. Está tranquilo. Finalmente está tranquilo, o por lo menos su corazón ha dejado de latir con tanta fuerza, así que lo aprovecha y avanza con calma para no caerse. Cada paso significa un segundo menos en su cuenta atrás, y ésta casi ha llegado a cero en su cronómetro. Algo de coraje enciende sus entrañas con un estallido y un cosquilleo molesto en su estómago...

...Pero aun así cuando sus pies tocan las heladas aguas da un respingo. Todo se ha desvanecido.

¨El miedo es un sentimiento mundano que infecta el alma como el cáncer más agresivo, es imposible librarse de él. Sé que tienes miedo, eso no es malo, pero tienes que ser valiente. ¨

Eso lo había aprendido bastante tarde para su desgracia y en ese instante lo lamenta profundamente. Nadie sabe cuánto.

Suspira con tanta fuerza que sus pulmones arden un poco al colapsar. El mar lo acepta gustoso en sus brazos cuando se presenta. Entonces la marea lo engulle sin prisa, absorbiendo las sensaciones que ella misma deja en su cuerpo a medida que gana profundidad.

Duele. Duele mucho en verdad.

«Es hora...» Piensa al ver la luna en el firmamento estrellado. Su imagen alivia un poco su pesar cuando se recuesta sobre la masa de agua. Otro suspiro ocupa el lugar que ocupan sus pensamientos y el chico pierde todo contacto con el exterior.

Cuando vuelve a abrir los ojos la única imagen que ve es la suya a través de las ondas. La misma, la luna. La única testigo de todas sus travesuras, de los momentos duros y de los no tan duros. Ella, la que siempre lo observa en silencio persuadiéndolo antes de que pueda hacer alguna tontería. Excepto ese día. Ese día nada podía evitar que hiciera lo que tenía que hacer. Nada, ni siquiera el miedo que seguía agarrotando sus músculos, ni siquiera su recuerdo... ni siquiera ella.

«Ester...»

Se supone que esa noche fuese especial para todos, y en cierto modo para él también lo es. El solo hecho de saber que finalmente tendrá paz es el mejor regalo que puede recibir esas navidades, no importa si eso incluye algo de sufrimiento. Siempre será algo efímero, plausible y más llevadero que el dolor que cargas contigo, ese que te exprime y te tortura todo el tiempo.

Alma separa los labios, probablemente para decir algo, pero su voz se pierde en burbujas que ascienden a la superficie y revientan al contacto con el aire. Con ellas, la mayor parte del oxígeno que le queda.

«Ester...»

El líquido del entorno reemplaza al aire en sus pulmones en cuestión de segundos, todos sus órganos cosquillean por lo que se aproxima. Es la angustia típica del momento. Tu instinto lucha para salvarte la vida, pero pierde y la muerte se acerca con rapidez.

Él ya lo ha aceptado.

«La vida es complicada e injusta ...»

Cuando se da cuenta ya está vacío. Vacío en el océano interminable que lo mueve a su antojo donde todo se desvanece.

Sus terrores...

Los recuerdos...

El final...

Todo se pierde de pronto pareciendo una bendición. Sólo queda la frustración que se acumula en sus huesos. Cada gota ayuda ensamblar los pensamientos caóticos que se forman con el tormento de su alma rota por el dolor y desaparecen como la luz al final del día. Como su amor y todo lo que una vez pensó haber sentido por otras personas y hasta por él mismo.

Cuando le encuentren, Alma no quiere que nadie lo entienda, no quiere que nadie lo llore, ni siquiera quiere que lo recuerden. Sólo quiere que lo dejen descansar en paz ya que en vida cree que ha sufrido bastante. Por eso esa tarde se fue sin avisarle a nadie y corrió hasta ese paraje escondido entre las rocas del acantilado que tanto detesta, corrió porque quiere morir solo; solo como había vivido.

«Lo siento...»

Una última burbuja se escabulle y el sueño lo vence pronto. La falta de oxígeno lo hace alucinar con una imagen que le causa curiosidad. Él cree que es la muerte en persona que ha ido a buscarlo, aunque fuese una idea absurda. Sonríe, piensa que se ha vuelto loco. Sin embargo, ve claramente el manto negro flotando sobre su cabeza, una larga cabellera y una silueta se dibuja con dificultad tomando el espacio que el satélite resplandeciente ocupaba en su visión. El desconocido encapuchado le extiende la mano, lucha hasta alcanzarlo. Su toque es más frío de lo que jamás hubiese imaginado, aunque casi no lo siente.

Perdón, ¿he dicho casi?

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Autor: HidenMadH

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⏰ Última actualización: Oct 03, 2020 ⏰

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