Serpiente de fuego

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Era ya la noche cerrada, una noche fresca, veraniega, con una imponente luna, y un cielo tachonado de estrellas. Estacione el auto, era un auto viejo antiguo, de un brillante color rojo –El mismo que las llamas-. Apague el motor, revise mis bolsillos tenía en ellos un paquete de cigarros, un paquetitos de fósforos y una linterna. Respire profundo y baje, sin antes sacar el hacha, camine hasta el edificio, era un antiguo edificio, antes en épocas de la revolución industrial. Se había usado como club de polo. Debería tener unos tantos años, estaba constituido de material, salvo en las vigas, todas de resistente madera de roble. El edificio esta mas que vacío. Era de dos pisos, tenía un techo de dos aguas. Se usa para reuniones, aunque hoy en día estaba en mal estado y parecía abandonado. Por eso mismo lo elegí, nadie lo vigilaba, nadie lo quería, nadie lo recordaría cundo ardiese. Mire el edificio, como ya lo había hecho muchas noches anteriores.
Llevaba un hacha en la mano y en el cinto una linterna y un spray. Sin dudarlo, sin siquiera mirar a los costados, rompí el vidrio de la entrada. El cristal rechino y produjo un crispido al impactar contra al suelo. Camine lentamente, con la linterna ilumine la llave general, lo pensé unos momentos y decidí que no, al iluminar el edificio podía levantar sospechas. Antes de empezar a poner el combustible decidí prender el reproductor de música, y el silencio eterno fue interrumpido, fue interrumpido por música, hermosa música. Me llenaba de felicidad, una extraña y dulce euforia invadió mi cuerpo. Entonces empecé al ritmo de la música, disfrutándolo. Cada nota invadía mi cuerpo y me hacía saltar, correr, trepar, e ir marcando los lugares donde más tarde, pondría el combustible. Paso el tiempo, ya estaba todo preparado. Baje las escaleras, al llegar a la planta baja me detuve un momento, estaba exhausto, aunque mi cuerpo era atlético lo hice todo en muy poco tiempo. Luego de unos minutos retome la marcha. Legue al auto, agarre las llaves y levante la valija del auto. Saque dos bidones llenos de gasolina, me encamine adentro del edificio nuevamente. No escatime el combustible, toda una serpiente de petróleo refinado recorre el edificio. Pongo especialmente en la biblioteca y los corredores.
Me deslice entre las sombras hasta llegar a la puerta trasera, me aseguro de cerrarla, para eso, deforme un caño de metal hasta poder imposibilitar cualquier movimiento de la puerta. Al final, me sobra un poco, lo termino poniendo en la azotea, todo dentro del bidón. Subo a la azotea, el viento me golpea la cara, me siento al borde, de mi bolsillo saque las cerillas y un cigarro. Prendo fuego el último y lo fumo lentamente. Me levanto, no estoy tranquilo, ni nervioso, si no exaltado, se lo que va a suceder. Lo pensé miles de veces, esa todo fríamente calculado. No podría salir mal.
Empiezo a bajar, prendo nuevamente el reproductor de música, llego a la planta baja, sin salir del edificio, la puerta. Ya quedaban pocos minutos para lo que sería el fin. Un sudor frío me corría por la frente. Saque la caja de cerillas; extraje un fósforo y lo raspe contra la caja, nada, probé con otro y nada, la chispa no nacía, hasta que me di cuenta, tan nervioso estaba, que mis manos sudaron hasta mojar la caja de cerillas. En medio del nerviosismo busque algo con que prender las cerillas, pues dentro de pocas horas amanecería y mi plan podría peligrar. Hasta que lo conseguí. Contra el cinturón. Al contacto, la cerilla produjo una chispa empezó arder, de forma constante y amenazadora. Vacile un momento, tire la cerilla. Esta, sin apagarse, choco contra el suelo húmedo de gasolina e inmediatamente, nació una serpiente de fuego, subió en pocos segundos los pisos. Se filtro por debajo de las puertas y prendió todas las habitaciones. Tuve que dar un salto para atrás, pues, tan rápido ardió el fuego que corrí peligro de quemarme. Retrocedí unos metros- todavía sin salir del edificio-, tenía en el rostro una expresión de satisfacción enorme, ver aquel lugar arder, reflejaba en mis ojos la felicidad. III Veo como arde toda la habitación principal, siento como me lleno de vida.
Y no aguanto la idea de ver la biblioteca y la azotea. Me dirigí hasta allá sin pensarlo dos veces. Todos los libros ardían, camine entre ellos, tosí un par de veces y fui hacia la azotea. Antes de llegar puede oír como una viga cedía bajo el peso del edifico y supe que esa era la señal. Prendí mi linterna y salir corriendo rápidamente. Cuando me acerque a la puerta, me di cuenta que una viga callo y cerco mi camino. Una enorme pared de varios metros de fuego se erguía entre la libertad y yo. Sin perder el tiempo-Pues, ya empezaba a respirar con dificultad- Fui marcha atrás, esperando encontrarme con alguna puerta de emergencia. Pude oír la patrullad e bomberos, no me preocupaba realmente que ellos apagasen el fuego, ya que era imposible, si no que me encontrasen. El humo hinchaba mis pulmones. Me sentí mareado. Entre a un salón que tenía una puerta de emergencia. Me acerque a la puerta, tapada por un mueble en llamas. No podría abrirla.

Intente subir a la azotea, pero ante debía pasar por la biblioteca. Mientras entraba a ella, una de las estanterías cedió y me sepulto la pierna. Era demasiada pesada, nunca la podría mover. Analice la situación, el salón quedo completamente cerrado, tanto con el exterior como con el resto del edificio. Lo único que me interponía con mi libertad era aquella estantería, pues, la salida a la azotea estaba solo a 2 metros de done yo estaba. Una vez fuera podría saltar. Sentía como lentamente cedían algunas vigas de otras partes del edificio. Lego un momento, posiblemente 10 minutos después que me cállese la estantería que me saque la remera, pues, la atmósfera y el calor eran sofocantes. 20 minutos después, sentí como los bomberos forcejeaban la puerta, tal vez ellos me podrían sacar. Pero no, 5 minutos después oí como gritaban y se alejaban, la parte este del edificio se derrumbo, probablemente sepultándolos. Los bomberos no se volvían a acercar, tenían demasiado miedo- Si que es que seguían vivos-, además, el edificio estaba supuestamente vacío. Paso media hora, apenas podía ver, solo veía machas borrosas de oscuridad y luz, aunque me podía dar cuenta que el fuego todavía estaba lejos. Cuarenta minutos después empecé a toser de forma asombrosa . Sabía que era el fin. Extrañas emociones se juntaban en mi, por un lado, morirá por el arma que yo mismo dispare, por otra la felicidad ,al saber que no moriría en las llamas si no que morirá ahogado en humo, sin sentir demasiado dolor, también se encontraba en mi la rabia, pues a menos de 20 metros estaba la libertad. Empecé a llorar como un niño. Y entre los llantos, aceptaba lo inaceptable. Era mi fin

Historias cortas (De una mente loca)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora