Atada a ti {Michael Jackson}

17

Ally

Han pasado días desde que la familia de Michael estuvo aquí. Desde que fuimos a visitar a mi familia y todo salió peor de lo que esperaba.

Mi padre o como él pidió que lo llamara desde ahora, Daniel, me dijo un montón de cosas que rompieron mi corazón en un millón de pedazos, dijo palabras tan hirientes que no lo pude soportar y tuve que pedirle a Michael que me trajera de vuelta.

Estaba tan emocionada, tan feliz, no podía dejar de sonreír cuando papá me pidió que fuera a su oficina, no me había hablado con tanto cariño desde que yo vivía aquí, y han pasado meses desde eso.

Lo sigo sintiéndome muy alegre.

Él tal vez había entrado en razón, y ya no trataría de estafar a Michael

Espero a papá sentada en el sofá

—¿Te va bien con él? —Pregunta mientras cierra la puerta.

— No puedo quejarme, pero... —Hago una mueca mirando al suelo— Los extraño muchísimo.

Después de varios segundos en silencio, decido mirarlo. Me mira fijamente, y a diferencia de antes, todo rastro de felicidad se había ido de su cara. Esta serio.

—¿Quieres volver?

Desde el primer momento en que me fui, quise responder pero las cosas habían cambiado estos meses. Le tengo demasiado cariño a Prince como para dejarlo, no lo iba a abandonar.

—¿Eso importa? Aunque quisiera no podría. Hiciste un trato con Michael, debo casarme con él para que te siga ayudando financieramente, para que seas su socio —Le recuerdo con tristeza

—Claro que importa, si quieres volver sólo tienes que hacer lo que te digo. Hazlo y nos iremos muy lejos de aquí— Se sirve un poco de whisky, niego con la cabeza— ¿Por qué no quieres seguir con el plan? Es tan fácil, no seas estúpida.

Me trajo hasta aquí sólo para seguir insistiendo, No porque quisiera arreglar las cosas conmigo.

Me quedo callada

—¿No lo harás?

Vuelvo a negar.

—Bien, desde ahora estás muerta —Lo miro con los ojos bien abiertos— No te quiero volver a ver jamás, no me busques mas. Desde ahora dejas de existir para mi.

—Pero papá... — Las lágrimas ya bajaban por mi mejilla

— No soy tu padre, mi nombre es Daniel.

—Hey —La voz de Michael interrumpe mis pensamientos—¿Otra vez llorando?

Limpio las lágrimas y me pongo de pie, dispuesta a salir de la habitación. No quería que me interrogará ahora.

— ¿Así vas a estar toda la semana? —Sostiene mi brazo— Bien, si no me quieres contar no lo hagas, pero no puedes estar encerrada aquí las veinticuatro horas del día.

Hoy, al igual que ayer no tenía ganas de hacer nada

—¿Por qué no?

Me suelta el brazo cuando se da cuenta que no iré a ningún lado. Me siento en la cama para escuchar todo lo que tiene que decir